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El Papa: habrá cambio con los inmuebles del Vaticano
06 - 11 - 2015 - DESAFIOS - Escándalos

Francisco está amargado por la infidelidad y la traición de dos colaboradores en los que había confiado, pero no está preocupado por el contenido de los documentos que han sido divulgados: se trata de una investigación impulsada por la misma Santa Sede. El alquiler de los inmuebles ayuda a las misiones, pero habrá reformas en su administración. Más sobre el asunto: El Papa tiene a su gran enemigo en casa y  exquisita entrevista (completa) a un periódico holandés.

El Papa «no ha perdido la paz», quienes lo han visto en estos días aseguran que está sereno y determinado a seguir adelante con las reformas. Y el primer paso será justamente la gestión del patrimonio inmobiliario y de los alquileres. Francisco pronunció dos palabras secas e inequívocas como respuesta a un interlocutor que le preguntó sobre el escándalo de las casas: «Se cambiará».

 

El Pontífice está profundamente amargado por la traición y la infidelidad de los dos indagados en el segundo «vatileaks», el prelado español Lucio Ángel Vallejo Balda y la laica Francesca Immacolata Chaouqui. Pero no está preocupado por el contenido de los documentos que han sido divulgados, fruto de una profunda investigación interna que él mismo pidió para proceder con las reformas. Y, entre las reformas que parece determinado a introducir inmediatamente, está la reforma de la administración del patrimonio inmobiliario de la Santa Sede, las casas y los departamentos de cuya gestión se ocupan la Apsa y Propaganda Fide.

 

«Francesco no ha perdido la paz, ni siquiera en estos días, ni siquiera después de haber aprobado el arresto de los dos miembros de la comisión Cosea que cedieron los documentos que acabaron en los libros publicados en estos días», confió a la prensa una de las personas más cercanas al Pontífice. Y añadió: «El Santo Padre está amargado por la traición de los dos colaboradores infieles, pero no está para nada preocupado por el contenido de los documentos divulgados».

 

Papa Bergoglio en estos días se encuentra en constante contacto con los colaboradores, que lo actualizan sobre las investigaciones en curso. Pero el panorama que surge al leer los libros de los periodistas Emiliano Fittipaldi y Gianluigi Nuzzi ya lo conocía perfectamente y desde hace tiempo. «Una investigación cuidadosa y profunda -recuerda un monseñor cercano al Papa- querida por el mismo Vaticano».

 

Considerando lo que ha sucedido, Francisco «no cree en la existencia de ningún complot». Se trató, y lo repite a quienes se encuentran con él en estas horas, de «una traición y de una infidelidad» por parte de dos personas que habían obtenido su absoluta confianza. Una de estas, Francesca Chaouqui, ahora está tratando de involucrar a medio mundo. Bergoglio no parece tampoco arrepentido en lo más mínimo de haber nombrado a la comisión de estudio y análisis sobre los bienes vaticanos, así como tampoco lo está de haber creado la Secretaría de la Economía, encomendada al cardenal George Pell. Ha recordado en varias ocasiones que en las primeras semanas del Pontificado los quince cardenales encargados de evaluar la situación económica de la Santa Sede indicaron la necesidad de involucrar a expertos, de hacer un monitoreo y de llegar a un dicasterio unificado que se ocupara de racionalizar los gastos y administrar los recursos. «La Cosea fue el primer instrumento para hacer este trabajo inicial».

 


Uno de los temas más criticados que aparece en los libros de Fittipaldi y Nuzzi es la administración del Óbolo de San Pedro, la ayuda económica que los fieles de todo el mundo «ofrecen al Santo Padre, como signo de adhesión a la preocupación del Sucesor de Pedro por las múltiples necesidades de la Iglesia universal y para las obras de caridad a favor de los más necesitados». En 2012 (este es el dato que publicaron ambos volúmenes) más de la mitad de estas limosnas millonarias fue utilizado para ajustar los balances de la Santa Sede y para sostener 180 misiones diplomacias vaticanas en el mundo. «Francisco sabe que es normal -explica uno de sus colaboradores-, porque esto es un apoyo para el Papa y hay momentos de crisis económica y financiera que exigen el empleo de parte de aquellos fondos para ajustar los balances». En el pasado ya había sucedido, y con una entidad mucho mayor: en 1995, el cardenal Edmund Szoka, entonces presidente del Gobernatorado, anunció que por primera vez, después de 23 años, había habido un «surplus» y que el Óbolo de San Pedro no habría debido ser utilizado para cubrir el déficit de la Santa Sede. Es decir que durante mucho tiempo se había utilizado.

