CRISTO HOY
CRISTO HOY

   Sitios Recomendados
        El Vaticano
        Aica
        Rome Reports
        Noticias Vaticanas
  
¿Legalizar lo que no puedes vencer?
20 - 12 - 2015 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

El tratamiento legal de las drogas y de la prostitución sigue dando materia de debate. Ambos son fenómenos muy extendidos y de larga tradición. Responden a la búsqueda del placer por medios inmediatos y sin más esfuerzo que el pago. Los dos han creado una industria clandestina con ganancias suculentas. Tienen costes no solo personales, sino también sociales, pues van acompañados de trata de personas, crimen organizado, violencia, corrupción. Los dos han demostrado su resistencia frente a los intentos de erradicación, tanto en países ricos como en países pobres.

Ambos fenómenos provocan hoy reacciones diferentes. Los más entusiastas del laissez faire son partidarios de legalizar ambas cosas; a su entender, la prohibición entraña más costes que beneficios, y los tratos entre clientes y proveedores responden a una transacción entre adultos. Esta postura es coherente dentro de un planteamiento individualista al margen de consideraciones éticas sobre sus repercusiones sociales.

En el bando contrario se piensa que la venta de drogas y de sexo deben permanecer fuera de la ley, por ir contra la dignidad de la persona y provocar altos costes sociales.

Otros reclaman un tratamiento diferente para ambos fenómenos. Por una parte, se dice que la lucha contra la droga ha fracasado, y que lo “moderno” sería legalizarla y regularla. De otra, se advierte que la prostitución sigue siendo un fenómeno arraigado, pero se mantiene la política de no admitirla como un trabajo más, para no dar carta de naturaleza a un negocio que por lo general explota a mujeres. Se acabó la guerra a la droga, pero no la lucha contra la prostitución.

Con la legalización de las drogas lo más previsible es que se normalizaría el consumo, bajarían los precios y se ampliaría el mercado
Ya que hay más experiencia de la legalización de la prostitución que de la droga, puede ser interesante ver si una puede iluminar a la otra.

Negocio legal

En favor de la legalización de la droga (al menos de la marihuana) se dice que la prohibición no consigue eliminar el consumo, y que al mantenerla fuera del mercado normal se crea un espacio para el crimen organizado. La legalización sacaría la oferta de la clandestinidad, y arrebataría el mercado a los narcos.

¿Qué lecciones sacamos de la legalización de la prostitución en los sitios (Alemania, Holanda, Nueva Zelanda, Nueva Gales del Sur, Nevada...) donde ha pasado a ser un trabajo más? La primera consecuencia es que el negocio se ha multiplicado. En Alemania, donde la prostitución es legal desde 2002, se han desarrollado auténticos megaburdeles, en los que prestan sus servicios más de 400.000 prostitutas, mientras que solo un ínfimo número de ellas se han registrado legalmente (cfr. Aceprensa 30-10-15). La mayor oferta ha traído, como en cualquier otra actividad, una caída de los precios, también por la llegada de jóvenes de países del Este dispuestas a cobrar menos, según un documentado artículo en The Economist.

Según esta experiencia, en el caso de la legalización de las drogas lo más previsible es que se normalizaría el consumo, bajarían los precios y se ampliaría el mercado. El escenario idílico en el que la droga se compra y se vende en pequeños establecimientos, a modo de clubs, perfectamente supervisados por el gobierno, no deja de ser ingenuo. Transformar a los narcos en empresarios de la droga legal no les arrebata el negocio, sino que les da más facilidades para extender el mercado a menor coste y sin el temor a ser perseguidos.

Además, con la legalización podrían entrar en el negocio nuevos actores como las tabacaleras, que ya tienen el sistema de distribución, las herramientas de marketing y la maquinaria para ampliar y dominar el mercado. Y como la mayoría de los beneficios provienen no de los consumidores ocasionales sino de los adictos, tendrán un interés especial en enganchar a los jóvenes.

Y si se legaliza el cannabis, ¿por qué no también el éxtasis o la cocaína? El consumo de pastillas de éxtasis es casi tan prevalente en circuitos de diversión como el de marihuana. La cocaína se ha convertido en la droga favorita de jóvenes de clase media-alta y ejecutivos.

A no ser que se legalice todo tipo de drogas, por nocivas que sean, siempre habrá un tráfico clandestino dominado por los que se mueven fuera de la ley. De hecho, en el negocio de la prostitución, la legalización no ha evitado que siga existiendo clandestinamente la prostitución de menores.

El mensaje de la ley

En el tratamiento legal de las drogas o de la prostitución no hay que olvidar tampoco el mensaje que se envía al público. La legalización de la prostitución transmite el mensaje de que el sexo de pago es un servicio más, lo cual solo contribuye a atraer a una clientela despreocupada de la situación de la “trabajadora sexual”.

