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La sotana deshilachada del Papa
02 - 07 - 2016 - PAPADOS - Francisco

La reflexión de un obispo argentino sobre los intensos debates en Argentina sobre Francisco y los intentos, un tanto burdos, de utilización política a su figura. "A veces me pregunto si los que promueven estas cosas piensan realmente que los demás somos tontos.", dice Sergio Buernanueva, obispo de San Francisco(Còrdoba-Argentina)

Francisco se ha convertido en Argentina en una especie de botín de guerra. Los que hasta ayer nomás lo señalaban como cómplice de la dictadura, hoy lo quieren sumar como un cumpa más de su proyecto. Por estas horas, han puesto a circular la etiqueta (hashtag) #VanPorFrancisco.

Pero también los que saludaron su elección como la inesperada oportunidad de propinarle un golpe mortal a la administración K, ahora interpretan los gestos del Pontífice como expresión de una nueva complicidad: esta vez con los K. Los más irracionales hablan de complicidad con la corrupción e incluso con la violencia.
La última vez que vi al Papa, observé que su sotana estaba un poco deshilachada.

Ahora comprendo el porqué: tanto tironeo argentino, para un lado u otro. Algunos amigos me consultaron por Twitter sobre el hashtag que arriba mencioné. Mucho me temo que sea una nueva forma de usar políticamente la figura papal. Nueva, pero también grotesca y torpe. A veces me pregunto si los que promueven estas cosas piensan realmente que los demás somos tontos.

¿Hay hostilidad hacia Francisco? Sí. La ha habido, la hay y, seguramente, la habrá. ¿Realmente nos extraña? ¿No vivieron lo mismo, por ejemplo, los papas recientes? ¿Nos olvidamos del calvario del beato Pablo VI en el posconcilio? ¿De los sufrimientos de San Juan Pablo? ¿Y el escarnio a que fue sometido, también desde dentro de la Iglesia, Benedicto XVI?

En los albores del cristianismo, Pablo le escribía al joven Timoteo (el apóstol al obispo): “No te avergüences del testimonio de nuestro señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el evangelio, animado con la fortaleza de Dios” (2 Tim 1,8).
Es lo que le decimos, cada vez más temprano, a los jóvenes seminaristas en camino hacia el sacerdocio, a fin de que rápidamente alejen del corazón la ilusión bobalicona de que el ministerio es un camino sin sobresaltos. Van a llorar más que (Lionel) Messi, se van a caer y van a experimentar muchas derrotas. Pero se tendrán que levantar. En cristiano se dice: “resucitar”.

Cristo no nos ha prometido que no tendremos problemas. Eso sí: nos ha prometido que no nos faltará la fuerza de su pascua para levantarnos, una y otra vez, transfigurando incluso la misma muerte en vida. Sufrir por el evangelio es garantía de autenticidad en el ejercicio del ministerio apostólico. No hay ministerio sin cruz.

También, porque los que tenemos que ejercer el sacerdocio apostólico, a la normal hostilidad del mundo, tenemos que sumarle nuestras propias inconsistencias y pecados. Ese suele ser el peor enemigo del cristiano y de la Iglesia, como dijo hace un tiempo Benedicto XVI, en medio de la tempestad. En definitiva, menos victimismo, más humildad y más oración.

Si Pedro sufre, la comunidad cristiana tiene que hacer lo que escuchamos en la lectura de los Hechos de los Apóstoles: “Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él” (Hch 12,5). Eso es lo que estamos haciendo: orando por Francisco. Además, es lo que nos pide con machacona insistencia: ¡Recen por mí! (VATICAN INSIDER)