El episcopado alemán ha abierto la caja de Pandora con su ‘camino sinodal’, iniciando un proceso revolucionario clásico en el que pronto las propuestas iniciales acaban pareciendo demasiado moderadas y son sustituidas por otras más radicales. Lo hemos visto decenas de veces en la historia, y ahora asistimos al mismo fenómeno en esta empresa iniciada por el cardenal Reinhard Marx y continuada con entusiasmo por el actual presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el obispo Georg Bätzing. Lo anuncia el secretario general del Comité Central de Laicos alemanes, Marc Frings, en una tribuna aparecida en el blog kreuz-und-quer.de: La Iglesia se derrumbará si no se reforma, y entre las cosas que tienen que cambiar está el sacerdocio, que debe aceptar mujeres en su seno y abolir el celibato obligatorio. Frings identifica como principales obstáculos no, como podría pensarse, la doctrina perenne de la Iglesia y su Tradición, sino cabezas de turco que nos sonarán sobradamente: clericalismo y rigidez, sobre todo en cuestiones como el sacerdocio y las mujeres. Pero esta vez van en serio, y Frings quiere asegurarse de que la revolución emprendida por el ‘camino sinodal’ no acaba, como intentos anteriores de reforma, en la papelera de la historia. Los laicos ‘comprometidos’ tienen especial peso en una iglesia nacional, la alemana, que disfruta de un sistema de financiación a través de impuestos, el Kirchensteuer, que la hace extraordinariamente rica y que convierte a los seglares en ‘clientes’ a los que conviene dar siempre la razón. No es extraño, por otra parte, que la iglesia alemana registre anualmente cifras récord de apostasías.