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Coccopalmerio: el Estado debe ser garante de la libertad religiosa
05 - 04 - 2014 - VATICANO - Organismos

«El derecho a la libertad religiosa no cayó del cielo, sino tiene una larga historia. Como sucede y se verifica con todos los derechos humanos, de los cuales el derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa son los primeros y esenciales, no es tanto el resultado de una deducción, sea filosófica o teológica, sino más bien una respuesta concreta a una historia de incontables sufrimientos y, a menudo, también de víctimas».Lo afirma el cardenal Francesco Coccopalmerio.

El cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, en entrevista con Vatican Insider, en ocasión de la presentación turinesa del libro de don Fabrizio Casazza “Libertad religiosa y laicismo; entre crónica, leyes y Magisterio”.


¿Cómo describe la relación entre la religión cristiana y los derechos humanos?

Cada religión, pues pretende ser verdadera en un nivel universal, considera con mucho escepticismo la conversión a las demás religiones. El cristianismo tuvo que recorrer un camino bastante largo, lleno de vueltas tortuosas, antes de llegar a formular las declaraciones “Dignitatis humanae” y “Nostra aetate”. Con ellas, la Iglesia católica ha encontrado un proprio modelo para fundar los derechos humanos y apropiarse de ellos no intrínsecamente o como una ratificación (como hicieron los estados seglares), sino basándose en la naturaleza humana, en el derecho natural y profundizando el “intelectus fidei” a la luz de su historia: “la verdad no se tiene más que por la fuerza de la verdad misma (DH 7).


El libro de Casazza habla de libertad religiosa y laicismo… ¿Cómo definiría el laicismo?

Uso algunas palabras del libro: es, sobre todo “dar al César lo que es del César”, sin descuidar lo que “es de Dios”; es distinguir lo que es objeto de fe y lo que es objeto de razón; es una visión positiva de la razón y de la religión, fundada en una adecuada autonomía entre el orden temporal y el orden espiritual, que favorezca una saludable colaboración y un sentido de responsabilidad compartida.


¿Y la libertad religiosa?

Ha vivido un desarrollo histórico hasta llegar a la consciencia de la plena igualdad de los ciudadanos frente a la ley, y del hecho de que las religiones lícitas son todas “igualmente” libres ante el Estado, y esto no implica que sean todas “iguales” entre ellas.


¿Cómo se tutela la libertad religiosa?

Con un sano realismo, sin cerrar los ojos ante los hechos desagradables; tampoco hay que vincular la propia tolerancia a la que practica el otro, buscando siempre “una justicia superior”, no hipócrita, mediante la pedagogía de la caridad para no dejar al otro solo en su error o en su intolerancia.La invitación a un diálogo franco y sereno entre las religiones, el ensanchamiento de la razón, la comprensión histórica para llegar al hoy, la adecuada relación entre lo público y lo privadoson los instrumentos para tutelar y arraigar el fundamento del derecho a la libertad religiosa exigido por un “sano laicismo” impulsado por la Iglesia y muchos Estados, a favor del desarrollo integral del hombre.


¿Qué le parecen las polémicas que a menudo provocan la hora de Religión en las escuelas, la representación del pesebre y la presencia del crucifijo en las escuelas públicas? ¿Cómo debería comportarse el Estado?

En cuanto a la enseñanza de la Religión, siempre ha habido un equívoco, porque en realidad no debe ser entendida como catequesis, sino como cultura religiosa. En la escuela se habla de muchas cosas que deben ser conocidas como parte de una cultura general, y esto también vale con la religión. Pero debe ser conducida por quien conoce la materia, por lo que a veces la enseñan sacerdotes que han estudiado, además de los laicos. Sobre el crucifijo y el pesebre uno piensa: ¿la Iglesia y los estudiantes tienen derecho de exponer este signo? Y entonces, ¿el Estado debe abstenerse de impedirlo? Según mi opinión, el Estado debe reconocer este derecho de las personas de quienes el mismo estado debería ser garante. Si se demuestra que ver el crucifijo determina, por ejemplo, daños a la salud, o la lesión de otro derecho subjetivo (que debe ser demostrada), el Estado debe intervenir prohibiendo la exposición del crucifijo. Pero si no es así, no se comprende por qué el estado debería prohibir el derecho a la manifestación de la propia religiosidad. De lo contrario dañaría la libertad religiosa, se caería del derecho a la libertad religiosa al derecho de ser libres de cualquier forma de religiosidad, pero este derecho no tiene fundamento. Como sea, con estas polémicas en algunos casos se llega al absurdo. Entonces, como provocación, digo: no se pueden llevar símbolos religiosos, pero hay Iglesias. En Francia deberían poner sobre la catedral parisina de Notre Dame algo que impida su visión: si prohibes llevar un símbolo religioso, también debes prohibir la visión de las estructuras religiosas. O el Estado tendría que impedir la entrada al museo del Louvre, porque hay en él obras de tema religioso. (Gaudium Press)