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Cantante abandona fama por no abandonar pudor
29 - 10 - 2013 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

¿Cuántas jóvenes dirían que no al papel de protagonista del musical del año, además en televisión en directo, para defender el propio pudor? Maria Luce Gamboni, 18 años, lo ha hecho. Elogio del pudor y comentarios. ¿Es un valor para los grupos, movimientos, instituciones católicas?

 La ópera, adaptada de Shakespeare, con la música de Gérard Presgurvic y la dirección de Giuliano Peparini, es una gran producción con la marca de David Zard que ha conquistado casi dos millones de espectadores y vendido seis millones de discos en el mundo. Actualmente el espectáculo se ha instalado en veinte países, entre ellos Italia. Los número son importantes: más de 5 millones de euros para formar un equipo de 45 artistas en el escenario. 35 técnicos. 22 personas en la producción, un equipo de intérpretes internacionales, más de 250 vestidos… En la lista, sin embargo, falta el nombre de la joven de 18 años, de Pesaro, Maria Luce Gamboni. Y aquí inicia otra historia que ha quedado hasta ahora entre bastidores.

A pesar de su corta edad, Maria Luce es considerada un talento en el campo vocal. Ha participado en el concurso Zecchino d’Oro en el 2004 y en el 2008 en el programa de la Rai Te dejo una canción. Frecuenta con provecho el último año del Liceo Clásico Mamiani de Pesaro y está en séptimo de piano en el conservatorio Rossini. Acaba de cumplir los fatídicos 18 años y la producción de Zard le comunica que ha superado la prueba. Desde julio pasa a formar parte del segundo cast del musical para interpretar nada menos que a Julieta. Es un tren que pasa solamente una vez en la vida. Maria Luce lo sabe y se sube con entusiasmo. Firma el contrato y se traslada a Roma. Decide incluso perder un año en el conservatorio. Todo va sobre ruedas hasta que el director le comunica que en el segundo acto está prevista una escena de semidesnudo. Maria Luce no está conforme «porque –explica- en el contrato no figuraba ningún requisito de este tipo».
 

Antes su conciencia que su carrera
En un primer momento el director se muestra de acuerdo con ella y la joven continúa durante casi dos meses con sus diez horas de ensayos al día. Posteriormente, una semana antes del estreno, la petición se vuelve a presentar: o haces la escena como está prevista o no participas en el espectáculo. Maria Luce dice no. Sus principio y su conciencia prevalecen. Anula el hotel que había reservado en Verona y regresa con su familia. «Nos ha disgustado muchísimo perderla –dice ahora Giulia Riccardi, que se ocupa de la promoción del musical- porque Maria Luce tiene una voz preciosa y es una espléndida persona, pero hemos comprendido su elección. Ha dejado una producción que habría podido llevarla a una fama importante y quizá ha demostrado más valentía así de la que le habría servido para salir a escena con transparencias».

De regreso a las clases del Liceo Maria Luce se ha comunicado con sus compañeros de clase a través de una carta. «Querría dirigirme a mis coetáneos y a las mujeres –escribe Maria Luce- porque me he sentido un objeto en las manos de quienes me querían usar a mí y a mi feminidad para su propio éxito. He perdido porque no he conseguido lo que pedía, pero he ganado conmigo porque al dinero y a mis sueños he preferido mi pudor». Su llamada –en un mundo en el que «pudor» es una palabra pasada de moda, donde a los jóvenes se les propone un modelo de éxito vacío delante de las cámaras, desde los reality a Facebook- es «a no renunciar a las propias ideas en la vida, a defenderlas, a razonar siempre con la propia inteligencia sin dejarse arrastrar, a saber renunciar, si se ve que una cosa no es buena para uno mismo también cuando esto significa perder oportunidades».
Ahora Maria Luce contará su historia en un relato que presentará a un concurso nacional sobre el tema de los valores, porque, como dice el Papa Francisco a los jóvenes, conviene ser valientes e ir contracorriente, pero con los valores de la belleza, de la bondad y de la verdad.(Infocatólica)

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Elogio del pudor (José María Uriburu-sacerdote)

Hace unos años publiqué un Elogio del pudor (Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2000). Y en julio de 2009 dediqué al pudor tres artículos de este blog (10), (11) y (12). Pero es obvio que la situación del mundo y de la Iglesia hace necesario insistir en la predicación de esta virtud natural y cristiana. Señalo esta vez brevemente diez verdades principales.

