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La cultura a merced del Estado Islámico
13 - 09 - 2014 - CULTURA - Arte

Los costos humanos, es obvio, son la preocupación principal en este tremendo periodo de terror que azota a Irak y a Siria. Pero la historia de la civilización, con huellas que van desde tabletas de piedra y esculturas de leones junto a antiquísimos monasterios, cantos y por si fuera poco lenguas, corren el riesgo de extinguirse bajo el inhumano califato.

El mundo ha sido testigo de la explosión de la tumba de Jonás, mezquita en que, según la tradición, estaba sepultado el profeta que predicó a los habitantes de Nínive. Ahora se cree que hallazgos arqueológicos de valor inestimable puedan ser sujetos al tráfico para financiar aún más una jihad que cuenta ya con abundantes financiamientos.

Un reporte difuso esta semana por Amnistía Internacional explica el fenómeno que la misma organización ha definido “limpieza étnica en Irak”. Además de matar cristianos, yadizi y otras minorías religiosas, el Estado Islámico está obligando a estas minorías a abandonar su tierra natal casi completamente al punto de no dejar ni siquiera signos de su paso por ahí.

“El Estado Islámico ha reforzado el mensaje por lo que no hay cabida para las minorías étnicas y religiosas en Irak mediante la destrucción sistemática de sus lugares de culto y su patrimonio cultural”, declara el reporte. “Desde que conquistó la ciudad de Mosul el 10 de junio, el Estado Islámico ha destruido también los lugares de culto de las comunidades musulmanas no sunitas. Entre los primeros objetivos fueron las mezquitas chiítas bombardeadas en Mosul y Tal’Afar en junio. El mismo mes, una estatua de María fue derribada desde la cima de la iglesia cristiana de Tahira (de la Inmaculada), también en Mosul. En julio fue destruida la tumba del profeta Jonás, una vez más en Mosul. En agosto fueron asaltados el santuario chiíta Imam Rida, Maqam, cerca de Bartalla, los tres templos hermanos de los yazidi en Bashiqa y el templo Sheikh Mand en Sinjar, además de los templos Kakai Mazar Yad Gar y Sayed Hayyas, en Al-Hamdaniya”.

En Siria, miles de cristianos han sido expulsados de sus casas en estos tres años de conflicto”, recuerda un reportaje de la Associated Press (AP). “Ciudades y pueblos han sido atacados por los jihadistas. El caso más reciente es el de la histórica Mahradeh. Al inicio de este año, los milicianos islámicos en Siria invadieron la antigua ciudad cristiana de Maaloula, cerca de Damasco, destruyendo iglesias e iconos históricos”.

El jueves pasado, el patriarca caldeo Lous Raphael I Sako escribió que el silencio del mundo frente a esta situación “empuja al Estado Islámico a seguir adelante en esta guerra contra la cultura y la diversidad y a amenazar la seguridad intelectual y social”.

El patriarca hizo resonar las alarmas al menos desde junio, cuando las fuerzas del Estado Islámico devastaron la frontera con Siria y tomaron Mosul, la segunda ciudad de Irak, dando inicio a la imposición de la conversión al Islam y al éxodo forzado de los cristianos. Continúa la fuga de cristianos del Medio Oriente, que había ya comenzado incluso antes de la acción del Estado Islámico, “puede poner fin a su rica herencia cultural, que ha sobrevivido a través de los siglos en esta tierra”, observó el patriarca. “¿Qué sucederá con las antiguas iglesias y los monasterios, como la iglesia de Koche, en los alrededores de Bagdad, o a Tahira, San Isaías, Miskenta, Santo Tomás, Marhudeini, el monasterio de San Miguel en Mosul y la Iglesia Roja de Kirkik, todos se remontan al periodo entre el siglo V y el VII de la era cristiana? ¿Qué les sucederá a los antiguos manuscritos y a una lengua, el arameo, desconocida en el resto del mundo, si aquellos que han garantizado siempre su vida y su conservación desaparecen?

Monseñor Sako teme también una “potencial destrucción si la integridad de estos lugares fuera comprometida por las operaciones militares”.


Todavía más importante que la herencia cristiana en Irak y en Siria, como cualquier estudiante aprende en la escuela, es el hecho que la tierra en cuestión sobresale como “la cuna de la civilización”. La Mesopotamia, la tierra entre dos ríos, es un área llena de sitios arqueológicos. “Es toda una cultura que está en juego, porque es el lugar en que nació la escritura y se desarrollaron la historia y la cultura”, comentó el sacerdote dominicano Marcel Sigrist en una reciente entrevista. Sigrist es experto en asiriología y dirige la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa de Jerusalén.

