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Iglesia en Alemania: ¿Los von Rom (Libres de Roma)?
14 - 05 - 2019 - IGLESIA - Europa

Con el “proceso sinodal” que acaba de poner en marcha, la intención de la Iglesia de Alemania de romper con el magisterio de la Iglesia universal ya es evidente. ¿Es posible una ruptura?. (Fuente: Infovaticana)

Los observadores presentes en la reunión de la Conferencia Episcopal alemana, que tuvo lugar en la pequeña ciudad de Lingen (Baja Sajonia) el pasado mes de marzo, no se han equivocado. La decisión anunciada por el cardenal Marx, hombre fuerte de la Iglesia alemana, de iniciar un “proceso sinodal” (synodaler Weg) ha sido considerada por muchos como la primera etapa de un Sonderweg, un camino particular en relación con la Iglesia universal.

Esta crisis, que se está incubando desde hace años, afecta a una Iglesia que presenta, hoy en día, tres rasgos característicos.

Se trata, ante todo, de una Iglesia en apariencia poderosa, que tiene grandes medios financieros gracias al sistema de la Kirchensteuer, es decir, la tasa que se quita directamente de los sueldos, igual que los impuestos, y que está destinada a la financiación de las iglesias (alrededor del 8% de los impuestos), lo que permite que vivan un número considerable de instituciones sociales y educativas. Poderosa en medios intelectuales, gracias a su red de facultades teológicas, tanto públicas (15 en total) como diocesanas (Trèves, Fulda y Paderbon) y religiosas (por ejemplo, las facultades jesuitas de Frankfurt y Múnich).

Se trata, también, de una Iglesia muy desvitalizada en su realidad. El número de sacerdotes ha pasado de los 26.000 que había en 1970 a los 13.000 de hoy, mientras que las ordenaciones han pasado, utilizando como referencia el mismo periodo, de casi 300 a 60. En lo que respecta a la práctica religiosa, literalmente se ha hundido, y el número de fieles que piden salir de la Iglesia (Kirchenaustritt) son una media de 160.000 al año, lo que podría, a la larga, amenazar la misma supervivencia de la Kirchensteuer. Sigue habiendo una red importante de asistentes pastorales, es decir, de laicos pagados por la Iglesia, que garantizan, en gran parte, la organización catequética y la vida diaria de las parroquias.

Se trata, en resumen, de una Iglesia progresista en su mayoría, por lo menos desde el Concilio Vaticano II, en el que sus cardenales Döpfner (Múnich) y Frings (Colonia) tuvieron un papel eminente. En los años posteriores al Concilio, animados por un firme complejo anti-romano, los teólogos de lengua alemana siguieron esta dirección y ejercieron una influencia considerable en la teología europea y norteamericana a través de los nombres famosos de Karl Rahner, Hans Küng y Johann-Baptist Metz.

A pesar de estas tres características, la tendencia centrífuga de la Iglesia alemana se mantuvo bajo control por la voluntad de los papas posconciliares de reforzar los principios del magisterio y la moral tradicional. De ahí una situación de equilibrio inestable, que ninguna de las partes en causa tenía interés en romper, pero que daba lugar a golpes de efecto regulares.

Golpes de efecto

Estos golpes de efecto atañían, en principio, a los teólogos que reivindicaban el derecho a difundir públicamente tesis contrarias a la doctrina católica, pero conservando la missio canonica, es decir, la habilitación para enseñar en las facultades teológicas católicas. El personaje más emblemático a este respecto es Hans Küng, autor de una obra que tuvo mucho eco: ¿Infalible? Una pregunta (Herder, Barcelona), publicado en 1971 tras la publicación de la encíclica Humanae vitae (1968) y privado de su habilitación en 1979. Unos años más tarde, la misma sanción se impondrá a Eugen Drewermann, profesor de la facultad de Paderborn, con motivo de la publicación de su obra Clérigos. Psicograma de un ideal (1).

Los golpes de efectos también plagaron las relaciones entre los obispos alemanes y el Vaticano, sobre todo en relación con la cuestión, muy sensible, del aborto. Mientras que en 1999, los centros de planificación familiar dependientes de la Iglesia alemana se vieron obligados por Roma a no aceptar en las consultas a mujeres que deseaban interrumpir su embarazo, el presidente de la Conferencia Episcopal alemana de la época, el cardenal Lehmann, reconoció con amargura: “Hemos resistido todo el tiempo que ha sido posible, pero hemos perdido”. Pero fue sobre todo con ocasión del viaje del papa Benedicto XVI a su país natal en 2011 cuando el conflicto latente entre ciertos obispos y el papado se puso al descubierto: ante el discurso de Benedicto XVI llamando a una “de-mundanización” (Entweltlichung) de la Iglesia, los obispos alemanes opusieron un significativo silencio.