1.–El pudor está ordenado a favorecer la castidad (STh II-II, 151,4). Y como la virtud de la castidad es tan valiosa en todos los estamentos del pueblo cristiano, por eso es también tan grave mal la pérdida del pudor. Difícil es que se mantenga firme la castidad donde reina el impudor en el vestir, en el hablar, en los espectáculos y medios de difusión. El ser humano, que está llamado a ser para sus prójimos «imagen de Dios», se degrada por el impudor, convirtiéndose en instrumento del diablo.
2.–El mundo secular apenas conoce hoy el valor del pudor, también desconocido en gran parte del mundo antiguo. Y la situación actual del mundo en el impudor y la lujuria es semejante a la que halló la Iglesia en los primeros siglos, o quizá peor.
«Si una vez retirados [los cristianos] de la corrupción del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ella y se dejan vencer, sus postrimerías se hacen peores que los principios… “Volvióse el perro a su vómito, y la cerda, lavada, volvió a revocarse en el cieno”» (2Pe 20-22). Los cristianos degradados se hicieron mundanos, ignorando que «todo lo que hay en el mundo –concupiscencia de la carne, codicia de los ojos y ostentación de la riqueza– no procede del Padre, sino que viene del mundo» (1Jn 2,16).
3.–Dios infunde el pudor en Adán y Eva, después de su pecado. Así como la predicación de la Iglesia afirmó la verdad original del matrimonio, librándolo de muchas corrupciones –«al principio no fue así» (Mt 19,8)–, también reveló al mundo con su predicación que Dios mismo, después de la caída del hombre y de la mujer, quiso al principio librarlos de la vergüenza que sintieron al verse desnudos: «les hizo vestidos y los vistió» (Gén 3,7.21). El vestido es, pues, con-natural a la naturaleza del hombre caído; y la desnudez es una indecencia y un peligro.
4.–El Evangelio del pudor fue una gran novedad que la Iglesia predicó al mundo antiguo con gran fuerza. El testimonio del pudor en los primeros siglos fue para la Iglesia ocasión de muchas conversiones, y también de muchos casos de martirio. Y así como el Occidente cristiano difundió con la luz de Cristo por todo el mundo el pudor y la castidad, ahora, caído en la apostasía, es lógicamente el mayor difusor del impudor y de la lujuria entre las naciones. Corruptio optimi pessima. Por eso es evidente que uno de los elementos de la nueva evangelización ha de ser la predicación y el testimonio del Evangelio del pudor y de la castidad, que es desconocido, es algo nuevo para el mundo y para gran parte del pueblo cristiano.
5.–El impudor es una ocasión próxima de pecado. La vanidad y la sensualidad de la mujer le llevan al impudor, y éste despierta fácilmente en el hombre la lujuria: «todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5,28). Y lo mismo, mutatis mutandis, ha de decirse del hombre en relación a la mujer. Por eso todas las formas de impudor en vestidos, palabras, costumbres, espectáculos, libros, son un escándalo.
Y «al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!» (Mt 18,6-7).
6.–La gracia de Cristo mueve al recogimiento de los sentidos, por ejemplo, el de la vista, cuando sobreviene la tentación del impudor. Y lleva también a evitar la frecuentación de aquellos lugares en los que el pudor se ve agredido con tentaciones especialmente graves, como sucede en ciertas playas o espectáculos. Si el cristiano no se ejercita con la gracia de Cristo en la mortificación habitual de sus sentidos, será para él imposible evitar el pecado y más imposible aún ir adelante en el camino de la santidad. Por eso decía San Juan dela Cruz:
«¡Oh, si supiesen los espirituales cuánto bien pierden y abundancia de espíritu por no querer ellos acabar de levantar el apetito de niñerías, y cómo hallarían en este sencillo manjar del espíritu el gusto de todas las cosas si ellos no quisieran gustarlas», etc. (1Subida 5,4-5). «¡Oh, si supiesen los hombres de cuánto bien de luz divina los priva esta ceguera que les causan sus aficiones y apetitos, y en cuántos males y daños les hacen ir cayendo cada día en tanto que no los mortifican! Porque no hay que fiarse de buen entendimiento, ni dones que tengan recibidos de Dios, para pensar que, si hay afición o apetito [desordenados], dejará de cegar y oscurecer y hacer caer poco a poco en peor» (ib. 8,6-7).
7.–El mundo presente, al ser una gran Escuela de Impudor, es por eso mismo una gran Escuela para ejercitar la virtud del pudor. El mundo trata de inculcar el impudor y la lujuria ya desde la escuela, y en todos los ambientes y ocasiones. Y esta agresión al mal solo puede ser resistida con un ejercicio muy continuo y enérgico de las virtudes. Ahora bien, como éstas crecen precisamente con los actos intensos (STh I-II, 52,3; II-II, 24,6), por eso, si cada vez que los sentidos del cristiano reciben una incitación al pecado rechaza con la gracia de Dios la tentación, crecen en él mucho el pudor y la castidad. Y crecen al mismo tiempo con ellas todas las virtudes morales, pues todas están conexas y crecen juntamente, como los dedos de una mano (I-II, 65,1). Y quiera Dios que en este santificante ejercicio el cristiano, al rechazar la tentación, no se limite a realizar actos negativos –aunque, en realidad, todos los actos son positivos–, sino que siempre motive sus negaciones con actos positivos de amor y fidelidad a Cristo Esposo: «Señor, centra en ti mi corazón por el amor, y hazlo libre de toda criatura».
8.–La predicación insuficiente del Evangelio del pudor y de la castidad es la causa principal de la degradación creciente de estas virtudes en el mundo y en la Iglesia. Concretamente la Iglesia viene sufriendo en estas materias escándalos muy dolorosos. La causa principal de éstos no es la maldad del mundo circundante, sino el silenciamiento de la doctrina cristiana sobre estas materias, e incluso una aceptación ideológica del impudor como si fuera un progreso de la conciencia moral de la humanidad moderna. Solo la predicación del Evangelio, solo la verdad, puede vencer los males del mundo o al menos hacernos libres de ellos.
9.–El pudor cristiano no se limita a no-escandalizar, sino que pretende expresar la santidad de Cristo en formas nuevas que iluminen la oscuridad del mundo con su bondad y su belleza. Los cristianos no hemos sido enviados por Cristo al mundo para no hacer males, sino para difundir y acrecentar en él toda clase de bienes. Es decir, para re-novar el mundo a la luz del Evangelio, creando nuevas formas, modas y costumbres. La mejor manera –o la única a veces– que tiene el cristiano para negarse a participar de los males presentes es afirmando nuevos bienes.
«No os conforméis a este siglo, sino transformáos por la renovación de la mente, para que procuréis conocer cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta» (Rm 12,2). «Así seréis irreprensibles, hijos de Dios sin mancha, en medio de esta generación mala y perversa, entre la cual aparecéis como antorchas en el mundo, que llevan en alto la Palabra de vida» (Flp 2,9).
10.–Laicos, sacerdotes y religiosos, todos los cristianos estamos llamados a la santidad, también evidentemente en el pudor y la castidad. En lo referente al vestir, por ejemplo, tanto las religiosas como las seglares deben ser reflejo de la santidad, pobreza y dignidad de Cristo. Aunque en modos diversos, según sus distintos estados, unas y otras deben vestir en formas absolutamente decentes. De hecho, una heterogeneidad extrema en el vestir de religiosas y laicas es ajena a la tradición católica, y solamente ha podido producirse en tiempos de apostasía generalizada entre los bautizados, y en clave de mundanización.
Que la Llena-de-gracia interceda por nosotros.
José María Iraburu, sacerdote

 

 

Elogio al pudor y comentarios


Una lectora me ha sugerido publicar un artículo partiendo de los 60 comentarios que tuvo el Elogio del pudor antes de ser cerrada la Sala de Comentarios . La idea me parece buena, y he tratado de recoger todo lo más valioso. Para facilitar la lectura, subrayo algunas frases, y sin cambiar el texto, aunque abreviándolo a veces, arreglo a veces un poquito la ortografía o la sintaxis. 
 

