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Dura prueba de sacerdote argentino
06 - 10 - 2013 - DESAFIOS - Escándalos

Según el defensor del padre Julio Cesar Grassi una arbitraria decisión lo manda preso cuando aún no tiene sentencia definitiva la pena que se le impuso. Además  nunca mostró conducta evasiva ni dejó de presentarse a los requerimientos judiciales en el larguísimo proceso. Su vida en la cárcel.

Los primeros días en prisión son los más difíciles. Los más duros. Y los más largos. El padre Julio César Grassi (59) atraviesa la etapa de adaptación, que incluye una serie de entrevistas con psicólogos y psiquiatras que tienen como objetivo trazar su perfil y definir la estrategia para que el período de iniciación carcelaria no sea tan violento.
Por estas horas, Grassi ocupa parte de su tiempo en cuestiones de rutina. No obstante, en estos primeros cuatro días recibió a dos de sus cuatro hermanos y habló personalmente con el capellán de Campana, quien estará a su lado mientras dure su estadía en prisión.
Según fuentes consultadas por Perfil, el cura fue alojado en el pabellón seis de la Unidad Penitenciaria N° 41 –que actualmente alberga a cerca de 500 presos– junto a otros treinta detenidos más, muchos de ellos acusados por delitos contra la integridad sexual. El dato es que uno de sus compañeros es otro cura , José Antonio Mercau, condenado a catorce años de prisión por abusar de cuatro menores.
Mercau es más joven que Grassi: tiene 57 años y pertenece a la diócesis de San Isidro. Al igual que el fundador de Felices los Niños tenía a su cargo decenas de chicos que llegaban al Hogar San Juan Diego, en la localidad de El Talar de Pacheco, víctimas de maltrato o abandono.
En el año 2005, cuatro menores de 11 a 14 años lo denunciaron penalmente. Seis años después, el cura reconoció su responsabilidad y finalmente fue declarado culpable en un juicio abreviado.

Perdiendo el tiempo.
Grassi no está cómodo ni a gusto en la cárcel por una sencilla razón: cree que su detención es una verdadera pérdida de tiempo para la sociedad. “Está caído, deprimido. No logra adaptarse ni se muestra interesado en realizar actividad alguna”, cuenta un vocero consultado. De hecho, rechazó un pedido de entrevista solicitado por Perfil.
Su rutina carcelaria comienza a las 7.20 de la mañana. A esa hora los guardias ingresan en su sector para realizar el primer recuento del día. De paso dejan rodajas de pan y mate cocido para los que tengan ganas (y ánimo) de desayunar. Si no tiene actividad en otro sector del penal, como mucho podrá caminar por el patio interno que tiene el pabellón. Cerca del mediodía llega el almuerzo y, promediando las 20, la cena.
Los voceros dijeron que Grassi duerme con otros dos presos, en un calabozo que tiene capacidad para seis internos. Como cualquier celda, no tiene muchas comodidades: una mesa con dos banquetas de hormigón ofician de escritorio, y un viejo televisor ofrece la posibilidad de seguir en contacto con el mundo exterior.(Perfil.com)