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EnseƱanzas de Benedicto XVI sobre el Islam
16 - 08 - 2014 - INTERRELIGIOSO - Musulmanes

Frente a los trágicos acontecimientos de estos días, cuando se renuevan los asesinatos y la tortura de los cristianos por los musulmanes ultra-fundamentalistas, muchos vuelven a hablar de las enseñanzas de Benedicto XVI, el Papa que ha profundizado más que cualquier otro pontífice sobre el cristianismo y el Islam.

En primer lugar, Benedicto XVI ha denunciado el fundamentalismo islámico como una perversión grave de la fe. Se trata de un “fanatismo pernicioso de una religión” donde la fe niega la razón y es “una falsificación de la religión”.

Este fundamentalismo, ha explicado Benedicto XVI, es un riesgo que corren también otras religiones, cuando se separan la fe de la razón, y que también corre el pensamiento secular, cuando en nombre de la razón niega la fe.

En el discurso de Ratisbona en el 2006 dijo que la violencia ciega comienza donde falta una relación justa y equilibrada entre la razón y la fe. La fe sin la razón produce el fundamentalismo, así como la razón sin la fe genera la dictadura del relativismo.

El problema es que la no profundización de la relación entre fe y razón, marca toda la historia del Islam y no es sólo una ‘desviación’, y tiene raíces inherentes a la misma tradición coránica. Por esta razón, es cierto que el riesgo del fundamentalismo está presente en todas las religiones, pero es una verdad histórica que en el Islam está más presente que en otras. Cuando no hay equilibrio entre la fe y la razón, la fe es probable que justifique y promueva la violencia.

Al mismo tiempo, sin embargo, Benedicto XVI, asumiendo plenamente la enseñanza de su predecesor san Juan Pablo II enseñó que el diálogo interreligioso con el Islam es una opción indispensable de la Iglesia. Poco antes de su muerte, Oriana Fallaci le confió que el Papa alemán llamaba a este diálogo “imposible”, pero reiteraba que se trata de un diálogo “imposible, pero obligatorio”.

La exhortación apostólica del Papa Benedicto XVI Ecclesia in Medio Oriente afirma con claridad que el diálogo se vuelve imposible

cuando la parte musulmana trata de “justificar, en nombre de la religión, las prácticas de la intolerancia, la discriminación, la marginación e incluso de persecución”.

El diálogo con los musulmanes, siempre ha dicho el Papa Ratzinger,

“no puede reducirse a una opción extra: por el contrario, es una necesidad vital, de la que depende en gran parte nuestro futuro”.

Aunque obviamente divididos en muchas cosas,

“los cristianos y los musulmanes, siguiendo sus respectivas religiones, apuntan a la verdad del carácter sagrado y la dignidad de la persona. Esta es la base de nuestro respeto recíproco y estima”.

“El respeto y la estima” indican un estilo, pero no resuelven la paradoja de un diálogo que, si bien es “obligatorio”, también es “imposible”. También porque el Islam, especialmente la mayoría sunita, no tiene una jerarquía, y nunca se sabe si la persona que interactúa con la Iglesia lo hace en el nombre del Islam o todos los musulmanes o se representa sólo a sí mismo.

En el diálogo, también, es fácil caer en malentendidos que surgen de nuestra distinción occidental entre la política y la religión, y entre la autoridad política y religiosa, una distinción que en el Islam no sólo no existe en la práctica, sino que en la mayor parte escuelas ni siquiera existe en teoría.

Benedicto XVI sabía de estos problemas, y ha dedicado tiempo y recursos para hacer una búsqueda agotadora de interlocutores musulmanes, y, quizás lo más importante, una estrategia de comunicación que consistía en lanzar mensajes y proponer análisis en la esperanza de que, tal vez no de inmediato, surgiera en el mundo islámica alguien que pueda recogerlos.

En declaraciones a los musulmanes en Turquía, Benedicto XVI no hizo ningún secreto de que el tema de la libertad religiosa, de la violencia y el respeto de los derechos de la mujer constituyen tres escollos que hacen difíciles las relaciones con el Islam. Pero la forma correcta de abordar estas cuestiones, añadió,

“es la de un auténtico diálogo entre cristianos y musulmanes, basado en la verdad e inspirado por un deseo sincero de conocernos mejor, respetando las diferencias y reconociendo lo que tenemos en común. Esto dará lugar a un auténtico respeto por las opciones responsables que cada persona hace, especialmente las que se refieren a los valores fundamentales y a las convicciones religiosas personales”.

La enseñanza de Benedicto XVI nos lleva por un lado a no confundir las posiciones del sangriento autoproclamado califa al-Baghdadi con las de todos los musulmanes, y por otro a entender cómo estas posiciones no se derivan de desviaciones individuales sino de un riesgo inherente en el Islam, ya que la composición del Corán, que nació de una relación que no se resuelve entre la fe y la razón, genera continuamente y fatalmente el fundamentalismo y la violencia en la historia islámica.

La manera de responder a este desafío consiste por una parte en decir la verdad, sin pretensiones, incluso sobre el Corán y la historia del Islam; y por el otro en la búsqueda de un diálogo “imposible pero obligatorio”, para ayudar a los musulmanes de buena voluntad a hacer frente a la cuestión no resuelta de la relación entre fe y razón, partiendo, como en cualquier diálogo entre religiones, del sentido religioso que a pesar de todo que tenemos en común . Cualquiera que piense de otro modo debería explicar si la alternativa es una guerra nuclear con mil millones y medio de musulmanes.