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El brazo armado del Papa, en el relato del ex auditor vaticano
27 - 09 - 2017 - VATICANO - Organismos

El domingo 24 de septiembre, pasadas las doce de mediodía, la sala de prensa de la Santa Sede ha emitido el siguiente comunicado: "La Santa Sede toma nota con sorpresa y pesar de las declaraciones del Sr. Libero Milone, ex auditor general.  Se recuerda que, en base a los Estatutos, la tarea del auditor general es analizar los balances y las cuentas de la Santa Sede y su administración. Por desgracia, sobrepasándose en sus competencias, ha encargado ilegalmente a una empresa externa que investigue la vida privada de exponentes de la Santa Sede." (Sandro Magister-SC)

"Esto, además de constituir un delito, ha dañado irremediablemente la confianza hacia el Sr. Milone el cual, debiendo enfrentarse a su responsabilidad, ha aceptado libremente entregar su dimisión. Se asegura que la investigación ha sido llevada a cabo escrupulosamente y respetando a la persona".

El comunicado hace referencia a la entrevista de Libero Milone al "Corriere della Sera", el "Wall Street Journal", la agencia "Reuters" y SkyTg24, publicada la mañana del mismo día:

> "Volevano arrestarmi. Ecco la mia verità sull'addio al Vaticano"

La dimisión de Milone se remota al pasado 19 de junio, sin que él ni la Santa Sede dieran ninguna explicación en ese momento.

Sin embargo, una vez acabado el verano, el ex auditor general –que dice ser "inocente al mil por ciento"– ha decidido revelar a cuatro periódicos convocados en el estudio de su abogado lo que había ocurrido realmente ese día.

Primero, en la Secretaría de Estado:

"Me recibió el sustituto de la secretaría de Estado, Monseñor Becciu, que me dijo que la relación de confianza con el Papa se había resquebrajado: el Santo Padre pedía mi dimisión. Pregunté los motivos y me dio unos que no me parecieron creíbles. Respondí diciendo que las acusaciones eran falsas y que habían sido construidas para engañarles tanto a él como a Francisco, y que de todas formas hablaría de ello con el Papa. Pero la respuesta fue que esto no era posible".

Después en la gendarmería:

"Recuerdo que en un determinato momento, el comandante Giandomenico Giani me gritó a la cara que tenía que admitirlo todo, que tenía que confesar. Pero, ¿confesar el qué? No había hecho nada".

Luego, de nuevo en su oficina de auditor general de las cuentas vaticanas:

"Bloquearon a todos dentro de las oficinas, incluidas las secretarias, hasta las ocho y media de la noche. Y nos ordenaron que entregáramos todos los documentos. Uno de los vice-auditores estaba ausente. Llamaron a los bomberos del Vaticano para forzar su armario y su escritorio".

Entre las acusaciones estaba la mencionada en el comunicado de la Santa Sede del 24 de septiembre:

"Me enseñaron dos facturas dirigidas a un único proveedor y me acusaron de haber desviado fondos: por lo tanto, al ser empleado público, había cometido un peculado. Vi que ambas facturas llevaban el sello de mi oficina, pero sólo una llevaba mi firma. La otra tenía como firma un garabato. Eran cuentas para investigaciones ambientales, por una suma de veintiocho mil euros, para limpiar los despachos de posibles micrófonos ocultos. Además, el decreto del tribunal hablaba sólo de mis competencias contables, sin citar los controles de anti-reciclaje y la lucha a la corrupción, incluidas en el estatuto. Y con esto me han acusado de haber buscado impropiamente informaciones sobre exponentes vaticanos. Descubrí que hacía más de siete meses que me estaban investigando".

De ahí la dimisión, que el comunicado define dada "libremente":

"Como insistía en reivindicar mi inocencia, Giani me dijo que o confesaba, o corría el riesgo de pasar la noche en la gendarmería. Si vuestro objetivo es hacerme dimitir, dimito. Voy a preparar la carta, dije. Respondieron que ya estaba redactada. Fueron a buscarla. La leí y dije: no firmo esta carta. Era el día 19 de junio y la carta llevaba fecha del 12 de mayo. Nos hemos equivocado, dijeron".

Tras esto, intentó varias veces ver al Papa, sin conseguirlo:

"A mediados de julio escribí al Papa a través de un canal seguro y creo que recibió la carta. Le explicaba que había sido víctima de un montaje; me asombró la salida, en las mismas fechas, del cardenal Pell. No obtuve respuesta. ¿Tal vez, efectivamente, se había resquebrajado la relación de confianza? Pero entonces el Papa podía haberme llamado por teléfono y decírmelo".

Un Papa que, de todas formas, había roto la relación con Milone desde hacía tiempo:

"A partir del 1 de abril de 2016 no lo he vuelto a ver. En septiembre pedí verle, pero me dijeron que tenía que pedirlo a través de la secretaría de Estado. Hice dos peticiones escritas. No recibí nunca respuesta. Antes me reunía con él cada 4-5 semanas. Creo que el Papa ha sido bloqueado por el antiguo poder que aún sigue allí y que se ha sentido amenazado cuando ha comprendido que podía referir al Papa y a Parolin lo que había visto en las cuentas. Esto dice la lógica".

Libero Milone, de 69 años, nacido en Holanda, especialista a nivel internacional, fue nombrado auditor general de los balances vaticanos –el primero que cubrió este cargo– el 9 de mayo de 2015. "Me eligieron, ha dicho, el secretario de Estado Piero Parolin, el cardenal Reinhard Marx y el cardenal George Pell. La decisión final la tomó el Papa. No busqué ese cargo. Me contactó desde Miami el estudio Egon Zehnder. Y acepté porque creía en las reformas del Papa Francisco".