Observaciones previas.
El impudor y la lujuria atacan hoy a la humanidad con una fuerza invasora mayor de lo que se ha conocido antes en la historia. Hasta el tiempo de nuestros abuelos los humanos sufrían muchísimas menos agresiones habituales contra el pudor y la castidad. Estas tentaciones eran incomparablemente menores, y puede decirse que había que buscarlas –comprar una mala revista, asistir a un espectáculo obsceno, ir a un burdel– para caer en ellas. Actualmente, por el contrario, la invasión de impudor y lujuria está omnipresente: en TV, cine, internet, calles y piscinas, publicidad de perfumes, autos o de cualquier cosa, departamentos políticos sobre la juventud, colegios y universidades, fiestas, farmacias, librerías, diarios y revistas, tiendas de confección, etc. La tentación es en esta materia casi continua, y afecta no solamente a los más ricos, sino a toda la población y a todas las edades.
Incluso gran parte del pueblo cristiano está invadido por el virus del impudor y de la pornografía dura o suave –quizá ésta más peligrosa, por menos chocante–, como quizá nunca lo estuvo antes en la historia de la Iglesia. Es un virus que se halla con frecuencia presente y activo en grupos juveniles, campamentos, colegios y universidades «católicas», confirmaciones y bodas, revistas «católicas», peregrinaciones, encuentros y concentraciones, pastoral diocesana de juventud, modas, playas y piscinas, viajes de novios aún no casados, uso de Internet y de TV en hogares cristianos, en conventos, en la casa de sacerdotes, etc.
Si tenemos en cuenta que, al menos en muchas Iglesia de Occidente, por primera vez en la historia no hay apenas vocaciones sacerdotales y religiosas, abundan las herejías, un 85 % de bautizados no va a Misa ni se confiesa nunca, un 85 % de casados practica la anticoncepción en largos períodos de su matrimonio, perdura un silencio casi total sobre el pudor y la castidad, etc., no tiene nada de extraño que hoy un 85 % de bautizados acepte más o menos el impudor extremo de unas modas y costumbres que nunca fueron aceptadas en los siglos anteriores de la Iglesia. Hay en ello una perfecta coherencia con los datos que he señalado. Pero debemos señalar también, además de esta causa general, otras causas más específicas, que ya indiqué en mi artículo. La primera es recogida por un comentarista:
Comenta uno.–Ha dado Vd. en el clavo P. José María. Acierta de pleno cuando dice que la causa principal es «la aceptación ideológica del impudor como si fuera un progreso de la conciencia moral de la humanidad moderna» y, como bien comenta, esto es algo que ya no escandaliza ni a los consagrados, sino que es visto con normalidad y hasta empatía. La realidad es esta, o se está con Dios o con el mundo, no existen términos medios. 
R:Una 2ª causa. Otros hay que reconocen la maldad del impudor y de la lujuria, pero la atenúan en seguida poniéndola en comparación con otros pecados mayores. A esto hay que responder que, efectivamente, la castidad, perteneciente a la virtud de la templanza, está en el primer peldaño de la escala ascendente de la perfección. Pero habrá que reconocer que quien tropieza en el primer escalón, sin superarlo, se ve impedido de cualquier progreso posterior.
Y un 3º argumento falso suele añadirse a los anteriores. Alegan algunos –por ejemplo, en medios de la pastoral juvenil– que no conviene poner en riesgo la comunicación de las verdades fundamentales de la fe cristiana entrando a tratar del pudor y de la castidad, ya que hay una especial alergia en nuestro tiempo contra estas virtudes. Es éste un argumento que hace feliz al diablo. Pues si le dejan vía libre para cautivar a los hombres por la lujuria, especialmente a jóvenes y adolescentes, ya los cautiva en gran medida y no les deja ir adelante hacia más altos valores cristianos. Quienes por la lujuria dan culto a la criatura, no darán culto a Dios, dejarán la Misa y los sacramentos, perderán la oración, si la tuvieron, y el trastorno de las pasiones dificultará muy gravemente el desarrollo de las otras virtudes, la abnegación, la caridad, la paciencia.
En fin, voy citando una selección de los comentarios a mi anterior artículo, siguiendo ya ahora su orden cronológico.
 

Comenta un padre de familia.–Posts como estos son siempre necesarios. Apenas nadie escribe sobre el tema. Y no digamos nada sobre los que predican. En toda mi vida no he oído una sola homilía en que se hablara del tema. Y me acordaría si hubiera habido una, por lo extraño de la misma.
 

Comenta un padre.–…me pasa lo mismo que a él: no recuerdo un solo sermón donde se predique la castidad […] Parecería que hay un acuerdo tácito: en las homilías los comentarios del Evangelio no deben cuestionar las costumbres concretas al uso. Y lo peor del asunto: esto lo he comprobado muy vigente también en curas de excelente doctrina.
 

Comenta una mujer.–D. Jose Ma. si se me permite, creo que exagera un poco las tintas. Me parece natural y aun correcto clamar por el decoro que para un creyente mucho tendra que ver con el recogimiento y el recato, y para mi un poco mas con la elegancia y el buen gusto. El ‘mundo’ es el que es, podria ser mejor, sin duda. La inspiracion cristiana, la mejor, puede contribuir a ello, pienso que es muy posible; pero hay que ver las cosas con naturalidad. Yo no creo que el ‘mundo’ este bañado en la lujuria, simplemente se han superado complejos absolutamente artificiosos que tampoco elevaban la moralidad. […]
Estas chicas que pone creo que lo asumen, de hecho es lo que vi en la JMJ en una jornada que asisti de invitada o de ‘oyente’ creame que estaba mas escandalizada yo que ellas, y cuando preguntaba con … cierto animo casi inconsciente de inquisidora y evidente sorpresa me decian «y de donde vienes tu?». Al final veia tops y shorts con la misma naturalidad que ellas y los chicos, se mostraban tan llanos y con la misma desenvoltura, todo era ‘normal’.
[…] Sé que muchos recalcitrantes criticaron con ardor ese ambiente a priori tan alejado de lo que por convencion (por convencion!) ha de ser una asamblea de creyentes. Sin embargo a mi y creo que a muchos otros ‘invitados’ nos produjo una empatia que nos aproximó mucho mas a todos. Sé positivamente que mas de uno y una se convirtio, yo es cierto que a pesar del deseo de la amiga que me invito a este evento no sali convertida, pero tengo un antes y un despues del tema religioso con la JMJ. No se, les dira a esos ultraMontanos eso que tanto he oido «por sus frutos lo conocereis» […]

