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Camerún al borde de un conflicto civil
27 - 02 - 2018 - GENERALES -

Los activistas de las regiones anglófonas del país eligen la vía de las armas. El gobierno reprime duramente. (Fuente: lastampa.it)

Como respuesta a la durísima represión puesta en marcha por el gobierno de Yaoundé después de la proclamación de la independencia, en el mes de octubre del año pasado, de la República de Ambazonia (de Ambas Bay, la bahía que se encuentra en la desembocadura del río Mungo que en la época colonial marcaba la frontera natural entre la zona inglesa y francesa, ndr.), los líderes separatistas anglófonos han desplegado una verdadera llamada a las armas. Primero esta decisión tuvo una dramática aplicación el pasado 11 de febrero, aniversario del referéndum que llevó a la unificación de Camerún en 1961, cuando insurgentes y fuerzas gubernamentales se enfrentaron en la zona de Kembong (región anglófona del suroeste) y fallecieron tres efectivos de la policía, mientras los heridos de ambas partes fueron decenas. «Ha llegado la hora de la auto-defensa y de la protección de nuestra comunidad –declaró Sako Ikome Samuel en su primer discurso en calidad de nuevo líder de la autoproclamada República de Ambazonia. No podemos permanecer inermes ante la destrucción desenfrenada de las vidas y de nuestras propiedades. Trabajaremos, entonces, para organizar los grupos de auto-defensa y de seguridad en contra de los abusos por parte de los francófonos».

 

La nueva estrategia de los separatistas ha tomado un cariz decididamente militarizado, en el clímax de una fase de durísima represión por parte del gobierno central y de la que, según Ikome Samuel, sería una convergencia de intereses (entre Yaoundé, Nigeria y el gobierno francés) para debilitar a su movimiento.

 

Según el líder anglófono, la detención de unos cincuenta activistas que huyeron a Nigeria y después fueron extraditados a Camerún (y la posterior represión en su patria y más allá de las fronteras), son precisamente el resultado de la alianza entre estas tres fuerzas.

 

Alemán hasta el final de la Primera Guerra Mundial, Camerún fue dividido entre las potencias vencedoras; surgieron dos partes: la zona del suroeste, más cerca de Nigeria (y que representa alrededor del 20% del territorio) quedó en manos del Reino Unido. El 80% restante, que incluye la capital Yaoundé, fue a la jurisdicción francesa. Cuando, después de la independencia, se pasó de una forma federal a la “República de Camerún”, los separatistas de la región occidental, viendo frustradas sus pretensiones de autonomía, pusieron en marcha una lucha que, substancialmente, nunca se ha detenido. Las tensiones entre los 3 millones de anglófonos y los demás 20 han vivido varias fases de violencia y consecuencias en los últimos 30 años, pero, desde el verano pasado, se han transformado en un enfrentamiento sangriento. El gobierno ha reforzado recientemente su presencia militar en la región, desplegando un mayor número de soldados, ha impuesto el toque de queda y ha emitido fuertes restricciones a la libertad de movimiento de los ciudadanos anglófonos.

 

Los que pagan la factura de esta cruda situación con los civiles. En los últimos meses, según los cálculos del ACNUR y de la Caritas Nigeria, serían más de 43.000 las personas que, aterrorizadas por los constantes enfrentamientos y la represión del gobierno, han abandonado Cemrún para pasar a uno de los países vecinos. El 80 % de estos refugiados está compuesto por mujeres y niños.

 

Los obispos camerunenses han criticado el uso excesivo de la fuerza por parte de los militares. El cardenal Tumi, arzobispo emérito de Douala, denunció que «la violencia solo trae más violencia, y no la paz». Los nigerianos se dicen muy preocupados por el flujo sin control de gente desesperada a su país, un fenómeno que se suma a una situación de inestabilidad y dura pobreza en toda la zona. Y la situación es mucho más explosiva puesto que (aunque no se haya establecido una fecha precisa) debería haber elecciones en Camerún durante este 2018. El longevo presidente Paul Biya, que lleva 35 años en el poder, teme que la cuestión de Ambazonia pueda crearle problemas tanto a nivel internacional como a nivel local.

 

En una conversación telefónica, el padre Tatah Mbuy, director de la comunicación de la Archiqiócesis de Bamenda, la capital de la región anglófona, explicó a Vatican Insider cómo es la dramática situación actual, además de la postura de la Iglesia católica ante esta delicada cuestión.

 

«La lucha de la región anglófona nunca había asumido las características de la revolución violenta. La población ha demostrado legítimamente su frustración al apoyar que las propias identidad y herencia cultural nunca han sido respetadas. El 22 de septiembre de 2017 se organizó la mayor manifestación pacífica por los derechos y hubo marchas en todas las ciudades de las regiones del sur. Los soldados se comportaron bien en esa ocasión. En cambio, el primero de octubre (durante manifestaciones que antecedieron la proclamación de la República de Ambazonia, ndr.) fueron asesinados cientos de civiles, otros muchos fueron torturados, mutilados y encarcelados, y el gobierno no expresó ni siquiera su solidaridad para con las víctimas y sus familiares. Al contrario, en los días que siguieron hubo más arrestos y torturas de otros militantes. Algunas bandas juveniles reaccionaron con violencia y asesinaron a cuatro policías; poco después el presidente, volviendo de la cumbre de la Unión Africana, declaró la guerra a presuntos terroristas. Lo que hizo fue dar al ejército carta blanca para arrestos sumarios, torturas, asesinatos. Ha habido muchos casos de incendios de propiedades o casas. Los obispos han reaccionado y acusaron al gobierno de genocidio. Si la comunidad internacional no interviene, la situación llegará, en breve, a un punto de no retorno. Por lo menos una persona al día muere y creo que se puede decir que nos estamos deslizando hacia una guerra civil».

 

¿Cuál es el papel de la Iglesia en esta situación de tensión?

 

«Los obispos están comprometidos en la creación de un espacio de diálogo incluyente y sincero con todas las partes desde hace mucho tiempo. Piden que sean liberados todos los detenidos y que cesen las torturas, los arrestos sumarios y los incendios dolosos. Mientras tanto llamamos a todos a la oración y al compromiso por la paz. Hay un importante papel que la Iglesia católica desempeña en el apoyo a los prófugos que huyen a Nigeria. Los obispos de Mamfe y Kumba, las ciudades a las que la gente está huyendo en masa, por ejemplo, trabajando día y noche para ayudar y visitar regularmente a los prófugos».