“Tenemos 5.000 años de escritura, en todas sus formas, sobre tabletas de arcilla, sobre estatuas, sobre piedra. Todas existen ahí y ahora estamos viendo personas poco instruidas listas a destruir todo”.

Sigrist ha afirmado que bajo el régimen de Saddam Hussein las reliquias culturales eran conservadas en museos y muchos extranjeros iban a Irak para realizar estudios y exploraciones. “Se prosperaba intelectualmente, en términos de arqueología, de historia”.

Por desgracia, durante la Primera Guerra del Golfo, las fuerzas norteamericanas no protegieron los museos, que fueron saqueados. “Han iniciado inmediatamente a reconstruirlos, porque saben que todo el turismo depende de esto”, observó el padre Sigrist.

El dominicano estuvo en Kurdistán para una conferencia sobre arqueología poco antes que el Estado Islámico invadiera el norte de Irak. Entre los habitantes locales, percibió el sentimiento de necesidad de salvar su cultura.

Recientemente, parece haber surgido una nueva tendencia preocupante. Un artículo del New York Times, publicado el viernes pasado, informa que el Estado Islámico no está sólo lucrando con las antigüedades robadas, sino que está perturbando un delicado equilibrio y provocando graves consecuencias para el regreso a la normalidad en Irak y en Siria.

Antes que saquear y robar elementos culturales valiosos de por sí, el Estado Islámico, en apariencia, está permitiendo que los propios habitantes excaven en busca de tesoros sepultados. Los terroristas entonces recogen contribuciones sobre cualquier cosa que encuentren los habitantes. Lo que los locales han hecho a continuación con lo descubierto es una incógnita.

“El Estado Islámico parece incentivar la exportación clandestina de hallazgos arqueológicos, que se concentra sobretodo en la frontera entre Siria y Turquía, cerca de Tel Abyad, una fortaleza del Estado Islámico”, dicen los autores del artículo, los antropólogos Amr Al-Azm, de la Universidad de Shawnee, y Salam al-Kuntar, de la Universidad de Pensilvania, además de Brian Daniel, director de las investigaciones y de los programas del Centro del Patrimonio Cultural de Pensilvania, de esta misma universidad. “Existen razones para sospechar que el Estado Islámico haya aprobado e incentivado el comercio transfronterizo de antigüedades. Institucionalizando este sistema, que ofrece al Estado Islámico otra de sus muchas fuentes de ingresos, el grupo provoca daños irreparables al patrimonio cultural sirio”.

Los autores argumentan que la interrupción del comercio ilícito es imprescindible porque “pone en riesgo la posibilidad de la estabilización post conflicto y de la reconciliación. En Siria, el patrimonio cultural forma parte de la vida cotidiana. Los sirios viven en ciudades y barrios antiguos, rezan en mezquitas e iglesias históricas y compran en bazares que están ahí desde hace siglos. Si y cuando terminará la guerra, este patrimonio será fundamental para ayudar al pueblo sirio a relacionarse a los símbolos que lo unen en la diversidad religiosa y política”.

Asiriólogos, arqueólogos y antropólogos no son las únicas personas preocupadas por aquello que se puede perder en Medio Oriente como consecuencia del terror actual. También un baterista de punk rock está más bien alarmado. Jason Hamacher, ex miembro de la banda Frodus, comenzó a ir a Aleppo, Siria, en 2006 para fotografiar y documentar la vida de los monjes ortodoxos sirios que conservan un cántico con 1800 años de historia y que no había sido nunca escrito ni grabado. Esta herencia cultural de valor incalculable era transmitida oralmente desde los tiempos en que el cristianismo comenzó a florecer en la región.

Con la guerra, sin embargo, ¿por cuánto tiempo esta tradición podrá aún sobrevivir? Según el Blogger Rod Dreher, la música en Aleppo “ha sobrevivido desde el inicio de la Iglesia, pero ahora no puede morir como tradición viva y continua”.

Uno de los pocos sacerdotes que conocían todo el corpus de este canto puede estar entre los muchos asesinados por el terror que golpea esa parte del mundo. En una de sus visitas a Siria, Hamacher fue huésped del obispo sirio-ortodoxo Yuhanna Ibrahim, que no mucho tiempo después fue secuestrado junto al arzobispo greco-ortodoxo Paul Yazici, con quien volvía de una misión humanitaria. El secuestro ocurrió en abril de 2013, y ninguno de los dos obispos ha vuelto a ser visto desde entonces.(John Burger-ALETEIA)