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Una niña pone en evidencia la falsía de las "terapias energéticas"(reiki)
18 - 08 - 2014 - RELIGION - Orientalismo

Con once años logró un reto que a muchos investigadores les cuesta años de esfuerzo: publicar en una revista científica. Emily Rosa está en la Historia de la Ciencia por ser la persona más joven en llevar una de sus investigaciones a las páginas de una publicación. Y lo hizo con un trabajo que desmontó la supuesta medicina alternativa del toque terapéutico, una técnica de sanación relacionada con el reiki. Lo cuenta el diario ABC.  Emily hoy es psicóloga.

El toque terapéutico y el reiki parten de una premisa: el ser humano tiene un «campo energético» que si se desequilibra causa enfermedades. El terapeuta, a modo de guía, puede imponer las manos para cambiar el flujo del chi (para los chinos la energía espiritual del universo) –o prana, en su versión india– que hace mejorar la salud del enfermo. Un tratamiento que la ciencia nunca ha aceptado.
Aunque tanto el reiki como el toque terapéutico suenan a algo ancestral de miles de años de historia con una profunda base espiritual, lo cierto es que son técnicas que se inventaron en el siglo XX. En concreto el toque terapéutico surge en 1970 de la mano de Dolores Krieger, profesora emérita de enfermería en la Universidad de Nueva York. Junto a una compañera, Dora Kun, seguidora de la teosofía (una amalgama de filosofía, ciencia y espiritualidad) crearon esta pseudociencia que asegura la sanación con la simple imposición de las manos.
En pocos años hubo un crecimiento exponencial de seguidores de esta técnica. Incluyendo a miles de médicos que en Estados Unidos la aprendieron con todo el halo místico que le trataron de insuflar pese a que estaba recién creada. Luis Alfonso Gámez, que lleva una vida desmontando «magufos» desde su tribuna de El Correo, cifra en más de 43.000 los sanitarios que practicaban el toque terapéutico en un artículo que también cuenta la historia de Emily Rosa.

Un trabajo de 4º curso
Con estos antecedentes, una de esas niñas que no paran de cuestionárselo todo se lanzó a descubrir qué había detrás del toque terapéutico. Emily Rosa, entonces una estudiante de cuarto grado en un colegio normal del estado de Colorado, diseñó un sencillo experimento para determinar si los «terapeutas» pueden o no sentir el «campo energético» de los seres humanos. El resultado no pudo ser más claro: apenas sentían nada.
El proceso era simple: Emily Rosa se sentaba frente al terapeuta. Entre ellos una mampara de cartón impedía poder verse cara a cara. Sólo había dos huecos en la pantalla por donde el experto en toque terapéutico introducía sus manos. En ese momento Emily elegía acercar su mano (y con ella su supuesta energía vital) a una de las dos extremidades del terapeuta, que debía «sentir» sobre cuál de ellas se situaba (sin aproximarse demasiado para que no sintieran el calor corporal, algo realmente constatable sin ningún poder místico).
Los sanadores sintieron la energía el mismo porcentaje de veces que dicta la probabilidad
El resultado fue que de los 28 tests que realizó, el porcentaje de acierto fue un 47 %. Tan aproximado a lo que dice la probabilidad que, efectivamente, si lo hubieran realizado personas al azar el resultado hubiera sido el mismo. Tanto es así que la elección de la mano sobre la que Emily enviaba su energía la hacía con la ayuda de una moneda lanzada al aire. Puro azar, pura estadística.
Sin embargo Dolores Krieger, la fundadora de esta medicina, no se prestó al experimento. «La vi y estaba muy asustada», contaba la niña en una entrevista. Una entrevista en la que también sorprende descubrir su «mente científica», siempre buscando que otros refutaran su experimento, esperando que otras personas repitieran su prueba para poder afirmar con seguridad su verdad: la verdad de la ciencia contrastada.
El resultado de tanto esfuerzo llegó en 1998 con la publicación de su trabajo en la revista Journal of the American Medical Association. Un logro épico para el trabajo escolar de una niña de 11 años.(RIES)

Emily niña prodigio marcó un hito en la historia

Emily Rosa, quien hoy tiene 26 años y es psicóloga graduada por la Universidad de Colorado en Denver (EE.UU.), a fines de la década del '90 fue protagonista de una hazaña infantil que nunca se repitió.
Con 9 añitos en su haber, formó parte de un equipo de investigación cuyo trabajo fue publicado, dos años después, en una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo. No conforme con eso, su trabajo permitió exponer a miles de charlatanes que abusan de la credulidad pública.
Existe una creencia muy extendida entre los promotores de ciertas terapias mal llamadas alternativas sugiriendo que determinadas dolencias pueden ser diagnosticadas y/o curadas mediante la detección o "manipulación" de los campos energéticos humanos. Un buen ejemplo de esto es la práctica del Reiki, cuyos defensores pretenden la "sanación" o "equilibrio físico y mental" mediante la imposición de las manos con el fin de canalizar una supuesta energía universal.

Estas personas que dicen ser capaces, supuestamente, de reencaminar esa energía, obviamente no pueden aportar mayores datos concretos sobre qué tipo de energía es, cómo localizarla, medirla, o al menos cómo la detectan ellos. En definitiva, hacen afirmaciones gratuitas pero no pueden demostrar nada, salvo el abultado bolsillo con el dinero de los incautos que caen en sus redes.

Ahora bien, si queda alguna duda al respecto, atienda a la siguiente investigación que fue más que ilustrativa y por varios motivos:

1) La llevó a cabo una niñita.
2) Fue publicada, en 1998, en una de las revistas más prestigiosas de medicina a nivel internacional: Journal of the American Medical Association (JAMA).
3) Fue un trabajo récord en la historia de la medicina, desde el momento que la autora era la investigadora más joven que aparece como coautora en un estudio científico.
4) Los resultados fueron contundentes y refutaron en forma incuestionable la gran mentira del toque terapéutico.

¿Quién era la niña en cuestión? Emily Rosa. Una niñita que, por aquel entonces contaba sólo 9 años, decidió poner a prueba las pretensiones de estos charlatanes para ver qué tan efectivos eran para detectar un supuesto campo energético proveniente de los seres humanos. ¿De qué manera lo hizo? De una forma muy simple pero no menos efectiva.

Convocó a 21 profesionales que decían ser expertos en este tipo de terapias del tacto. Uno a uno fue sentándose a una mesa enfrentando a la niña y separados por un cartón a modo de biombo que les impedía ver hacia el otro lado. Dicho biombo tenía dos agujeros que les permitía a los terapeutas pasar sus manos hacia el otro lado y apoyarlas sobre la mesa y con las palmas hacia arriba.

Luego Emily arrojaba una moneda para determinar sobre qué mano (derecha o izquierda) del sanador y obviamente sin tocarlo pondría una de las suyas. Finalmente le preguntaba en cuál de sus manos percibía un campo energético humano y ella simplemente registraba la respuesta en un cuaderno.

Los resultados fueron más que reveladores, de un total de 280 intentos los sanadores apenas lograron acertar 123 veces, o sea un nivel de aciertos menor al 50% que es lo esperable por simple azar. Por si no quedó claro, cualquiera (incluidas nuestras mascotas) podría haber obtenido el mismo resultado o incluso mejorarlo sin necesidad de pretender ser expertos en la captación de estas supuestas energías.

El trabajo fue publicado en la revista mencionada cuando Emily tenía 11 años y, un año después, ingresó al Libro de los Récords como la persona más joven en publicar un trabajo de investigación. (PUNTAL.COM.AR)