En Alemania la legalización de la prostitución ha permitido el desarrollo de auténticos megaburdeles
Igualmente, la legalización de las drogas trivializará también su consumo y las pondrá al alcance de personas que se habrían mantenido al margen de un sector ilegal. Antes había que ir a buscar la droga, ahora la droga podrá ir a buscar al posible cliente, como ocurre con cualquier otro producto legal.

A más libertad, más oferta

Para legalizar las drogas, se aduce también que el drogadicto debe ser curado, no penalizado. El enfoque punitivo solo serviría para sumirlo en las tinieblas de la clandestinidad. En cambio, los países que más han endurecido las leyes contra la prostitución (como Suecia y Noruega) han elegido el camino de penalizar al cliente. No se preguntan si puede ser un adicto al sexo, sino que consideran que con su demanda alimenta un negocio nocivo.

Y no es extraño que la oferta de la prostitución haya caído más en los países prohibicionistas. Los traficantes encuentran más sencillo operar en lugares como Holanda, Alemania o España, donde, de forma legal o tolerada, el cliente puede acceder al sexo de pago sin ningún riesgo de ser penalizado. Donde haya más facilidades para operar –en la compraventa de sexo o de droga– habrá más oferta.

Cuestión de libertad personal

La idea de que cada uno es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo es otro de los argumentos esgrimidos a favor de la legalización de las drogas. Si hay riesgos para la salud, cada uno es libre de asumirlos. El Estado no tiene que decidir por él. Así, los demandantes que recientemente consiguieron que el Tribunal Supremo de México les reconociera el derecho a cultivar marihuana con fines lúdicos, invocaron el derecho al “libre desarrollo de la personalidad” reconocido en la Constitución. No deja de ser paradójico que esta sea la principal razón invocada para quitar trabas al comercio de unas sustancias como las drogas, que para tantos han supuesto una adicción patológica y esclavizante.

“Mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiero”, ha sido también el lema de los que explotan el negocio del sexo con fines recreativos y ánimo de lucro. Lo cual no ha impedido que en el sector haya mucha más opresión que libre comercio entre adultos.

Perseguir el tráfico de cannabis, cuando se uso está muy extendido en la sociedad, desacredita la prohibición legal
La trata de personas para el negocio de la prostitución no ha desaparecido en los países donde es legal, pues hace falta responder a una demanda creciente. Según un estudio de los economistas Niklas Jacobsson y Andreas Kotsadam, en un análisis de 30 países, allí donde hay un mayor reconocimiento legal de la prostitución también existe un mayor tráfico de personas para este fin.

En cambio, lo que ha disminuido en Alemania es el número de condenados por explotación sexual ya que ahora se han reciclado como empresarios legales que alquilan sus instalaciones a las chicas.

Dificultades para mantener la prohibición

En último término, muchas propuestas de legalización de las drogas revelan el cansancio ante una guerra interminable. Perseguir el tráfico de cannabis, cuando se uso está muy extendido en la sociedad, desacredita la prohibición legal y consume esfuerzos de la policía. Es cierto que ante un fenómeno muy difundido puede ser mejor abordarlo con políticas que no lo traten como delito, y que intenten contrarrestarlo por otros medios. De hecho, en muchos países la posesión de marihuana para el uso personal no está castigada, y cada vez más se trata en general al drogadicto como a un enfermo en vez de como un delincuente.

Esta política de “limitación de daños” ha llevado en Uruguay a que el Estado asuma la producción y comercialización de la marihuana, fijando un consumo máximo mensual por cliente. Es aún pronto para valorar los efectos de esta política.

Pero, con los mismos criterios de reducir los daños, el Estado podría asumir la gestión directa del negocio de la prostitución, a través de una red de burdeles bajo su control, de modo que se evitarían los daños de la trata de personas, de la clandestinidad y de los riesgos para la salud.

Sea bajo gestión pública o privada, el negocio de la droga encuentra un terreno abonado en una sociedad que crea continuamente necesidades y deseos, y que estimula la búsqueda de la gratificación personal y del placer inmediato.

Pero lo mismo pasa también con el sexo de pago. En contra de lo que se pensaba, la revolución sexual no ha llevado a la marginación de la prostitución sino a extender ampliamente su clientela. La cultura del sexo de pago –sin incertidumbre y sin el esfuerzo de conocer a una persona– acaba siendo un servicio más a disposición del cliente.

Una sociedad puede decidir que no vale la pena empeñarse en luchar contra las drogas, y que será más práctico legalizarlas y regularlas. Pero si la penalización tiene costes sociales, también la legalización tiene los suyos: las drogas tendrán más aceptación social, estarán más difundidas, habrá más adictos, la factura sanitaria de los tratamientos subirá, los empresarios del sector desarrollarán sus estrategias de marketing con menos trabas que los narcos, y no por eso desaparecerá el tráfico clandestino de las drogas que no se legalicen. La luz verde a las drogas, como al sexo de pago, no va a disminuir su clientela.(IGNACIO ARÉCHAGA-ACEPRENSA)