 

Tampoco sorprendieron a Francisco las noticias sobre las «resistencias» que la Cosea encontró al desempeñar su trabajo. Para ilustrar la situación con un ejemplo, Francisco recuerda a menudo que en un dicasterio vaticano se encontró una notable suma de dinero en efectivo, dentro de un armario. También recuerda el ejemplo del funeral de un cardenal, que falleció hace mucho tiempo. La empresa de servicios funerarios que siempre había trabajado con el Vaticano pidió honorarios por 9.000 euros. El ceremoniero pidió otros presupuestos y le enviaron otras empresas propuestas por la mitad de la suma; la vieja empresa funeraria disminuyó inmediatamente el costo. «Ahora, gracias al trabajo de reforma que se ha hecho, siempre hay que pedir tres presupuestos».

 

Papa Bergoglio sabe que se encuentra a medio camino. Conoce las resistencias que siguen existiendo y las dificultades que ha encontrado la Secretaría para la Economía. También conoce el estado de los inmuebles que pertenecen al vaticano o a entes y fundaciones relacionadas con la Santa Sede. «El Papa me dijo recientemente -reveló su colaborador-: ‘Hay riquezas del Vaticano que son riquezas de la humanidad, y nosotros solo las custodiamos’. Y luego hay también muchos inmuebles. Con el alquiler se sostiene el funcionamiento de la Curia romana y también muchos el trabajo de las misiones , muchas obras sociales, hospitales, escuelas». Pero la gestión de estos inmuebles y de estos alquileres es uno de los próximos pasos de la reforma: «Se cambiará», asegura Francisco.(VATICAN INSIDER)

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El gran enemigo del Papa Francisco… y lo tiene en casa

La avidez del dinero es la raíz de todos los males. El Papa Francisco lo sabe y lo ha explicado en numerosas ocasiones. Es uno de los leitmotivs de sus misas en Santa Marta y en varias ocasiones ha calificado al dinero como “el estiércol del diablo”.

Papa Francisco siempre ofrece una cara amable, una cara misericordiosa, pero cambia su rictus y su lenguaje cuando habla del dinero. Sabe de los problemas que trae la idolatría al dinero, conoce como puede llegar a corromper al hombre y sus palabras se tornan agrias y condenatorias cuando habla de ellos.

No se puede servir a Dios y al dinero

El 20 de septiembre de 2013 en su homilía de Santa Marta el Papa Francisco mostraba al mundo cómo “no se puede servir a Dios y al dinero”. En su homilía destacaba cómo de la idolatría del dinero, nacen males como la vanidad y el orgullo que nos convierten en “maníacos de cuestiones ociosas”.

“El dinero enferma también el pensamiento, la fe y la hace ir por otro camino. Estas palabras ociosas, discusiones inútiles… Y más aún… de aquí nacen las envidias, los litigios, las maledicencias, las sospechas malvadas, los conflictos entre los hombres corruptos en la mente y sin verdad, que consideran la religión como una fuente de ingresos”, destacaba el Papa: “¡El dinero corrompe! No hay salida”.

El dinero te roba el alma

El día 20 de junio de 2014 y también en Santa Marta, el Papa Francisco afirmaba que “el dinero es un tesoro peligroso, te roba el alma”.

“No acumuléis, para vosotros, tesoros sobre la tierra”, destacaba ese día y pedía el consejo de la prudencia: los tesoros sobre la tierra “no son seguros: se estropean, vienen ladrones” y se lo llevan.

“Las riquezas son buenas y sirven para hacer muchas cosas buenas, para sacar adelante a la familia: ¡esto es verdad! Pero si los acumulas como un tesoro ¡Te roban el alma! Jesús, en el Evangelio, vuelve sobre este tema, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre poner nuestras esperanzas en las riquezas”, afirmaba el Papa.

Por el dios dinero se vende hasta la propia madre

El 31 de enero de 2015 y junto a un grupo de agricultores autónomos italianos el Papa Francisco anunciaba algunos de los temas de “Laudato sí” y mostraba, nuevamente los peligros del dinero:“También aquí domina el dios dinero”.