R:JMI.–No, no exagero. Ese «mundo bañado de lujuria» que ud. niega (TV, internet, publicidad, cine, calle, piscinas, etc.) está así diagnosticado incluso por psicólogos, sociólogos e historiadores no-creyentes. [«Hay que mirar las cosas con naturalidad»… Si eso significa con aceptación del mundo tal cual se presenta, es una norma contraria completamente al cristianismo. Y crea ud. que el pudor no nace de «complejos artificiosos» ni de puras «convenciones» sin fundamento, sino de la voluntad del Creador y de la misma naturaleza del hombre caído.
En cuando a las «conversiones» producidas por el impudor ambiental: 1.-Ya sabemos que Dios saca bienes de los males (Rm 8,28). 2.-Y que nunca hay que hacer males para que vengan bienes (Rm 3,8). 3.-En un encuentro donde hay cosas muy buenas y otras malas, los efectos positivos vienen de lo bueno, no de lo malo. 4.-Por último, notemos que un acercamiento al cristianismo que se produzca al ver que también entre los cristianos abunda el impudor no es una verdadera conversión.] 
 

Comenta una.–Muy bien recordado, padre. Ahora bien, creo que no dice nada sobre la importancia del padre de familia, del esposo, del novio, del amigo, del profesor, de los varones que quieren bien a las féminas impudorosas. Tampoco dice nada de los varones impúdicos. Si antes se veía mal a los «viejos verdes» que deambulaban por las playas o a los «piropos de albañiles» por las calles, de modo semejante a como se veía mal a «chicas normales» que salían de sus casas vestidas «como prostitutas» o que hablaban o se comportaban de modo similar, ahora resulta prácticamente imposible distinguir a unos de otros en no pocas ocasiones. Y hasta se considera «gracioso».
En fin, el verano es gran ocasión para rezar y hacer penitencia por nuestros pecados y los de nuestros hermanos.
R:JMI.–Ya he dicho en el artículo que «lo mismo, mutatis mutandis, ha de decirse del hombre en relación a la mujer. Por eso todas las formas de impudor en vestidos, palabras, costumbres, espectáculos, libros, son un escándalo». Pero por otra parte, vea usted, p. ej., la publicidad semi-pornográfica en cualquier revista: el 97% del impudor, digamos, visual, con perdón, es femenino. ¿O no? En conversaciones, p.ej., quizá, sea al revés, y los varones les «ganen» por bastante a las mujeres. Aunque vaya usted a saber… El ejemplo anterior, el de las revistas, es más obvio y verificable que éste de las conversaciones. 

Comenta una madre.–Gracias padre por enseñarnos […] Si desde los portales, revistas, publicaciones [católicas] se muestran en fotos ilustrativas a jóvenes vestidas de esta manera (y no precisamente con ánimo de crítica), es difícil a veces explicarles después a las hijas (tengo 4) que deben vestir pudorosamente, cuando ven estas cosas. 
 

Comenta un padre.–N.N., ciertamente que es difícil. Nosotros también tenemos varias hijas, ahora mayorcitas, y costó mucho en su momento. Mi esposa llevó la carga más pesada y aún ahora la veo haciendo «observaciones», pero absolutamente contenta de haber optado por el pudor. Y las hijas, que ahora disciernen cada vez más, se lo van agradeciendo de a poco.
Yo también colaboré evitando que en casa (iglesia doméstica, no lo olvidemos) se vean «esas cosas» que mencionás. Jamás consentí en pisar esa trampa cazabobos del «si no lo ven en casa, lo ven afuera». Jamás. La casa es la casa, es el «molde» en el que se vacían las costumbres de los hijos. Es un «santuario» que hay que preservar, conservar y valorizar. 
 

Comenta una.–Desde la secundaria no católica («sectaria» encima dicen algunos) que no leía algo tan apropiado sobre el tema. Ya estaba por pensar que a los católicos no les interesaba [el tema]. 
 

Comenta uno.–A ver, a mí hay una cosa que no me queda clara, ¿usted condena la forma de vestir de las chicas de la foto? Porque entonces tendríamos que condenar todas las playas de España. Recuerde: Madrid, 40 ºC, pleno Agosto y muchas, muchas horas en la calle. Por supuesto, hay lugares, situaciones y momentos en los que esa vestimenta podría considerarse inapropiada. No en las circunstancias en las que se produjo. Y, honestamente, si abroncamos a estas jóvenes católicas como las causantes de la impudicia reinante en el mundo… pues qué mal damos el tiro.
Por lo demás, coincido en la valoración del pudor como virtud natural y cristiana y en la necesidad de la predicación del Evangelio de la castidad. Pero con sentido común. No creo ni mucho menos que la desnudez sea una indecencia o un peligro. Solo hay que contemplar los frescos de la Capilla Sixtina. El problema es que la mirada del hombre sobre la desnudez humana está herida por la concupiscencia, pero la sublimación de la belleza del cuerpo ha llevado siempre a grandísimas cotas artísticas y estéticas. Cosa distinta es la hiper-erotización a la que nos tiene sometido el mundo moderno, utilizando el sexo o la voluptuosidad –especialmente femenina– como reclamo publicitario constante y continuo. Creemos un ambiente favorable a la castidad pero no nos convirtamos al puritanismo más absurdo y recalcitrante.


