La posición de los católicos en Estados Unidos no siempre ha sido fácil, más bien al contrario. De estar perseguidos (en Maryland, en tiempos de la independencia, los hijos podían ser arrebatados legalmente a sus padres y enviados a familias protestantes si estos intentaban educarlos en la fe católica) al actual Tribunal Supremo, en el que de 9 jueces seis se dicen católicos, el camino ha sido largo.