Como se dice de aquellas personas que son capaces de vender hasta su propia madre por dinero, “aquí hablamos de vender la propia madre: la madre tierra”, explicaba el Papa que mostró como el sistema económico excluye a muchos del justo uso de la tierra. “El absolutismo de las reglas del mercado, una cultura del descarte y del desperdicio que en el caso de la comida tiene magnitudes inaceptables, junto a otros factores, determinan miseria y sufrimiento para tantas familias”, afirmaba.

Un alegato más sobre su lucha contra la idolatría y la tiranía del dinero que sería confirmada en su discurso ante los Movimientos sociales y populares celebrado en Bolivia: “La ambición de dinero es el estiércol del diablo” volvía a repetir el Papa Francisco.

Y es que son muchos sus alegatos sobre y contra el dinero. Como en su primera Semana Santa y su afirmación que se ha hecho famosa: “El sudario no tiene bolsillos” o en Cagliari y su mensaje a los jóvenes: “Luchemos todos juntos contra el ídolo dinero, contra un sistema sin ética, injusto, en el que manda el dinero”.

Pero de todas las intervenciones del Papa Francisco la más graciosa, la más ocurrente y la que estos días, más que nunca, está de actualidad fue la que realizó en Cuba junto a sacerdotes, seminaristas y religiosas en la catedral de La Habana.

Dijo así: “Cuando una congregación religiosa empieza a juntar plata y ahorrar y ahorrar, Dios es tan bueno que le manda un ecónomo desastroso que la lleva a la quiebra. Son de las mejores bendiciones de Dios a su Iglesia: los ecónomos desastrosos”. Esta frase desató un gran aplauso y algunas risas, pero la intención del Papa no era hacer un chiste o una gracia fácil, sino mostrar cómo el “espíritu de la mundanidad rica” también se cuela en parroquias y congregaciones.

En estos días en los que aparece un nuevo Vatileaks y aparecen cuervos e intrigas de Curia Vaticana habría que ir al centro del problema. El Papa Francisco nada más llegar al Pontificado marcó una hoja de ruta: “Quiero una Iglesia pobre y para los pobres”. Fue su manera de decir quién es su gran enemigo: el dinero. Por eso su determinación por el control y la transparencia sobre las cuentas vaticanas y por eso los grandes problemas que ya comienza a tener.

Se enfrenta a un enemigo poderoso, al que se ha convertido en el nuevo dios, en el dios de la modernidad, en el dios del capitalismo. Papa Francisco tiene un gran enemigo, ese enemigo esta dentro, en su casa, en el Vaticano. Ese enemigo es el dios dinero.(ALVARO REAL-ALETEIA)

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«Un creyente no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón»

«La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Un creyente no puede hablar sobre la pobreza o sobre los ‘sin techo’ y llevar una vida de faraón». La entrevista fue realizada el pasado 27 de octubre, pero a la luz de los actuales escándalos, con la Iglesia en la mira por el uso «desenvuelto» de las finanzas vaticanas, cobra una importancia fundamental. Papa Francisco respondió alas preguntas del periodista holandés Stijn Fens, del diario "Straatnieuws" de la ciudad de Hilversum, y a Marc, uno de los vendedores de este diario callejero.

«Yo quisiera -añadió el Pontífice argentino en la entrevista- un mundo sin pobres. Nosotros debemos luchar contra esto. Y la codicia humana siempre existe, la falta de solidaridad, el egoísmo crean a los pobres. Por eso me parece un poco difícil imaginar un mundo sin pobres». «Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo -continuó-, o en los niños explotados para el abuso sexual. Y otra forma de explotación: matar a los niños para quitarles los órganos, el tráfico de órganos. Matar a los niños para quitarles los órganos es codicia. Por esto no sé si podremos hacer este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre…».

 

Bergoglio insistió sobre el tema de la pobreza: «Jesús vino al mundo sin techo y se hizo pobre. La Iglesia quiere abrazar a todos y decir que es un derecho tener un techo sobre ti. En los movimientos populares se trabaja con tres ’t’ españolas: Trabajo, Techo y Tierra. La Iglesia predica que cada persona tiene el derecho a estas tres cosas». Pero hay que tener cuidado con dos tentaciones: «la vida de faraón» y hacer acuerdos con gobiernos. Estos últimos «se pueden hacer, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes. Porque siempre existe la tentación de la corrupción en la vida pública. Tanto politica como religiosa». Por ejemplo, indicó, «nosotros administramos este palacio, pero las cuentas son vigiladas para evitar la corrupción».