R:JMI.–«No creo ni mucho menos que la desnudez sea una indecencia o un peligro». En esto no concuerda ud. ni con Adán y Eva, que después del pecado sintieron vergüenza de su desnudez y se hicieron, como pudieron, unos vestidos (Gén 3,7; cf. 3,10), ni con el criterio de Dios Creador, que «les hizo vestidos y los vistió» (3,21). El Señor Dios quiso el vestido para el hombre pecador. Y ya los Padres antiguos enseñaron que en la resurrección no habrá vestidos. [La desnudez en el arte, como también en la actividad médica y sanitaria, es una realidad psicológica y moral distinta de la desnudez en la calle o en la playa. En medicina es obviamente necesaria. Y en el arte puede a veces ser digna, ennoblecida por la belleza estética, como también puede ser obscena e inmoral].
«Entonces tendríamos que condenar todas las playas», etc. Argumentar por mayorías en cuestiones de fe y moral es completamente in-significante. Supongamos con tres ejemplos que un 85% de bautizados no va a Misa, practica en su matrimonio habitualmente la anticoncepción y acepta las modas del mundo, incluido el bikini en playas y piscinas. Y supongamos que un 15 % va a Misa, no es anticonceptiva y no admite el bikini ni modas semejantes. ¿Qué pensar? Que los primeros (al menos en esas cuestiones) están errados, y los segundos están en la verdad, y son de los que «no se conforman a este siglo» y, por «la renovación de la mente», aciertan con «la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta» (Rm 12,2).
«Madrid, 40º C, pleno agosto», etc. Tampoco ese argumento vale. En el judaismo, el cristianismo, el islam, el hinduismo y en otras muchas culturas y religiones, viviendo a veces en climas muy calurosos, se han mantenido vestidos que evitaban cualquier grado de desnudez, sin que nadie haya muerto por eso de asfixia o hipertermia. [Tampoco mueren en esos ambientes otras chicas que visten decentemente, muchachos con camisa y pantalón, curas y religiosas, etc.]
«Si abroncamos a estas jóvenes católicas como las causantes de la impudicia reinante», etc. es una frase que, como ud. mismo apreciará, es falsa. Ni son causantes, ni las abroncamos. Simplemente indicamos que su modo de vestir se aproxima malamente al de las mujeres actuales mundanas, ajenas al Evangelio, y que ese modo hubiera sido considerado inaceptable durante casi veinte siglos por los cristianos. Ahora, es cierto, somos una minoría quienes predicamos en temas de pudor-castidad según la Biblia, el Magisterio apostólico, la Tradición católica y la enseñanza de los santos […] quienes estimamos indecentes (non decens, no convenientes) algunos modos, p. ej., de vestir que la mayoría considera aceptables, incluyendo la casi-total-desnudez del bikini y de otras prendas que no guardan debidamente el pudor.
Irse «al puritanismo más absurdo y recalcitrante» es necesario si se piensa así. Eso es falso. Es cierto que en algunos pueblos paganos se ha llegado a extremos como el burka, pero tales excesos han sido desconocidos en la tradición general de los pueblos cristianos. Basta haber recibido de Dios y de la Tradición católica un sentido verdadero del pudor cristiano para vivir unos modos y modas distintos y mucho mejores que los del mundo: mucho más conformes con la voluntad de Dios (que «vistió» a los pecadores) y mucho más convenientes (decens) para la humildad y la castidad de los propios pecadores, hombres y mujeres, que todos lo somos.

Comenta un padre.–No dejaría a mis hijas vestir así [como la imagen del post comentado]. Usted es una voz en el desierto y necesitamos oir esto más. Nuestro consenso en seguir las modas nos insensibiliza a la realidad y al Evangelio. Usted dice la verdad. Es chocante como se visten las chicas de colegios católicos –y de Universidades católicas–. En muchos barrios, peor que las que van al Instituto. Este tema molesta mucho a los padres […] y educadores que no quieren diferenciarse del mundo.
 

R: JMI.–[En el mejor de los casos elogian el pudor; pero nunca impugnan públicamente con fuerza y claridad el impudor reinante. Por eso les molesta muchísimo que se diga lo que ellos no dicen. Es lógico.]
 

Comenta uno.–[…] creo sinceramente que entre las mujeres católicas, por ejemplo, está extendido el uso del bikini –cuando debe y como debe usarse, claro está– y no ha habido pronunciamientos magisteriales contundentes de condena. Caso contrario a cuando parecía que el uso de la píldora podía extenderse entre las mujeres católicas: ahí actuó rápido la Iglesia y expuso nítidamente que cualquier forma de anticoncepción, en sí misma, es mala.
Sobre los 40º el Madrid estival de la JMJ, creo que sí tiene su importancia considerarlo […]
 

R:JMI.–[No hay cuándo, dónde ni cómo lícito para el bikini, que es casi la desnudez total]. El Magisterio apostólico no ha sacado ningún documento sobre el bikini, obviamente; pero ha dado mucha doctrina y exhortaciones sobre el pudor y la castidad. Y en todo caso, el Magisterio enseña cuando habla, no cuando calla o habla poco […]
Lo de los 40º no convence. Los beduinos en el desierto se tapan bien para defenderse del calor del sol. Y no lo hacen ni por pudor ni por mortificación. 
 

Comenta una.–Sobre el argumento de los 40º. […] piensen en las bodas entre católicos, incluso católicos practicantes: el novio, padrino y los invitados van con camisa, corbata, chaqueta o variantes, pantalón largo, calcetín y zapato. La novia, madrina y las invitadas van […] ¿Es que no hace el mismo calor para hombres y mujeres?
Lo mismo ocurre en los trajes de ceremonia de entrega de premios, de los músicos de orquesta, de las presentadoras de informativos y otros programas televisivos… ¿Los hombres de traje chaqueta o todo lo más camisa sin corbata y pantalón largo sport y zapato sin calcetín; la mujer de camiseta o de traje de tirantes, con muchos abalorios o collares, y falda que no cubra ni mucho menos la rodilla, sandalia que ilustre convenientemente tobillo pie y uñas pintadas, toda ella generosamente bronceada y maquillada?… ¿Pudor y austeridad? 
 

Comenta una madre.–Gracias por este artículo. […] «Usted dice la verdad». […] Esas chicas de la imagen, con sus camisetas de tirantillos o sin tirantes, y con sus shorts dejando ver bien las piernas, no tienen la menor idea las pobres de lo que es el pudor cristiano. Y la mayor culpa la tienen los padres y los educadores (parroquia, colegios ¿católicos?, universidades ¿católicas?, grupos y movimientos juveniles, que de todo esto, no tienen ni idea. 
JMI.–[O si la tienen ponen buen cuidado en silenciarla.]

