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Reunidos los tres “hermanos”: la fuerza del gesto inédito
10 - 06 - 2014 - PAPADOS - Francisco

Existen gestos que me salen del corazón, en aquel momento...”. Así el Papa Francisco respondió a quienes hace dos semanas le preguntaban como nació el homenaje con el beso en la mano a los supervivientes de la Shoa en Yad Vashem. Y es este el modo en que a Bergoglio le vino la idea de reunir para rezar a los responsables de los dos pueblos, el israelí y el palestino, durante el breve viaje en Tierra Santa del pasado mes de mayo. El sueño no se pudo realizar entonces, pero el Papa no renunció, e invitó a su casa a Simón Peres y Abu Mazen.

La invocación a Dios para que conceda la paz en Tierra Santa se ha desarrolló ayer por la tarde en el Vaticano en un nuevo gesto inédito. Juan Pablo II, después del 11 de septiembre, invitó a Asís a los líderes de las distintas religiones. Pero no pudo rezar en el mismo lugar que se combatía. Más que las palabras, que en cualquier caso son significativas, lo que más ha llamado la atención de la ceremonia en el jardín triangular con la Cúpula de fondo, han sido los silencios, los participantes, las imágenes. Algo realmente “potente”, ha comentado el portavoz del presidente Peres. Una celebración cuidada con todo detalle por el Custodio de Tierra Santa, el padre Pierbattista Pizzaballa, dando igual espacio a las tres religiones profesadas por quien vive en Israel y Palestina. Las tres oraciones distintas, sin confusión, pero acompañadas por tantos creyentes en todo el mundo, todos espiritualmente presentes al lado de los cuatro ancianos que han plantado un pequeño olivo, símbolo de la paz y planta emblemática: son necesarios muchos años antes de que pueda dar los primeros frutos.

Un gesto inédito, el de ayer por la tarde, también para los cristianos. Unidos en el abrazo entre Francisco y el Patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomeo, ambos en el centro de la escena al momento del saludo final de la paz. Una minoría, la cristiana, cada vez más reconciliada en su interior, que puede jugar un papel clave en la pacificación entre israelíes y palestinos.

Francisco ha querido poner una piedra en un proceso de negociación estancado, interrumpido después de la decisión de Abu Mazen de dar vida a un gobierno de unidad nacional con exponentes de Hamas, a la que ha seguido el anuncio por parte del premier israelí, Benjamín Netanyahu, de autorizar miles de nuevos asentamientos de colonos en Cisjordania. El obispo de Roma no ha actuado como político, ha invitado a los dos presidentes a rezar, como hombres de fe, bajo la sombra de la Cúpula de San Pedro. Las tensiones y los conflictos abiertos continúan siendo muchos. Tanto Peres como Abu Mazen se han referido en sus intervenciones a la unidad de Jerusalén como ciudad santa de sus respectivas creencias. Pero el presidente de Israel, cercano al fin de su mandato, ha reconocido también que la paz debe ser construida incluso “si eso significa pedir sacrificios o compromisos”.

Francisco no ha ejercido de diplomático ni mediador. Pero ha dicho palabras muy claras sobre las demasiadas víctimas inocentes de la guerra y la violencia: “Es nuestro deber hacer que su sacrificio no sea en vano”. “Para hacer la paz –ha añadido-- es necesario coraje, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita coraje, valentía, para decir sí al encuentro y no al desencuentro; sí al diálogo y no a la violencia; si a la negociación y no a la hostilidad; si al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la mentira. Por todos estos motivos, es necesaria la valentía, gran fuerza de ánimo”.

E invocar a Dios, alzar los ojos al cielo, no significa para nada renunciar al empeño de construir “artesanalmente”, cada día y con valentía, la paz. Haber rezado en el mismo lugar, con rabinos, curas e imam, con los representantes de los pueblos de Israel y Palestina, en el día en que los cristianos celebran Pentecostés –fiesta del Espíritu Santo que “es armonía” como siempre recuerda Bergoglio-- es una llamada a la responsabildad. La espiral del odio y de la violencia va destruida “con una sola palabra: 'hermano'. Pero para decir esta palabra –ha concluido Francisco-- debemos alzar todos la mirada al cielo y reconocernos hijos de un único Padre”. (VATICAN INSIDER)