 

«Yo recuerdo que una vez, con mucho dolor, vi, cuando la Argentina bajo el régimen de los militares entró en guerras con la Gran Bretaña por las Islas Malvinas, que la gente daba cosas, y vi que muchas personas, incluso católicos, que se encargaban de distribuirlas, se las llevaban a casa. Una vez le hice una pregunta a un ministro de la Argentina, un hombre honesto -continuó el Papa. Uno que dejó su puesto porque no podía estar de acuerdo con algunas cosas un poco oscuras. Le pregunté: ‘Cuando ustedes envían ayuda, sea comida, ropa, dinero, a los pobres y a los indigentes, de eso que envían, ¿cuánto llega allá, tanto en dinero como en gasto?’. Me dijo: ‘El 35%’. Significa que el 65 % se pierde. Es la corrupción: un trozo para mí, otro para mí…».

El Pontífice también habló sobre su vida cotidiana en la Casa Santa Marta, recordando, como en muchas otras ocasiones, que «no es una jaula», pero que «me falta la calle». «No puedo vivir acá -dijo Bergoglio hablando sobre el Palacio Apostólico-, simplemente por motivos mentales. Me haría daño. Al principio parecía una cosa extraña, me pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien, porque me siento libre. Como en el comedor en donde comen todos. Y cuando llego temprano como con los empleados. Encuentro a la gente, la saludo, y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle».

Marc, uno de los vendedores del periódico holandés por las calles, también hizo algunas preguntas al Papa, después de haberlo invitado a comer una pizza un día a cualquier restaurante («Me gustaría -dijo Francisco- pero no vamos a poder hacerlo. Porque nada más salgo de acá, viene la gente. Cuando fui a cambiarme los lentes, eran las siete de la noche. No había mucha gente en la calle. Me llevaron a la óptica y salí del coche, y ahí había una mujer que me vio y gritó: ‘¡El Papa!’. Y luego yo estaba adentro y afuera toda la gente»). ¿Cuando era pequeño, soñaba con ser Papa? «Cuando era pequeño -reveló Bergoglio-, no había tiendas en las que se vendían cosas. En cambio estaba el mercado, en donde estaba el carnicero, el de la fruta, etcétera… Yo iba con mi mamá y la abuela para hacer la compra. Era chico, tenía cuatro años. Y una vez me preguntaron: ‘¿Qué te gustaría ser de grande?’. Y dije: ‘¡El carnicero!’».

Y en relación con el cambio radical que representó en su vida la elección como Obispo de Roma, Jorge Mario Bergoglio indicó: «Llegó y no lo esperaba. No perdí la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho e ser famoso. Me digo a mí mismo: ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ya nadie te conocerá. Sabes, hay dos tipos de fama: la fama de los ‘grandes’, que han hecho grandes cosas, como Madame Curie, y la fama de los vanidosos. Pero esta última es como una burbuja de jabón».(P.LOM-VATICAN INSIDER) 

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A continuación, ofrecemos el texto COMPLETO de la entrevista:

Nuestras entrevistas empiezan siempre con una pregunta sobre la calle en la que ha crecido el entrevistado. Usted, Santo Padre, ¿qué recuerda de aquella calle?, ¿qué imágenes le vienen a la cabeza pensando en las calles de su infancia?

Papa Francisco: Desde cuando tenía un año hasta el momento en que entré al seminario he vivido en la misma calle. Era un barrio simple de Buenos Aires, todas las casas bajas. Había una plaza pequeña, donde nosotros jugábamos a fútbol. Me acuerdo que escapaba de casa e iba a jugar al fútbol con los niños después de la escuela. Entonces mi papá trabajaba en una fábrica que estaba a cien metros. Era el contable. Y los abuelos vivían a cincuenta metros. Todo a pocos pasos el uno del otro. Me acuerdo también de los nombres de la gente. De sacerdote fui a dar los sacramentos, el último consuelo a muchos que me llamaban e iba porque les quería mucho. Estos son mis recuerdos espontáneos.

¿Usted jugaba también al fútbol?

Papa Francisco: Sí

¿Era bueno?