Comenta uno.– […] Verá, Padre, como soy profesor en un Instituto de Enseñanza Secundaria, comprendo pefectamente su punto de vista sobre el pudor. Las «niñas» que vienen a clase en esta epoca primaveral, no van como las de la foto que nos ha puesto, sino que llevan vestimentas mucho más sugerentes y enseñan mucho más de sus excelencias anatomicas […]. Cuando era más joven recuerdo que temia la llegada dela Primavera, porque mis respuestas a tales estimulos visuales, eran a veces cuasi instintivas, lo que producía un choque tremendo entre mis isntintos y mi sentido de responsabilidad profesional.
Entonces pensaba (como veo que usted tambien piensa) que no deberían permitirse estos excesos (mas bien defectos) en el vestir de las alumnas (cosa que se tiene en cuenta en otras zonas del mundo, como los EEUU). Pero pensase lo que pensase, la situación ha sido no solo aceptada sino (yo creo) que promovida. Las jovencitas se visten como prostitutas (permitame ser claro) y no hay manera de hacerles ver que eso es algo que no es correcto en un centro de enseñanza. Por supuesto, no se trata solo de las prendas, sino el modo en que las exhiben. Sus contorneos, sus sonrisas, sus miradas… todo va en el sentido de hacer perder el equilibrio mental (yo diria que hasta físico […]) de los destinados a calificar sus conocimientos académicos. (No es lo mismo, creame, discutir la nota con un muchacho que que una muchacha en esta epoca del año)
Pero bueno, a lo que iba. Con la edad me he ido adaptando y hoy me encuentro cómodo y divertido en medio de la situación. Confieso que sonrío abiertamente cuando una fémina vestida con shorts (de lo más short) […] se aproxima a mí con la loable intención de hacer que me suba la tensión (y de paso hacer que le suba un punto la nota del examen). Me hace hasta reir cuando noto sus miradas seductoras sobre mí, (jejeje), pero reconozco que la mella que hacen en mí es muy pequeña ya, no porque esté fuera de juego, sino porque lo hago en otra division. En otras palabras: He aprendido a aceptar que forma parte del juego femenino, el conseguir cosas haciendo uso de su capacidad de excitar al hombre (al menos en su imaginación). Como profesor, he aprendido a vivir en medio de este juego, y he llegado a aceptarlo, e incluso a disfrutar de él (evidentemente sin caer en sus trampas y celadas que, por cierto, son completamente ingenuas dada su corta edad).
Y permitame que le diga, que prefiero un mundo así que un mundo en el que las muchachas vayan tapadas hasta el tobillo, y con un velo que cubra sus cabellos (es lo que los musulmanes proclaman a viva voz, que sus mujeres son castas en comparación con las «cristianas»). Para mi una muchacha bonita, luciendo sus piernas juveniles, ha llegado a ser una estampa habitual en mi vida, sin que ello suponga el menor problema ni sobresalto emocional. Disfruto de su belleza, como se disfruta de la belleza de un cuadro impresionista, con la diferencia de que esta es una belleza viva, que provoca respuestas más intensas que un simple óleo. Y mi papel es claro en todo momento: siendo su profesor les enseño a mantener la distancia (aunque no el pudor). Y, por supuesto, la finura. Porque el atractivo sin finura es como una bonito paisaje lleno de basura.

R:JMI.-Describe ud. el acrecentamiento enorme del impudor con gran claridad y verdad [hasta casi pasarse: «Las jovencitas se visten como prostitutas»]. Pero finalmente yerra en cuanto a la valoración de ese proceso. No tiene nada de positivo, es contrario a la voluntad de Dios, que quiere a los pecadores «vestidos», y contrario a la conveniencia de las pecadoras (orgullo, vanidad, dietas severisimas para poder lucir semi-desnudas, impudor, culto al cuerpo, lujuria) y contrario a los pecadores (malos pensamientos, malos deseos, malas conversaciones, malas acciones de lujuria). Tantas adolescentes y jovencitas embarazadas, ya en los colegios (como ud. bien sabe: las estadísticas negativas en esto son siempre crecientes). Tanta abundancia de anticonceptivos físicos o químicos, y si fallan, abortos, o mucho más frecuentemente, abortos secretos: píldora postcoital.
Su adaptación personal a la situación [«visten como prostitutas»], tal como la explica, me parece patética. Y describe con gran realismo la parte que corresponde a los educadores en este proceso degradante de niños y adolescentes, jóvenes y adultos. Dios acreciente en la mente y en el corazón de ud. la acción de su gracia y lo convierta, haciéndole apóstol positivo del pudor y de la castidad. [¿Si padres, maestros y curas no enseñan lo que deben a los/las jóvenes, qué será de ellos, pobreticos?]
 

Añado. Un vestido digno de quien es un miembro del mismo cuerpo de Cristo, es decir, de un templo de la Sma. Trinidad, no tiene por qué ser tipo burka. La historia de la Iglesia tiene veinte siglos de experiencia sobre cómo debe vestir una mujer cristiana. 
 

Comenta uno.–Lo primero mis felicitaciones. […] Lo segundo, una duda relacionado con el tema del pudor y la evangelización. En una sociedad como la actual, muy alejada de los valores católicos, se hace muy difícil convencer a los católicos «light» de determinadas cuestiones (pecado, infierno, gracia, confesión, castidad, etc…). Por defender la Verdad de la Iglesia, muchas veces serás tildado de poco menos que de anormal (es una cruz que hay que llevar). Ahora bien, si además de lo anterior tengo que convencer a mis sobrinas de que no vayan a la playa en biquini, es que directamente dejan de hablarme. Yo considero los biquinis inmorales pero, dado el ambiente reinante, si quiero que me escuchen en temas más importantes (castidad, matrimonio, aborto) no sé si debo predicar el relativamente secundario (y todavía más incomprendido) pudor. La pregunta sería: a efectos prácticos de la evangelización, ¿existe una necesaria gradación y priorización en la predicación [del pudor], o hay que entrar con toda la artillería? Por otro lado pienso que si no vives como piensas acabaras pensando como vives, y en este caso acabaras perdiendo el pudor moral y con el todo lo demás, hasta finalmente perder el alma.

