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Santo Padre:«¡Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio!»
22 - 09 - 2014 - PAPADOS - Francisco

Papa Francisco se reunió con los líderes de las comunidades religiosas albanesas: habló sobre la difusión en el mundo de ese «enemigo insidioso» que es la intolerancia. Hay que partir de la propia identidad, o se corre el riesgo de caer en un «diálogo fantasma»

«¡La religión es auténtica fuente de paz y no de violencia! ¡Matar en nombre de Dios es un gran sacrilegio! Discriminar en nombre de Dios es inhumnao». Lo dijo Papa Francisco al reunirse con los líderes religiosos en la Universidad Católica Nuestra Señora del Buen Consejo de Tirana. Durante el encuentro con los líderes de las cinco mayores comunidades religiosas del país (musulmanes, bektashíes, católicos, ortodoxos y evangélicos), el Papa recordó que Albania ha sido «tristemente» testigo de las violencias y los dramas que puede «causar la exclusión forzosa de Dios de la vida personal y comunitaria».


En su saludo inicial al Papa, el arzobispo de Scutari, Angelo Massafra, dijo que es hora de «pasar de la intolerancia a la fraternidad». «Cuando, en nombre de una ideología, se quiere arrancar a Dios de la sociedad –dijo–, se acaba por adorar ídolos, y muy pronto se pierde el hombre a sí mismo, se pisotea su dignidad, se violan sus derechos. Ustedes saben a qué brutalidades puede conducir la privación de la libertad de consciencia y de la libertad religiosa, y cómo de esta herida se genera una humanidad radicalmente empobrecida, porque carece de esperanza y de referencias ideales».


«Los cambios que se han verificado a partir de los años 90 del siglo pasado –continuó Francisco– tuvieron como efecto positivo la creación de las condiciones para una efectiva libertad de religión. Esto ha permitido que todos puedan ofrecer, incluso a partir de la propia convicción religiosa, un aporte para la reconstrucción moral, antes que económica, del país».


Juan Pablo II, en 1993, recordó Francisco, dijo también en Albania que «la libertad religiosa es un baluarte en contra de todos los totalitarismos y un aporte decisivo para la fraternidad humana»: la verdadera «libertad religiosa huye de las tentaciones de la intolerancia y del sectarismo, además de promover actitudes de diálogo respetuoso y constructivo».


«No podemos dejar de reconocer –dijo Francisco– que la intolerancia hacia quienes tienen convicciones religiosas diferentes de las propias es un enemigo muy insidioso, que, desgraciadamente, se va manifestando hoy en diferentes partes del mundo. Como creyentes, debemos estar particularmente atentos para que la religiosidad y la ética que vivimos con convicción y que atestiguamos con pasión sean expresadas siempre con actitudes dignas del misterio que pretenden honrar, rechazando con decisión como no verdaderas, porque no son dignas ni de Dios ni del hombre, todas las formas que representen un uso desfigurado de la religión».


Pero la libertad religiosa, explicó el Papa, no puede ser garantizada «únicamente por el sistema legislativo vigente, aunque sea necesario: ella es un espacio común, un ambiente de respeto y colaboración que debe ser construido con la participación de todos, incluso de quienes no tengan ninguna convicción religiosa». «No se puede dialogar si no se parte de la propia identidad», subrayó el Papa.


El Papa indicó dos de las actitudes correctas para promoverla: «Ver en cada hombre y en cada mujer, incluso en todos los que no pertenezcan a la propia tradición religiosa, no rivales y mucho menos enemigos, sino hermanos y hermanas», porque «quien está seguro de las propias convicciones no necesita imponerse, ejercer presiones sobre el otro: sabe que la verdad tiene una fuerza propia de irradiación». Todos «dependemos los unos de los otros, estamos encomendados los unos a las curas de los otros. Cada tradición religiosa, desde el proprio interior, debe lograr expresar la existencia del otro».


La segunda actitud es el compromiso por el bien común. «Cada vez que la adhesión a la propia tradición religiosa hace que germine un servicio más convencido, más generoso, más desinteresado para toda la sociedad, hay auténtico ejercicio y desarrollo de la libertad religiosa. Esta, entonces, se muestra no solo como un espacio de autonomía legítimamente reivindicado, sino como una potencialidad que enriquece a la familia humana con su progresivo ejercicio. ¡Entre más se esté al servicio de los demás, más se es libre!».


Y, como compromisos específicos, el Papa indicó las «necesidades de los pobres» y las vías que la sociedad debe encontrar para llegar a una «justicia más difundida, hacia un desarrollo económico incluyente». En estos campos de acción, «hombres y mujeres inspirados en los valores de las propias tradiciones religiosas pueden ofrecer un aporte importante, es más, insustituible. Este es un terreno fecundo también para el diálogo interreligioso».


 Al final del discurso escrito que tenía preparado, el Papa añadió: «Hay un principio claro: no se puede dialogar si no se parte de la propia identidad; ¡sería un diálogo fantasma! Cada uno de nosotros tiene la propia identidad; caminemos juntos sin hacer finta de tener otra, esto sería relativismo e hipocresía. Tenemos en común la vida, la buena voluntad de hacer el bien a los hermanos y cada uno ofrece al otro el testimonio de la propia identidad».

Al ver al grupo de religiosos que estaba reunido a su alrededor, bromeó: «Parece un partido de fútbol: los católicos de un lado y todos los demás del otro».(VATICAN INSIDER)