Papa Francisco: No. En Buenos Aires a aquellos que jugaban al fútbol como yo les llamaban ‘pata dura’. Que quiere decir tener dos piernas izquierdas. Pero jugaba, fui el portero muchas veces.

¿Cómo nació su compromiso personal por los pobres?

Papa Francisco: Sí, me vienen muchos recuerdos a la mente. Me sorprendió mucho una señora que venía a casa tres veces a la semana para ayudar a mi madre. Por ejemplo, ayudaba a lavar la ropa. Ella tenía dos hijos. Eran italianos, sicilianos, y vivieron la guerra, eran muy pobres, pero muy buenos. Y de esa mujer he mantenido siempre el recuerdo. Su pobreza me sorprendía. Nosotros no éramos ricos, llegábamos a final de mes con normalidad, pero no nos sobraba. No teníamos un carro, no nos íbamos de vacaciones y esas cosas. Pero a ella le faltaban muchas cosas necesarias. Nosotros teníamos bastante y mi mamá le daba las cosas. Después ella regreso a Italia y después volvió a Argentina. Yo la encontré cuando era Arzobispo de Buenos Aires, tenía 90 años. La acompañé hasta la muerte a los 93 años. Un día ella me dio una medalla del Sagrado Corazón de Jesús que llevo todavía cada día conmigo. Esta medalla –que es también un recuerdo- me hace mucho bien. ¿Quiere verla? (el Papa enseña la medalla).

Así pienso en ella todos los días y cuánto ha sufrido por la pobreza. Y pienso en todos los otros que han sufrido. La llevo y la rezo…

¿Cuál es el mensaje de la Iglesia para los sintecho? ¿Qué significa la solidaridad cristiana en concreto para ellos?

Papa Francisco: Me vienen dos cosas a la cabeza. Jesús ha venido al mundo sin un techo y se ha hecho pobre. Entonces la Iglesia quiere abrazar a todos y decir que es un derecho tener un techo. En los movimientos populares se trabaja con tres ‘t’ españolas: trabajo, techo y tierra. La Iglesia predica que toda persona tiene el derecho a estas tres ‘t’.

Usted pide a menudo atención para los pobres y los refugiados. ¿No teme que de este modo se pueda generar una forma de agotamiento en los medios de comunicación y en la sociedad general?

Papa Francisco: A todos nos viene la tentación –cuando se trata de un tema que no es bonito, porque es feo hablar– de decir: ‘Bueno, terminemos: esto ‘quema’ demasiado’. Yo siento que existe el agotamiento, pero no le tengo miedo. Debo continuar hablando de la verdad y de cómo son las cosas.

¿Es su deber?

Papa Francisco: Sí, es mi deber. Lo siento dentro de mí. No es un mandamiento, pero como personas todos tenemos que hacerlo.

¿No teme que su defensa de la solidaridad y de la ayuda por los sintecho y otros pobres pueda ser utilizada políticamente? ¿Cómo debe hablar la Iglesia para ser influente y al mismo tiempo permanecer fuera de los planteamientos políticos?

Papa Francisco: Hay caminos que llevan a equívocos en este punto. Querría subrayar dos tentaciones. La Iglesia debe hablar con la verdad y también con el testimonio: el testimonio de la pobreza. Si un creyente habla de la pobreza o de los sintecho y lleva una vida de faraón… esto no se puede hacer. Esta es la primera tentación. La otra tentación es firmar acuerdos con los gobiernos. Se pueden hacer acuerdos, pero deben ser acuerdos claros, acuerdos transparentes. Por ejemplo: nosotros gestionamos este ‘palacio’ (la Casa Santa Marta), pero las cuentas están todas controladas, para evitar la corrupción. Porque existe siempre la corrupción en la vida pública. Sea política o religiosa. Yo recuerdo que una vez con mucho dolor he visto –cuando Argentina bajo el régimen de los militares entró en guerra con Gran Bretaña por las Islas Malvinas– que la gente daba cosas, y he visto cómo muchas personas, también católicos, que eran encargados de distribuirlas, se las llevaban a casa. Existe siempre el peligro de la corrupción. Una vez hice una pregunta a un ministro de Argentina, un hombre honesto. Uno que dejó el encargo porque no podía estar de acuerdo con algunas cosas un poco oscuras. Le hice una pregunta: Cuándo ustedes envían ayuda, sea comida, sea ropa, sea dinero, a los pobres o a los indigentes: de aquello que envían, ¿cuánto llega allí, sea en dinero o en gastos? Me dijo: ‘el 35 por ciento’. Esto significa que el 65 por ciento se pierde. Es la corrupción: una parte para mí, otra parte para mí.