R: JMI.–Gracias por su gratitud. En cuanto a su consulta creo que, como dice Sta. Teresa, «haya en todo discreción». En todas las acciones, también en las apostólicas, hay que guiarse por la virtud de la prudencia. Ella rige incluso el ejercicio concreto de la caridad. ¡Manda sobre la reina de las virtudes! (ya me entiende). Hemos de estimar sobremanera la virtud de la prudencia, que es perfeccionada en su ejercicio concreto por el don de consejo (don del Espíritu Santo), que sin discurso mental, da como por instinto ciertísimo el conocimiento de lo que conviene en cada caso.
A la hora de dar el Evangelio hay que mirar muy atentamente la situación de la persona o del grupo, y como no se pueden comunicar de una vez TODAS las verdades cristianas, hay que ir dando las verdades «prudentemente», siempre con la intención de darlas TODAS, es decir, de la plenitud de la verdad cristiana.
Y siempre con tendencia a dar prioridad a las verdades más fundamentales: que hay Dios, que Cristo es Dios, que Cristo se manifiesta y actúa en la Iglesia, que los actos de esta vida presente tienen una repercusión eterna de premio o de castigo, que las cosas no hay que considerarlas con un relativismo sistemático («pues a mí me parece, pues tal me dijo que»…), sino según las enseñó Cristo y enseña la Iglesia, etc. Y en esa serie de comunicación de verdades «llegar» así al tema del pudor o la castidad cuando convenga.
Pero ojo, puede haber casos en que convenga «comenzar» por ahí, dar a la persona un buen electroshock [sobre una cuestión de moral concreta] que abra su corazón a las verdades más fundamentales. No es lo más frecuente, pero puede ser. Mire el caso de Jesús, cuando, como quien no quiere la cosa, le suelta a la samaritana, nada más conocerla, que a ver qué es eso de haber tenido cinco maridos y vivir ahora con quien no es su esposo (Jn 4). La mujer se conmocionó, se abrió a la fe en Cristo, y se fue a comunicar a los de su pueblo que a su entender había encontrado al Mesías. Ahí tiene ud. 

Comenta uno.–Artículo muy oportuno dada la época veraniega y sus vestimentas de estética erótica manifiesta. Es lamentable que como consecuencia del amodorramiento social y espiritual se haya producido un vuelco de valores evidente. Recordemos que en España mientras hace pocos años muchos padres mandaban a la cama por un beso de soslayo en una película, hemos llegado a padecer pornografía en abierto y a diario en la televisión, anuncios explícitos de prostitución en la prensa, la perversión maruja y tácita de las revistas, estética de prostitución en niñas y en mamás no tan niñas. A mi modo de ver aquí es de aplicación la afirmación paulina «la caridad es decorosa, no se engríe». Muchas mujeres engreídas están hoy faltando a la caridad y a la modestia tan valiosa para ellas.
También hay hombres pero el problema es mucho menor porque Satanás sabe bien que a la mujer un hombre eróticamente vestido le puede provocar más bien asco; por eso se ceba en las mujeres que sí ayudan a la caída de otros hombres además de a la suya propia con un aspecto burdelesco. […] 

Comenta una.–Suscribo al cien por cien lo que dice el Padre Iraburu […]. Hay chavalitas que visten así para provocar, otras porque es la moda, otras porque ni se les ocurre pensar (nadie se lo ha dicho y siempre han visto este tipo de prendas) que sea malo, bueno o medio pensionista.
Cualquiera que vaya a una tienda de moda para chicas jóvenes puede comprobar que tienen muy pocas cosas decentes y que hay que tener las ideas muy claras para buscar y buscar cosas decentes no solo para una católica sino para cualquier mujer decente. No las disculpo, simplemente comento esta difucultad.
En realidad, si somos buenos cristianos, tendríamos el mismo rasero para todos, pues todos tenemos la misma vocación. Por ejemplo: ¿Un cura de bien estaría en esta playa en la que estoy? ¿No? Pues entonces yo tampoco pinto nada aquí. Es que entonces no puedo ir a la playa. Bueno, no pasa nada, hay millones de personas que no lo hacen, qué menos que no lo hagamos nosotros por no ofender a Dios. Una vida coherente, basada en la oración, los sacramentos y el sacrificio, da fuerzas para hacer lo que Dios nos manda para que seamos felices. (Los Mandamientos nos hacen felices, no nos fastidian la vida ni con 40º ni con 6 bajo cero)

R:JMI.–Bien dicho todo, ésa es la cosa. Una cristiana ¡miembro del mismo cuerpo de Cristo!! (sic), sea niña o adolescente, joven, adulta o anciana, novia, casada, soltera sin compromiso, viuda, con trabajo o en paro, esté en la ciudad, el campo, la playa, el supermercado, la calle, la iglesia, sea laica, religiosa activa o contemplativa, miembro de un movimiento, grupo, instituto secular, estudie en un centro privado católico o en uno público, sea pobre, rica o maomeno, haga 40º o -6º, en primavera, verano, otoño e invierno, en la oficina o en la fábrica, en casa o en la calle, celebrando un bautizo, una primera comunión o confirmación o boda (o funeral), siempre tiene que vestir decentemente, expresando su condición de ¡¡miembro del cuerpo mismo de Cristo!! (sic), imagen de Dios, icono de la Virgen María.
Y todo lo demás son pamplinas, engaños del diablo, del mundo y de la carne, cristianismo descafeinado, falsificado, mundanizado, degradado, «light», sal desvirtuada, luz apagada, corrupción de lo mejor, y no es ayuda sino obstáculo para la salvación y la santidad (= skándalon: trampa para hacer caer). (
Comenta una esposa.–Sí, Padre Iraburu: emisoras «católicas», revistas «católicas», libros «católicos», tertulias «católicas», cursillos «católicos» … en fin. Estamos rodeados. En todo lo que puede influir en el pensamiento y la moral del católico de a pie. En todas partes encuentro esa afirmación: «Dentro del matrimonio, vale todo». Y no se corrige. Luego pedimos «peras al olmo». Pero no puede dárnoslas. Estas chicas jóvenes […] nacen de una familia y vienen de un ambiente. Digamos que casi peor si las pobres se han confesado con un sacerdote que no tiene claras las cosas, o han leído un libro de un «especialista católico titulado» en el tema o asistido a algún cursillo sobre la sexualidad, dado por catequistas acreditados, dentro de su ámbito católico…

¿Para cuándo una reacción a esto? 
Comenta un padre.–Padre, por favor permítame poner en un «cuadro de honor» a esta expresión afortunadísima [de N.N.]: Sí, Padre Iraburu: emisoras «católicas», revistas «católicas», libros «católicos», tertulias «católicas», cursillos «católicos» … en fin. Estamos rodeados. ¡¡Estamos rodeados!!! Sí, ciertamente que lo estamos. En nuestra propia casa estamos rodeados.
Pero Dios aprieta pero no ahoga. Tenemos los sacramentos. Tenemos al Papa. Tenemos buenos obispos, excelentes sacerdotes y laicos de innegable testimonio y doctrina. Tenemos a Gratis Date, Infocatólica y muchos otros medios al alcance de cualquiera. Es cuestión de saber y de atreverse a elegir bien. Y de pedir la gracia de no errar en la elección.
 

