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Sexo con robots: la destrucción de las relaciones humanas.
16 - 03 - 2017 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

El mercado de las muñecas eróticas de tamaño y aspecto humanos ya ha llegado de lleno. En países como Estados Unidos y Japón ya tienen un notable éxito comercial. La situación ahonda en la sexualización de la sociedad, la cosificación del cuerpo humano y desencadena una serie de conflictos éticos difíciles de calibrar. En Europa, este negocio es aún incipiente. Hace apenas unas semanas que abrió en Barcelona el primer ‘prostíbulo’ de estas muñecas en Europa.(Forum Libertas)

Ahora, el experto en nanotecnología Sergi Santos lleva varios años trabajando en una idea con la que busca aplicar sus conocimientos científicos a un producto que “dé respuesta a una de las necesidades primarias de los seres humanos: el afecto”. Sin embargo, al final es un proyecto que se reduce a tener sexo con muñecas. Porque el sexo es un gran negocio. Este proyecto ya es un prototipo y se llama Samantha. Pesa unos 40 kilos, tiene los ojos verdes, una larga cabellera de color castaño y unas medidas de 90-55-90. ¿Por qué lo llaman afecto cuando quieren decir sexo?

Hecha de TPE, similar a la silicona médica

Samantha es suave al tacto y en el trato. Está hecha de TPE puro (elastómero termoplástico, un material relativamente nuevo en el mercado) e incorpora un microprocesador en la cabeza que funciona mediante un “algoritmo potentísimo” creado por Santos. Este sistema le permite interactuar con las personas en distintos modos: desde supuestamente “familiar” -haciendo compañía en el sofá mientras se ve una película, por ejemplo- hasta sexual, lo que incluye la capacidad de la muñeca de “llegar al orgasmo”, asegura este científico catalán de 38 años,“siempre que su acompañante sea capaz de estimularla” convenientemente.

Cómo un experto en el manejo de instrumentos de ciencia avanzada como el microscopio de fuerza atómica acaba trabajando en un proyecto de esta índole es algo inusual y difícil de entender. Al menos para el entorno de Santos. La mayor parte de sus colegas de la comunidad científica con los que ha compartido sus planes no comprenden ni aceptan el paso que está a punto de dar. Pero él está decidido a dejar un trabajo espléndidamente remunerado en un país de los Emiratos Árabes para emprender su empresa de venta de muñecas inteligentes sexuales por internet.

 

Samantha, un “proyecto científico”

“Estoy muy cansado de intentar explicar lo que hago y que nadie lo entienda o que me digan que no sirve para nada”, dice. “Ahora mis colegas científicos replican que este proyecto no tiene ningún impacto científico, pero yo pienso todo lo contrario: Samantha es muy fácil de explicar y todo el mundo entiende a la primera para qué sirve. Al fin y al cabo, el objetivo de la tecnología es que se entienda para poder darle una aplicación concreta y así poder venderla”, reflexiona.

Sergi lleva mucho tiempo estudiando la industria de las ‘sex dolls’ y conoce y trabaja con todos los tipos de muñecas sexuales del mercado. En la planta baja de la vivienda, que hace las veces de taller, hay modelos por todas partes: en el suelo, en colgadores en medio de varias estancias, metidas en sus cajas, suspendidas de percheros en cada uno de los armarios, etc.

 

La mayoría se fabrican en China. En cambio, las muñecas de RealDoll, una de las empresas líderes a nivel mundial en este mercado, proceden de Silicon Valley. Esta compañía, creada por Matt McMullen, tiene previsto sacar al mercado a finales de año una muñeca sexual que integrará un sistema de inteligencia artificial con el objetivo que el cliente pueda “moldear su personalidad” y “crear una relación duradera en el tiempo” con ella. En definitiva, el sexo con robots. La destrucción de las relaciones humanas.