¿Usted cree que hasta ahora en su pontificado ha podido obtener un cambio de pensamiento, por ejemplo en la política?

Papa Francisco: No sabría qué decir. No lo sé. Sé que alguno ha dicho que yo soy comunista. Pero es una categoría un poco anticuada. Quizás hoy se usan otras palabras para decir esto...

Marxista, socialista…

Papa Francisco: Han dicho todo esto.

Los sintecho tienen problemas económicos, pero cultivan la propia libertad. El Papa no tiene ninguna necesidad material, pero es considerado por algunos como un prisionero en el Vaticano. ¿No siente nunca el deseo de meterse en la piel de un sintecho?

Papa Francisco: Me acuerdo del libro de Mark Twain ‘El Príncipe y el pobre’. Cuando uno puede comer todos los días, tiene ropa, tiene una cama para dormir, tiene un escritorio para trabajar y no le falta nada. Tiene también amigos. Pero este príncipe de Mark Twain vive en una jaula de oro.

¿Se siente libre aquí en el Vaticano?

Papa Francisco: Dos días después de ser elegido Papa fui, como se dice de manera oficial, a tomar posesión del apartamento papal en el Palacio Apostólico. No es un apartamento lujoso. Pero es largo, es grande… Después de haber visto este apartamento me pareció un embudo del revés, es decir, grande pero con una puerta pequeña. Esto significa estar asilado. Yo pensé: ‘no puedo vivir aquí simplemente por motivos mentales. Me haría mal’. Al inicio parecía una cosa extraña, pero pedí quedarme aquí, en Santa Marta. Y esto me hace bien porque me siento libre. Almuerzo en el comedor donde comen todos. Y cuando llego antes como con los empleados. Encuentro gente, la saludo y esto hace que la jaula de oro no sea tanto una jaula. Pero me falta la calle.

Santo Padre, Marc quiere invitarle a ir a comer una pizza con nosotros. ¿Qué piensa?

Papa Francisco: Me gustaría, pero no lograremos hacerlo. Porque en el momento en que salga de aquí vendrá la gente a mí. Cuando fui a cambiar los cristales de mis gafas a la ciudad eran las siete de la tarde. No hay mucha gente en la calle. Me han llevado al óptico y he salido del carro y allí había una mujer que me ha visto y ha gritado: ‘¡Aquí está el Papa!’ Y después yo estaba dentro y fuera toda la gente…

¿Le falta el contacto con la gente?

Papa Francisco: No me falta porque la gente viene aquí. Cada miércoles voy a la Plaza para la Audiencia General, alguna vez voy a alguna parroquia: estoy en contacto con la gente. Por ejemplo ayer (26 de octubre) han venido más de 50.000 gitanos al Aula Pablo VI.

Se ve que usted disfruta de este recorrido por la Plaza durante la Audiencia General…

Papa Francisco: Es verdad. Sí, es verdad.

Su homónimo San Francisco eligió la pobreza radical y vendió también su evangeliario. En cuanto Papa y Obispo de Roma, ¿se siente alguna vez bajo presión por vender los tesoros de la Iglesia?

Papa Francisco: Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad. Por ejemplo, si yo mañana digo que La Piedad de Miguel Ángel sea subastada no se podría hacer porque no es propiedad de la Iglesia. Está en una iglesia, pero es de la humanidad. Esto vale para todos los tesoros de la Iglesia. Pero hemos comenzado a vender los regalos y otras cosas que me dan. Y los beneficios de las ventas van a Mons. Krajewski, que es mi limosnero. Y después está la lotería. Estaban los carros que han sido todos vendidos o dados a través de una lotería y lo recaudado se ha usado para los pobres. Hay cosas que se pueden vender y estas se venden.

¿Se da cuenta de que la riqueza de la Iglesia puede crear este tipo de expectativas?

