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50 años de la Populorum Progressio
26 - 03 - 2017 - PAPADOS - Otros

Este domingo se conmemora el cincuentenario de la encíclica Populorum Progressio, que el papa Pablo VI firmó el 26 de marzo de 1967 y que fue un documento social sobre el desarrollo solidario de los pueblos.(J. M. Bausset-Religión Digital)

Con un marcado tono profético, este texto del papa Montini consta de un preámbulo y de dos partes, con un total de 87 capítulos. Con esta encíclica, Pablo VI ponía el desarrollo de los pueblos como el nuevo nombre de la paz. Por eso, como ha dicho el P. Bernabé Dalmau, monje de Montserrat, con esta encíclica Pablo VI presentaba la necesidad "de una equidad en las relaciones comerciales y una caridad universal", para de esta manera ayudar a los países más pobres.

Esta segunda encíclica de Pablo VI, en el contexto de proclamación de independencia de muchos países del Tercer Mundo, fue una carta social, donde el papa ponía la cuestión del desarrollo de los pueblos como el camino para alcanzar la paz.

El papa Montini pedía a los estados más avanzados y más ricos, una acción solidaria y un compromiso social con las naciones más pobres. Se trataba de tomar conciencia de las desigualdades sociales que existían, para así hacer posible un mundo más justo, que trajese un desarrollo integral a cada persona y a la humanidad. Por eso el papa pedía un cambio radical de las estructures socio-económicas y políticas que discriminaban a las personas y a los pueblos.

En el preámbulo de este texto, el papa Pablo VI recordaba las encíclicas de los papas León XIII, Pío XI y Juan XXIII sobre las cuestiones sociales a la luz del Evangelio.
En esta encíclica, el papa presentaba las legítimas aspiraciones de los hombres por lo que respecta a la subsistencia, a la salud o a un trabajo estable, para que así la humanidad estuviese "libre de la miseria" (6). El papa hablaba también de la colonización y del colonialismo (7) y del drama del desequilibrio entre las naciones, con la existencia de "pueblos ricos, con un crecimiento rápido" y pueblos pobres, que "se desarrollan lentamente". El papa ponía de relieve la diferencia entre aquellos países que "producen alimentos en exceso", "que faltan a otros" (8).

El papa destacaba también el importante trabajo de los misioneros en medio de los pueblos menos desarrollados, por su acción en "hospitales, escuelas y universidades", ya que de esta manera ayudaban y protegían a las personas más desvalidas "contra la codicia de los extranjeros". Un caso particular de cooperación con los pobres, que el papa subrayaba, era el del hermano Carlos de Foucauld y su "precioso diccionario de lengua tuareg" (12).

 

 

 

El papa ponía énfasis en la relación que había entre crecimiento económico y progreso humano (25) y por eso condenaba el "liberalismo sin freno que conduce a la dictadura" y que ya fue denunciado por el papa Pío XI como "generador del imperialismo del dinero" (25). De aquí que Pablo VI defendiese una "economía al servicio del hombre", al mismo tiempo que nos recordaba que "un cierto capitalismo ha sido la causa de muchos sufrimientos, de injusticias y de luchas fratricidas" (26).

El papa Pablo VI presentaba el trabajo como "bendecido por Dios" (27), a la vez que nos recordaba su ambivalencia, ya que "el trabajo, porqué promete dinero, invita a unos al egoísmo y a otros a la revuelta" (28). Por eso Pablo VI presentaba la necesidad de "reformas urgentes, transformaciones audaces y profundamente innovadoras" (32), que ayudasen a "liberar al hombre de la esclavitud" (34).

El papa también trató en esta encíclica social de la necesidad de una campaña de alfabetización (35), así como de la importancia de la familia (36) y de la demografía (37). De la misma manera defendía un "pluralismo legítimo" (39) así como la necesidad de una "promoción cultural" (40).

Otro punto importante de este texto fue el del desarrollo integral del hombre, que "no puede darse sin el desarrollo solidario de la humanidad" (43). Por eso el papa Montini va hizo una llamada a la fraternidad entre los pueblos (44) y a la lucha contra el hambre (45), para que los países desarrollados ayudasen "a los países en vías de desarrollot" (48). El papa pedía la creación de un "Fondo Mundial, con una parte de los gastos militares" (51), para solucionar el problema del hambre, la miseria, la escasez de escuelas y de hospitales y de viviendas dignas (53).

El papa también denunció el nacionalismo no solidario (62) y el racismo (63) y pidió la creación "de un mundo solidario" (64), que incluyese el "deber de la hospitalidad" (67) y el respeto a los "trabajadores emigrantes" (69). El papa també pedía un "diálogo de civilizaciones", que es "creador de fraternidad" (73) para acabar así con "las diferencias económicas, sociales y culturales entre los pueblos" (76), que no hacen sino provocar "tensiones y discordias y ponen en peligro la paz" (76). El papa apostaba por la esperanza "en un mundo mejor" (79) y hacía una llamada a los católicos (81), a los cristianos y a los creyentes (82), a los hombres de buena voluntad (83), a los gobernantes (84) y a los pensadores y a los sabios (85), para cambiar las estructures del momento y hacer posible un mundo más justo.

Como ha dicho el P. Bernabé Dalmau, "el deseo de una Iglesia pobre y para los pobres del papa Francisco, nace de la encíclica del papa Pablo VI", un texto avanzado que, ahora hace 50 años, pedía la cooperación y la solidaridad entre los pueblos.