CRISTO HOY
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Promotor del matrimonio vigilado por la CIA
20 - 11 - 2013 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Familia

Un sencillo párroco con su metódico accionar logró en Puerto Rico que los jóvenes valoren la estabilidad familiar y que procuren tener el nido antes que la novia, pero esto dio por los suelos con una bien financiada Campaña del Plan Rockefeller para Iberoamérica que a modo de control de la natalidad favorece la promiscuidad el aborto y demás.

Conocí recientemente a un sacerdote murciano, Julián Vicente García, que pasó 10 años de ministerio sacerdotal como misionero en Puerto Rico, en el barrio de San Isidro de la ciudad de Canóvanas, allá por los años 80.

Uno de los dramas de ese barrio, además de una delincuencia atroz, era, como sigue siendo en tantos lugares del mundo, la escasez de matrimonios, por la que tantísimas mujeres que quedan embarazadas, o abortan, o al dar a luz se despreocupan de sus hijos.

Don Julián tuvo una gran idea: llevó a cabo, junto a la promoción de viviendas sociales, una campaña a favor la maternidad, promovida desde las escuelas, que tenía cada año su cenit en una multitudinaria fiesta, en la que en los pocos años se involucró todo el barrio.

Un día don Julián recibió la llamada inesperada de un alto cargo público del país, que le advirtió de que la CIA vigilaba atentamente su labor. ¿Por qué? Porque su campaña por la maternidad había conseguido contrarrestar otra campaña: la del todopoderoso Plan Rockefeller en Iberoamérica.

Como bien se sabe este plan tiene como objetivo contrarrestar la influencia católica con sus valores de defensa de la vida, la familia y la justicia social, financiando sectas evangélicas acomodadas a la ideología de la Fundación que las subvenciona desde hace décadas.

Y es que en el barrio de don Julián hasta los seducidos por estas sectas comenzaron a valorar la estabilidad familiar y la maternidad.

Don Julián, aún cuando recibió amenazas directas, no se fue de allí hasta que sus superiores le indicaron, años después, otro destino.

Como tantos hombres y mujeres justos, este sacerdote trabajó sin descanso, y entró de lleno en la “lucha por el alma de este mundo”, de la que hablaba el beato Juan Pablo II, porque en ella se puso bajo la bandera de Cristo, de la que ya hablaba hace cinco siglos San Ignacio de Loyola. Esa bandera que Cristo Rey y Juez del Universo llevará en su mano el día tan terrible como esperado del juicio final.(Aleteia)