Papa Francisco: Sí, si hacemos un catálogo de bienes de la Iglesia se piensa: ‘la Iglesia es muy rica’. Pero cuando se firmó el Concordato con Italia en 1929 sobre la ‘Questione Romana’ (el asunto romano), el gobierno italiano de aquel tiempo ofreció a la Iglesia un gran parque en Roma. El Papa de entonces, Pío XI, dijo: ‘no, querría sólo medio kilómetro cuadrado para garantizar la independencia de la Iglesia’. Este principio vale todavía. Sí, los viene inmobiliarios de la Iglesia son muchos, pero los usamos para mantener las estructuras de la Iglesia y para mantener muchas obras que se hacen en los países necesitados: hospitales, escuelas. Ayer por ejemplo he pedido enviar al Congo 50.000 euros para construir tres escuelas en países pobres, la educación es una cosa importante para los niños. Fui a la administración competente, hice esta petición y el dinero ha sido enviado.

Hablemos de Holanda. ¿Usted ha estado alguna vez en nuestro país?

Papa Francisco: Sí, una vez cuando fui superior provincial de los jesuitas de Argentina. Estaba de paso en el transcurso de un viaje. Estuve en Wijchen, porque allí tenían el noviciado, y estuve también en Ámsterdam un día y medio, donde visité una casa de los jesuitas. De la vida cultural no vi nada porque no tuve tiempo.

Por eso podría ser una buena idea si los sintecho de Holanda le invitasen a una visita a nuestro país. ¿Qué piensa, Santo Padre?

Papa Francisco: Las puertas no están cerradas a esta posibilidad.

Así, cuando haya una petición como esta, ¿usted la tomará en consideración?

Papa Francisco: La considero. Y ahora que Holanda tiene una reina argentina (ríe), a lo mejor.

¿Tiene quizás un mensaje especial para los sintecho de nuestro país?

Papa Francisco: No conozco bien las particularidades de los sintecho de Holanda. Querría decir que Holanda es un país desarrollado con muchas posibilidades. Yo pediría a los sintecho holandeses continuar luchando por las tres ‘t’.

Al final, también Marc hace algunas preguntas. Quiere saber, entre otras cosas, si el Papa de pequeño soñaba ya con ser Papa. El Santo Padre responde con un resuelto ‘No’.

Papa Francisco: Pero haré una confidencia. Cuando era pequeño no existían los negocios donde se vendían las cosas. En lugar de ellos existía el mercado donde se encontraba el carnicero, el frutero, etc. Yo iba con mi madre y mi abuela para hacer la compra. Era pequeñito, tenía cuatro años. Y una vez me preguntaron: ‘¿Qué te gustaría ser de mayor?’ Y dije: ‘¡Carnicero!’.

Para muchos hasta el 13 de marzo de 2013 (día en que fue elegido Papa) usted era un desconocido. De un momento a otro se convirtió en famoso en todo el mundo. ¿Cómo vivió esta experiencia?

Papa Francisco: Llegó y no lo esperaba. No perdí la paz. Y esto es una gracia de Dios. No pienso tanto en el hecho de que soy famoso. Me digo a mí mismo: ‘ahora tengo un puesto importante, pero en diez años ninguno me conocerá más’ (se ríe). Sabe, hay dos tipos de fama: la fama de los ‘grandes’ que han hecho grandes cosas, como Madame Curie (una famosa física, matemática y química polaca), y la fama de los vanidosos. Esta última fama es como una pompa de jabón.

Usted dice ‘ahora estoy aquí y debo hacer lo mejor’ y ¿continuará este trabajo hasta cuando no esté en condiciones?

Papa Francisco: Si

Santo Padre, ¿se puede imaginar un mundo sin pobres?

Papa Francisco: Yo querría un mundo sin pobres. Debemos luchar por esto. Pero yo soy un creyente y sé que el pecado está siempre dentro de nosotros. Y la codicia humana existe siempre, la falta de solidaridad, el egoísmo que crea los pobres. Por eso me parece un poco difícil imaginar un mundo sin pobres. Si usted piensa en los niños explotados por el trabajo esclavo, o en los niños explotados por abuso sexual. Y otra forma de explotación: asesinar a los niños para sacarles los órganos, el tráfico de órganos. Asesinar a los niños para quitarles los órganos es codicia. Por eso no sé si lograremos este mundo sin pobres, porque el pecado existe siempre y nos lleva al egoísmo. Pero debemos luchar, siempre, siempre.

(Traducido del italiano por Álvaro de Juana)(ACI)