Lo que hace de este relevo una noticia sorprendente es que el propio Francisco fue inusitadamente duro con los fieles de Ahiara que hace solo unos meses ‘boicotearon’ al obispo Okpaleke por pertenecer a una etnia distinta de su grey, los Mbaise.

Okpaleke había sido nombrado obispo de Ahiara por Benedicto XVI en 2012, pero los fieles Mbaise de la diócesis rechazaron al que veían como a un extraño, llegando a bloquear el acceso del nuevo ordinario a la catedral de modo que tuvo que celebrar su instalación episcopal fuera de la diócesis.

Francisco reaccionó con la lógica indignación a una reacción tan poco católica -literalmente- y con una inusitada dureza, llegándose a plantear la supresión de la diócesis. En un mensaje dirigido al clero de Ahiara, exigía a los sacerdotes y eclesiásticos rebeldes que le escribieran personalmente una carta para pedir perdón por lo ocurrido y por el escándalo provocado en la Iglesia. En ella deberían “manifestar total obediencia al Papa”, y declarar su “disposición a aceptar al obispo que el Papa envía”, como plazo máximo el pasado 9 de julio, dejando claro que “quien no lo haga, será suspendido a divinis inmediatamente”.

Doscientos sacerdotes respondieron a la llamada del Papa, pero el conflicto se mantuvo y ahora hemos sabido que, al fin, Francisco ha dado, con la aceptación de la renuncia de Okpaleke y el nombramiento de Iwejuru, la razón a los rebeldes.

El Vaticano asegura que el Papa ha tenido en cuenta el “arrepentimiento” de los sacerdotes a la hora de decidir no sancionarles por el “grave daño” que han infligido a la Iglesia al rechazar a Okpaleke por xenofobia. Pero también ha expresado su esperanza de que “en el futuro no repitan acciones tan poco razonables oponiéndose a un obispo legítimamente nombrado por el Sumo Pontífice”.

El caso no es mera anécdota. Con independencia de lo graves que puedan considerarse sus advertencias y los castigos previstos, Francisco estaba sobradamente justificado para rechazar el ‘chantaje’ de una grey que se rebelaba contra un nombramiento legítimo por razones tan repulsivas para la ética católica. Que ahora ceda a las protestas, tan poco tiempo después y tras un mensaje original tan contundente, sienta un peligroso precedente que podría incentivar este tipo de rebeliones en otras diócesis.

En la mente de todos los observadores está Osorno, la diócesis chilena presidida, contra la opinión mayoritaria de la Conferencia Episcopal Chilena, por el Obispo Juan Barros, ‘protegido’ de Fernando Karadima y testigo y cooperador, al decir de algunas víctimas del sacerdote pedófilo.

Si Francisco ha acabado aceptando la renuncia de Okpaleke, rechazado por su etnia, debido a las protestas del clero diocesano, ¿no podría este caso dar ‘ideas’ a los fieles de Osorno, cuya queja parece bastante más justa y fundada?