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Valor positivo de lo religioso
14 - 03 - 2016 - DESAFIOS - Otros

¿Por qué es positiva la religión? Es un pilar importante para el sustento de las sociedades complejas y “vale la pena tener un Dios Gran Hermano, omnisciente y con preocupaciones morales”, concluye un estudio publicado en la prestigiosa revista científica.

“Vale la pena tener un Dios Gran Hermano, omnisciente y con preocupaciones morales en lugares con mayor anonimidad y menos responsabilidad. Los dioses evolucionan”. Quien así se expresa es Benjamin Grant Purzycki, experto investigador del Centro para la Evolución Humana, la Cognición y la Cultura de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá).

Un grupo de científicos liderados por Grant Purzycki llega a esa conclusión, entre otras, en el estudio ‘Moralistic gods, supernatural punishment and the expansion of human sociality’ (‘Dioses moralistas, el castigo sobrenatural y la expansión de la sociabilidad humana’).

Los responsables del informe, publicado online en la revista Nature el pasado 10 de febrero, analizan el papel de las creencias en un dios moralista en la construcción de sociedades complejas y en el fomento de la cooperación entre humanos separados geográficamente y completamente desconocidos.

En sus conclusiones, explican cómo estudiaron el comportamiento de 591 personas de varias comunidades de todo el mundo que profesaban todo tipo de religiones, algunas de alcance mundial, como el cristianismo o el budismo, pero también locales.

Un dios que define lo que es bueno y lo que es malo

El estudio se realizó a través de una serie de juegos en los que los participantes tenían que repartir recursos, y observaron que los individuos que creían en un dios que define lo que es bueno y lo que es malo, que sabe a todas horas lo que hacemos y castiga si no le gusta lo que ve, se mostraban más generosos con miembros de su misma religión.

Así, aunque nadie ha demostrado nunca que exista un dios omnisciente, que tiene preferencias morales y que puede castigarnos si no las seguimos, la creencia en un ser supremo condiciona la vida de cientos de millones de seres humanos en todo el mundo, que realizan todo tipo de esfuerzos para satisfacerlo.

Este comportamiento a la búsqueda de la realización del bien ha podido desempeñar un papel clave en la evolución de las sociedades humanas, destaca el estudio.

De hecho, la creencia en un dios moralista, omnisciente y que puede castigar a quien no siga sus mandamientos fomenta la cooperación con desconocidos de la misma religión, agrega.


Ventajas evolutivas

De alguna manera, la creencia en un ser invisible que nos vigila para que no nos saltemos las normas puede ofrecer ventajas desde el punto de vista evolutivo.

La explicación a esta afirmación tiene que ver con el hecho de que esa vigilancia divina evita que velemos solo por nuestros intereses, además de que las creencias pueden proteger a quienes las profesan de comportamientos egoístas que, en sociedades humanas cada vez más transparentes y en las que la reputación es importante, pueden acarrear castigos.

Grant Purzycki considera que el castigo sobrenatural, la preocupación moral de los dioses y la omnisciencia habrían evolucionado junto a la complejidad social. “Muchos estudios sugieren que los dioses moralistas funcionan como un tipo de mecanismo de defensa frente a grandes poblaciones en las que es más fácil ser egoísta al interactuar con multitudes anónimas todo el tiempo”, añade.

“Es probable que esas creencias ayuden a mantener la complejidad social y la cooperación”, sugiere Purzycki.

Beneficio para el grupo

Además, según explica Manuel Martín Loeches, coordinador del Área de Neurociencia Cognitiva del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, que no ha participado en el estudio, pero comparte sus conclusiones, en declaraciones recogidas por el diario El País el pasado 11 de febrero, también hay que tener en cuenta los beneficios para el grupo.

“Los humanos nos sacrificamos por ideas materialmente inexistentes o intangibles, por símbolos como la patria, la bandera, el honor o la dignidad. Forma parte del complejo juego del grupo, de la mente social del humano, sin necesidad de religión”, destaca.

“A nivel individual no reporta beneficio, el beneficio es para el grupo, donde abundarían muchos de los genes del ser sacrificado. Se supone que sus descendientes directos sí podrían beneficiarse, al ser considerados hijos de una persona especial y recibir la gratitud del resto del grupo”, añade.

Martín Loeches subraya que “se ha probado experimentalmente con resonancia magnética funcional que tendemos a ser menos egoístas e injustos cuando nos sentimos observados”.

La ley natural

Por todo ello, la religión es un pilar importante para el sustento de las sociedades complejas. Sobre este punto, Martín Loeches considera que no hay que “llevarse las manos a la cabeza. […] Digamos que estas religiones aumentan o amplifican algo que todos llevamos dentro: un instinto moral, un sentido de justicia, del bien y el mal”.

“No se necesita la religión para esto, ya está codificado en nuestros genes; las religiones moralizantes lo potencian, pero podría haber otras alternativas, como el recuerdo, los homenajes… premiando los buenos gestos más que castigando los malos”, aclara.

Esto vendría a ser lo que se llama “ley natural”, un equivalente a las leyes de la naturaleza, es decir el orden que gobierna las actividades del universo material. La ley natural es la regla de conducta prescrita por el Creador en la constitución de la naturaleza con la cual nos ha dotado.

Y ello nos remite a Santo Tomás de Aquino, para quien la ley natural es “nada más que la participación de la criatura racional en la ley eterna”. La ley eterna es la sabiduría de Dios, puesto que ella es la norma directiva de todo movimiento y acción.

El castigo sobrenatural

Sobre las implicaciones de los resultados del estudio, Azim Shariff, investigador de la Universidad de Oregón, comenta que la creencia en seres sobrenaturales no es una condición necesaria para que existan sociedades complejas.

“Hay varias rutas culturales para establecer los altos niveles de cooperación necesarios en las sociedades complejas. El castigo sobrenatural ha probado ser una de las soluciones efectivas para afrontar el reto de la cooperación social, y una solución que es lo bastante efectiva e intuitiva como para haber aparecido de forma repetida a lo largo de la historia”, afirma.

Por todo ello, en muchos de los principios fundamentales de las grandes religiones se puede observar un principio de reciprocidad que ha sido un rasgo fundamental en la evolución humana.

El cristiano “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, encuentra un eco en el islam cuando en el Kitab al Kafi se lee que “lo que no te gusta que te hagan, no se lo hagas a los demás”. Textos similares se pueden encontrar en las religiones orientales o incluso en el confucianismo chino: “Nunca impongas a los otros lo que no elegirías para ti”.

(Fuente:Forumlibertas)