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Al Papa le gusta Marx
14 - 03 - 2014 - IGLESIA - Europa

«Esperaron a Marx durante cuarenta años. Y acaba de llegar, pero es un sacerdote católico». El joven Reinhard se divertía comenzando así sus discursos cuando debía atravesar la cortina de hierro en sus viajes por las Länder de la ex Republica Democratica Alemana antes de la caída del Muro de Berlín.Hoy preside la Conferencia alemana y es miembro de los asuntos económicos del Vaticano.

Hoy, dentro del colegio cardenalicio es uno de los “big shots” de la Iglesia alemana. El cardenal que se apellida como el co-redactor del Manifiesto del Partido Comunista es uno de los más espontánea y abiertamente sintonizados con la concreción evangélica que anima a la Iglesia en la época de Papa Francisco.


Antes del Cónclave, Marx y Bergoglio no habían tenido grandes contactos. El Papa argentino debe haber apreciado la energía y la casi nula propensión a las quejas victimistas que distinguen a aquel joven hijo extrovertido de la Westfalia. Así, a un mes del inicio del pontificado, Marx fue llamado a formar parte del “C8” (el consejo de los 8 cardenales que ayuda a Francisco en la reforma de la Curia y en el gobierno de toda la Iglesia). Después, en marzo, Papa Francisco lo nombró Coordinador del nuevo Consejo para la Economía, el ente que coordinará y supervisará todas las actividades económico-administrativas del Vaticano. Y el miércoles 12 de marzo, los obispos alemanes lo eligieron Presidente de la Conferencia Episcopal, subrayando, desde abajo, su función como garante en la nueva dirección que tomarán las relaciones entre la Iglesia alemana y la Santa Sede.


Marx y Bergoglio son diferentes tanto por la edad como por el temperamento. Pero comparten el “sensus” pastoral que ayuda a ver las cosas tal y como son, sin ingenuidades y sin catastrofismos paralizadores. Los cultores de las etiquetas políticas aplicadas a la Iglesia, que están completamente desorientados con el Pontificado bergogliano, están tratando de adjudicarle el papel de “progresista”. Operación de desinformación que deja ver ciertas ideologías patéticas. En la Iglesia alemana, replegada desde hace décadas en la oposición entre opuestas lecturas ideológicas de la herencia del Concilio, Marx siempre ha sido un obispo “naturaliter” wojtyliano y después ratzingeriano, pero sin ostentaciones. A diferencia de otros, su llamada al colegio cardenalicio no fue dictada por la lógica de despliegues o cambios de uniforme en la deprimente representación de los grupúsculos eclesiásticos. Fue justamente Papa Ratzinger quien lo llamó a guiar la diócesis de Mónaco y Frisinga, que él mismo había guiado entre 1978 y 1981. Ahora, en la guerra que se ha desatado en contra del cardenal Walter Kasper (en diferentes blogs y sitios neo-rigoristas) por la relación sobre la familia que pronunció durante el último Consistorio, Marx tomó partido por el anciano cardenal. Y sus argumentos, expuestos con su habitual claridad («El fundamento teológico de la relación del cardenal Walter Kasper no puede ser puesto en discusión») tienen autoridad y persuasión pues no pueden ser liquidados como quejas de un epígono de la arqueología clerical-progresista.


La posibilidad de que la Iglesia alemana pueda, con el tiempo, adecuarse al “regreso a la fuente” sugerido por Papa Francisco, emancipándose de las viejas dialécticas extenuantes en las que se ha empantanado durante décadas, tendrá un punto de apoyo en el enérgico sentido eclesial de Reinhard Marx. Él sabe muy bien que, mientras los círculos católicos se congestionan en batallas absurdas entre “progresistas” y “conservadores”, en algunas Länder del oriente alemán los no bautizados superan el 80%. «Todos los estratos sociales», recordaba Marx en una entrevista de 2009, «pueden elegir lo queiquieran, la religión que quieran profesar, cuántas veces casarse (hasta cinco o seis). Es un sendero inédito, vertiginoso, y para cada uno de los individuos involucrados, incluso para los obispos, puede ser fatigoso y doloroso. Pero no lo atravesaremos en virtud de consignas sobre la maldad de la sociedad o sobre presuntos errores cometidos por el Papa, o sobre el celiato sacerdotal y otras cuestiones secundarias».


En resumen, las afinidades entre el arzobispo de Mónaco y el actual obispo de Roma saltan a la vista: la común sensibilidad pastoral sobre los efectos dolorosos que provoca en las existencias de pueblos enteros la ideología mesiánica neo-liberista. Y la instintiva aversión por los que reducen el cristianismo a ideología religiosa que apoya a la economía de mercado. Siempre jugando con la homonimia que lo vincula al filósofo que yace en Londres, Reinhard Marx tituló su libro más famoso, publicado en 2008, con estas palabras “Das Kapital”. Este libro sigue representando una convincente «crítica cristiana a las razones del mercado». Una mina de planteamientos analíticos poco usuales, sobre todo en relación con las abstracciones moralizantes de las intervenciones de muchos auto-proclamados expertos en doctrina social de la Iglesia.

Según Marx, la principal víctima de la aceleración capitalista que comenzó en los años 90 es justamente esa economía social de mercado, irrigada por la doctrina social de la Iglesia, que parecía haber desmentido en los hechos las profecías marxistas sobre el colapso sistemático del capitalismo. «He notado con sorpresa», escribe el hombre de la Iglesia en su “Capital”, dirigiéndose al filósofo del mismo nombre, «que usted, señor Marx, hace 150 años había observado que “el entrelazamiento de todos los pueblos en la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen capitalista”». Justamente en el “homo oeconomicus” trazado por el mesiánico capitalistase realiza el economicismo de Karl Marx, su reducción de todo lo humano a categorías económicas. El obispo alemán afronta con pasión pastoral y tonos “bergoglianos” los efectos concretos (y devastadores para la vida de millones de personas) que han puesto en marcha los espirales de la especulación desenfrenada. Habla con conocimiento de causa sobre los Global Players y la desertificación del menudeo. Cuenta con anécdotas cotidianas la erosión de lo ssalarios y del estado social, la precariedad universal del trabajo y el «aumento espantoso en los Estados Unidos del número de “working poors”, es decir las personas que, a pesar de tener un trabajo fijo, viven bajo el margen de la pobreza». Fotografía con datos numéricos que causan escalofríos la acumulación del capital de las oligarquías de los súper ricos. Sobre todo ridiculiza a los que querrían difundir la imagen de la Iglesia como “productora de moral”, garante de la corrección “compasiva” del neocapitalismo, para endulzar la fracturación social impuesta por los nuevos modelos económicos. «A pesar de todas las críticas dirigidas a la Iglesia –escribe Reinhard Marx–, de ella se espera, de cualquier manera, el “rearme moral” en ausencia de otras instituciones. Como si se pudiera hornear moral como se hornea el pan. O como si la moral fuera la esencia del cristianismo, como si Jesús hubiera pensado principalmente en fundar nuestra sociedad en la moral. No logro encontrar ninguna confirmación, al hojear las páginas del Evangelio, de que esta haya sido su principal preocupación».


Seguramente, quienes ya anunciaban el triunfo de las “companies” del capitalismo global en la gestión de los asuntos económicos del Vaticano (estigmatizándolo como una característica contradictoria de la reforma puesta en marcha por Francisco) tendrán que revisar sus predicciones después de la llegada de uno como Marx, coordinará el nuevo Consejo vaticano para la economía.