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De Pablo VI a Juan Pablo II, las acusaciones de “herejía y escándalo”
28 - 09 - 2017 - DESAFIOS - Persec.Mediática

En 1983, el Abad Georges de Nantes entregó en el Vaticano un libro entero de acusaciones contra Juan Pablo II por supuesta herejía. Unos 10 años antes, Pablo VI había recibido señalamientos similares y, según pretendidas “investigaciones periodísticas” Juan XXIII era supuestamente parte de la masonería. (Andres Beltramo Alvarez-Vatican Insider)

Pablo VI recibió 487 acusaciones de “herejía, cisma y escándalo”. Más tarde, Juan Pablo II se hizo acreedor de los mismos señalamientos. Quien lo beatificó, Benedicto XVI, fue censurado por “engañar y perpetrar una farsa”. Mucho antes Juan XXIII resultó ser “miembro de la masonería”, según pretendidas “investigaciones periodísticas”. Ahora que un grupo de intelectuales culpa a Francisco de propalar herejías, resulta útil recordar que muchos Papas anteriores fueron denunciados como “falsos profetas, traidores a la doctrina” e, incluso, de personificar “al anticristo”.

Parece que la historia se repite, con relativas diferencias. El pasado fin de semana, una carta de 27 páginas captó la atención de la prensa internacional. Se trata de la “Correctio Filialis De Haeresibus Propagatis”. Una “corrección filial” que indica siete supuestas herejías en las cuales habría incurrido Jorge Mario Bergoglio en sus casi cinco años de pontificado. Aunque los firmantes, primero 40 y después 62 y ahora 147, aseguraron que “no osan juzgar el grado de conciencia con el cual el Papa ha propagado las herejías”, insistieron, “respetuosamente”, en que las condene.

Por más clamorosa que parezca, esta iniciativa tiene muchos antecedentes. En febrero de 2011, la revista “Il Est Ressuscitè!” (“¡Él resucitó!”) en su número 102 dedicó un incendiario artículo a la inminente beatificación de Juan Pablo II que tituló: “Apoteosis del anticristo”. En él, recordó que el Abad Georges de Nantes (1942-2010) denunció a Karol Wojtyla, cuando todavía estaba vivo, por “herejía, cisma y escándalo”. Los motivos de sus afirmaciones fueron recogidos en un “Libro de acusaciones” entregado en el Vaticano el 13 de mayo de 1983.
 



“Obviamente, si lo denunciado por el Abad de Nantes fuese objetivamente falso, no legítimo o indefendible, la beatificación de Juan Pablo II, anunciada para el 1 de mayo de 2011, pondría indirectamente fin a la disputa. Pero en la actual catastrófica situación de la Iglesia, en la cual hechos y estadísticas confirman cada día las previsiones y los análisis presentados a Roma en 1983 como consecuencia de los errores doctrinales reclamados a Juan Pablo II por el Abad de Nantes, no es posible considerar la mencionada beatificación en otro modo sino como un abuso de poder, un golpe de fuerza mediático y un hecho de crónica monstruoso”, siguió la nota firmada por Fray Bruno de Jesús.

Aquellas originales afirmaciones del Abad, fundador del movimiento francés “La Contrarreforma católica”, fueron recuperadas por los Pequeños Frailes y las Pequeñas Hermanas del Sagrado Corazón en una memoria enviada al postulador de la causa de canonización de Juan Pablo II el 6 de agosto de 2005. Ni uno, ni el otro documento recibieron respuesta. Por eso el artículo exigió: “¡Si estamos en el error, esperamos una respuesta clarificadora!”.

A Wojtyla se le reclamó –entre otras cosas- el “difundir una fe en el hombre hasta sustituir a Jesucristo”, una “reivindicación propia del anticristo”, y su participación en el encuentro interreligioso universal de oración, ayuno y marcha silenciosa por la paz mundial, organizado por el movimiento católico Comunidad de San Egidio el 27 de octubre de 1986 en Asís.

En esa ocasión, el Papa y los líderes de las más importantes religiones rezaron juntos en la plaza central de la ciudad. Eso no gustó al entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, quien protagonizó una vistosa ausencia. Empero, eso no impidió que 25 años después, esta vez como Papa Benedicto, viajase a Asís a conmemorar el aniversario de ese encuentro. Pero en esta ocasión los rezos se hicieron en lugares separados. Ese detalle lo respetó Francisco en 2016, cuando también asistió a la jornada por la paz. Las oraciones en espacios diversos.

El Abad Georges de Nantes ya tenía experiencia en el acusar a los Papas de herejía. En 1973 lo había hecho con Pablo VI. El 10 de abril de ese año, acompañado por 60 delegados de la Liga de la Contrarreforma Católica, se presentó en la Santa Sede con su primer “Liber Acussationis”, un compilado de 487 correcciones al pontífice. Pero la policía italiana le impidió la entrega física del texto, cuyo objetivo era el inicio formal un proceso contra el vicario de Cristo en los tribunales eclesiásticos.
“A nuestro Santo Padre el Papa Pablo VI por la gracia de Dios y la ley de la Iglesia, juez soberano de todos los fieles de Cristo, denuncia por herejía, cisma y escándalo con respecto a nuestro hermano en la fe el Papa Pablo VI”, podía leerse en la portada del panfleto, en cuya última frase el clérigo se despedía como “vuestro muy humilde servidor e hijo”.

En ese libro, Giovanni Battista Montini era declarado culpable de poner “a la humanidad en lugar de la Iglesia”, de la “desaparición del magisterio eclesiástico”, de la “devaluación de la religión” y era señalado como “el gran corruptor de la Iglesia del siglo XX”.

Yendo más atrás en el tiempo, también Juan XXIII se granjeó señalamientos disparatados. En 1983, el libro “Introducción a la Francmasonería” de Jaime Ayala Ponce, publicado en México, aseguraba que, siendo nuncio apostólico en Turquía, Ángelo Roncalli había sido reclutado en una logia. Una afirmación basada en otro texto, de Pier Carpi, titulado “Las profecías del Papa Juan XXIII”. Aunque Ayala Ponce atribuyó a Carpi una “investigación seria”, en realidad se trataba de una obra periodísticamente débil, una novela fantasiosa sin la menor prueba documental.

Las sucesivas acusaciones de herejía contra los pontífices parecen tener muchos aspectos en común. Quienes las formulan sostienen hacerlo siempre “por el bien de la Iglesia”, aclaran que su objetivo no es poner en duda al papado, sino las acciones de quien ejercita ese ministerio y dicen sentirse “en la obligación moral” de corregir al líder católico.

Entre los tiempos del Abad de Nantes, un sacerdote sedevacantista suspendido “ad divinis”, y la actualidad se registran algunas diferencias. Hoy es el tiempo del internet y la comunicación, donde la disidencia puede convertirse rápidamente en noticia planetaria y captar mucho mayor atención que en el pasado. Algo que seguramente está ocurriendo con la “corrección filial”.

Pero un aspecto resulta sugestivo, en este caso los señalamientos contra Francisco no provienen solamente de sectores “sedevacantistas”. Ahora, las acusaciones surgen de grupos y personalidades dentro de la misma Iglesia católica, que crecieron bajo el pontificado de Juan Pablo II, que sostuvieron a Benedicto XVI y que ahora demuestran una evidente incapacidad para asimilar el renovado curso impreso a la barca de Pedro por su legítimo timonel, el Papa Francisco.