Un niño convulsionando, que rueda por el suelo echando espuma, en medio de una multitud conmocionada e indefensa. Y su padre, que casi se aferra a Jesús, rogándole que libere a su hijo de la posesión diabólica. Es el drama que presenta el Evangelio de hoy, y que el Santo Padre considera punto por punto: el parloteo de los espectadores, que discuten sin sentido, Jesús que llega y se informa, "el ruido que disminuye", el angustiado padre que surge de la multitud y decide contra toda esperanza esperar en Jesús. Y Jesús, que movido por la fe cristalina del padre cristalina tiene compasión, expulsa al espíritu y luego se inclina con dulzura sobre el joven, que parece muerto, ayudándole a ponerse de pie:
"Todo ese desorden, esa discusión termina en un gesto: Jesús que se inclina, toma al niño. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar. Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y cura a una persona, nunca la deja sola. No es un mago, un brujo, un curandero que va y cura y sigue: a cada uno lo hace volver a su lugar, no lo deja en la calle. Y son gestos hermosísimos del Señor".
Aquí está la enseñanza, explica el Pontífice: "Jesús - dice - siempre nos hace volver a casa, nunca nos deja solos en el camino". El Evangelio, recuerda, está diseminado de estos gestos. La resurrección de Lázaro, la vida entregada a la hija de Jairo, y al niño de una madre viuda. Pero también la oveja perdida conducida al redil o la moneda perdida y encontrada por la mujer:
"Porque Jesús no ha venido del cielo solo, es Hijo de un pueblo. Jesús es la promesa hecha a un pueblo, y su identidad también es la pertenencia a ese pueblo, que desde Abraham camina hacia la promesa. Y estos gestos de Jesús nos enseñan que cada curación, que cada perdón siempre nos hacen volver a nuestro pueblo, que es la Iglesia".
Jesús perdona siempre y sus gestos - continúa el papa Francesco - también se convierten en "revolucionarios" o "inexplicables", cuando su perdón llega a aquellos que se han alejado "demasiado", como el publicano Mateo o su colega Zaqueo. Además, insiste el Santo Padre, Jesús siempre, "cuando perdona, hace regresar a casa. Y por eso no puede entender a Jesús" sin el pueblo de Dios. Es "absurdo amar a Cristo sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”, reafirma el Pontífice citando y parafraseando una vez más a Pablo VI . "Cristo y la Iglesia están unidos", y "cada vez que Cristo llama a una persona, la lleva a la Iglesia". Para eso, añade, "es bueno" que un niño "vaya a bautizarse en la Iglesia", la "Iglesia madre":
"Y estos gestos de tanta ternura de Jesús nos hacen comprender lo siguiente: que nuestra doctrina, por así decirlo, o nuestro seguimiento a Cristo, no es una idea, es un continuo permanecer en casa. Y si cada uno de nosotros tiene la posibilidad y la realidad de abandonar el hogar por un pecado, un error - Dios lo sabe - la salvación es volver a casa con Jesús en la Iglesia . Son gestos de ternura . Uno por uno, el Señor nos llama así, a su pueblo, dentro de su familia, nuestra madre, la Santa Iglesia. Pensamos en estos gestos de Jesús".(Zenit)