 

Comenta una esposa.–Padre Iraburu: gracias por traer el texto de San Pablo [1Cor 7,3-5]; creo que después de escuchar las quejas de unos (siempre dicen que ellas no hacen más que negarse) y de otras (que son unos sátiros o que van a lo suyo), se debería de grabar con letras de fuego a los pies de los lechos, para que lo lean mil veces y lo tengan claro, tanto las unas como los otros.
Totalmente de acuerdo con usted, ¿en qué cabeza cabe recomendar obras como esos tipos de manuales? Eso es abrir la puerta a vejaciones, degradaciones, indignidades, abusos e incluso por la falta de respeto que conlleva, a malos tratos. Un desastre.

Comenta una esposa.–Y déjeme que le comente otra cosa. ¿Entre impudor generalizado y anticoncepción parece que hay una relación, no?

R:JMI.–Como la virtud del pudor es defensa de la virtud de la castidad, cuando se va perdiendo el pudor se va perdiendo o deteriorando la castidad. Es lo normal. Y si se deteriora la castidad, vendrán los anticonceptivos en los jóvenes y también en los matrimonios. La relación parece evidente. Ya la persona se ha acostumbrado a buscar la unión sexual (fuera o dentro del matrimonio) sin atenerse a la ley de Dios, a Su voluntad, sino prefiriendo atenerse a su propia voluntad. O sea que sí, aunque no siempre y de modo necesario, el impudor lleva a la fornicación y a la profanación del matrimonio, acudiendo en ambos casos a la anticoncepción.
Y otra cosa muy importante. Cuando es silenciado el Evangelio del pudor y de la castidad vienen juntos todos esos males, y algún otro, como el aborto (si fallan los anticonceptivos). Le cedo aquí la palabra al Obispo Víctor Galeone, de San Agustín (Florida, USA), en una carta pastoral (15-11-2003). Él habla porque cree en la doctrina católica.
Consigna Mons. Galeone primero unos datos de situación en su nación. Son datos objetivos: el divorcio se ha triplicado, las enfermedades sexuales han aumentado de6 a 50, crece la pornografía en todos los campos, aumenta la esterilización y la reducción extrema del número de los hijos, etc. Y declara que, a su juicio, la causa principal de todos esos males está en la anticoncepción generalizada.
«La práctica [de la anticoncepción] está tan extendida que afecta al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio, implicando a todas las denominaciones» (se refiere a todas las confesiones cristianas, también a la católica). «La gran mayoría de la gente de hoy considera la anticoncepción un tema fuera de discusión». Y describe de modo impresionante el enorme deterioro que la anticoncepción crónica produce en la vida del matrimonio y de la familia. Es un horror.
«Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy crítico con las parejas que utilizan anticonceptivos. En realidad, no las estoy culpando de lo ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con raras excepciones, los obispos y sacerdotes somos los culpables debido a nuestro silencio».
Concluye con algunas normas prácticas «para ir en contra del silencio que rodea la enseñanza de la Iglesia en esta área», pidiendo en el nombre de Cristo, como Obispo de la diócesis, que se difunda y se cumpla la doctrina católica en estas materias en confesiones, homilías, cursos de preparación al matrimonio, catequesis y escuelas superiores.
Mientras no se prediquen suficientemente las verdades de Cristo sobre el pudor y la castidad, y mientras no se impugne suficientemente el impudor, la fornicación, la anticoncepción, la pornografía (activa y pasiva: TV, internet, playas, no-guarda de la vista, etc.), iremos de mal en peor en estas materias.
No hay otro camino de salvación. Cristo inicia la liberación del hombre por la verdad, sacándolo por la luz de la fe de la cautividad tenebrosa del diablo, padre de la mentira. «Padre, santifícalos en la verdad» (Jn 17,17). No hay otra vía de salvación. «El justo vive de la fe» (Rm 1,17). 

Comenta uno.– […] Una de las más grandes aportaciones magisteriales de Juan Pablo II ha sido la llamada «teología del cuerpo». Hombre y mujer están llamados a amarse «a través» del cuerpo. Por lo tanto, dentro de un matrimonio católico, el que se quiera mejorar la vida sexual de los cónyuges potenciando el aspecto unitivo sin olvidar el procreativo no me parece ni mucho menos inmoral. Así que no me parece nada mal que de estos temas se hable en círculos católicos, parroquias, cursos de cristiandad… Con el debido decoro, prudencia y pudor, por supuesto. Pero sin prejuicios absurdos. Un sano placer ordenado a los fines del matrimonio, buscado no como fin egoísta sino como instrumento de amor, es querido por Dios y santifica a los cónyuges.
R:JMI.–Las 129 excelentes catequesis de Juan Pablo II a las que Ud. alude las tenemos editadas en la Fundación GRATIS DATE en un gran cuaderno A4, a dos columnas, de 186 pgs. El amor humano en el plan divino. [Claro que es bueno hablar del pudor y de la castidad con pudor y castidad.] 
 

Comenta un sacerdote.–«Si un lugar está muy oscuro ¿qué pasa ahí? Muy simple: que apenas hay luz» […] Como Vd. dice, la oscuridad es falta de luz… porque los que tendríamos que darla no iluminamos. Las ovejas van a donde las lleva el pastor. Si los grupos juveniles católicos no dan ejemplo, en esto como en todo ¿quién lo hará? Y si el formador de esos grupos, no les enseña y exige con suavidad y firmeza ¿quién lo hará? 
José María Iraburu, sacerdote(Infocatólica)