Tres motivos de tensión

Tal vez hubo quien imaginó que la elección del papa Francisco en 2013 abriría un capítulo desapasionado en la historia de las relaciones entre Roma y la Iglesia alemana, sobre todo porque esta elección había sido ampliamente impulsada por los cardenales alemanes, porque el nuevo papa, en cuanto fue elegido, había expresado su deuda hacia la teología de Karl Rahner y porque había llamado al cardenal Marx para que formara parte del Consejo de cardenales (el C9) que acababa de crear. Sin embargo, a pesar de la gran popularidad de la que goza el papa Francisco en Alemania, no tardaron en aparecer ciertos malentendidos entre las dos partes, como si la fiebre reformadora de la Iglesia alemana, tanto tiempo mantenida en silencio, no tuviera la intención de seguir tolerando cualquier tipo de control.

Un primer motivo de tensión ha sido el acceso a la Eucaristía de los divorciados que se han vuelto a casar: antes incluso de que el sínodo de la familia de 2015 tomara una posición al respecto, el cardenal Marx no había dudado en proclamar que la Iglesia alemana no era “una filial de Roma” y que no podía aceptar “que un sínodo nos diga cómo debemos cuidar pastoralmente del matrimonio y la familia”.

Otro motivo de tensión surgió en 2018, cuando la casi mayoría de la Conferencia Episcopal alemana aprobó un texto que autorizaba el acceso a la Eucaristía de los protestantes casados con católicos. Aunque Roma, tomada por unos obispos en minoría (2), había indicado que este texto levantaba “problemas de considerable importancia”, porque afectaba a la “fe de la Iglesia” y no estaba “maduro para ser publicado”, el cardenal Marx hizo caso omiso e hizo difundir el texto en cuestión, sin esconder su descontento: “Ciertas cosas, en las últimas dos semanas, han sido límites para mí”.

La cuestión de la homosexualidad ha constituido el tercer punto de tensión con ocasión del caso Wucherpfennig, nombre del rector de la facultad jesuita Sankt-Georg de Frankfurt, cuya renovación del mandato había sido bloqueada por la Congregación para la Educación Católica con motivo de sus declaraciones de 2006 a favor de una revisión radical de la doctrina católica sobre la homosexualidad. El interesado se negó a someterse e incluso ganó el caso gracias a la intervención del superior general de los jesuitas, el padre Arturo Sosa.

Huida hacia adelante en la reunión de Lingen

Pero ha sido con la reunión de Lingen, mencionada al principio de este artículo, cuando la huida hacia adelante de la Iglesia alemana parece haber cogido el impulso decisivo. Con el pretexto de la grave crisis provocada por los abusos sexuales, imputados al “clericalismo”, decidió, en el marco de su “proceso sinodal”, iniciar tres foros dedicados, respectivamente, al poder en la Iglesia, la moral sexual y la vida sacerdotal.

Ahora bien, al plantear estos tres temas, la intención de la fracción mayoritaria de la Conferencia Episcopal es cuestionar secciones enteras del magisterio de la Iglesia católica, sobre todo teniendo en cuenta que la Conferencia ha decidido asociar a estos foros al Zentralkomitee der deutschen Katholiken (el Comité central de los católicos alemanes, ZdK sus siglas en alemán), la poderosa asociación de laicos conocida por su progresismo radical.

Además, al tratarse de la cuestión del poder en la Iglesia, el objetivo es conseguir, en la medida de lo posible, separar el estado sacerdotal de la función de gobierno de las parroquias y de las diócesis, poniendo fin, cuando fuera necesario, a las disposiciones canónicas vigentes. De hecho, este objetivo ya se ha puesto en marcha en algunas diócesis, o está a punto de serlo, como en la de Múnich en la que, según un proyecto difundido recientemente, la función de vicario general podría ser atribuida conjuntamente a un sacerdote y un laico, o en la de Osnabrück, en la que la dirección efectiva de una parroquia ha sido confiada a una mujer.

En lo que respecta a la moral sexual, la intención del “proceso sinodal” es aún más espectacular, porque pretende llevar a cabo una ruptura clara con la “teología del cuerpo” enseñada por Juan Pablo II. A este respecto hay que volver a las declaraciones del cardenal Marx en Lingen, según las cuales, por un lado, la moral sexual de la Iglesia no ha integrado aún las aportaciones decisivas de la teología y de las ciencias humanas y, por el otro, aún no se ha tomado suficientemente en consideración la “significación personal” de la sexualidad. No es banal que la organización de este foro dedicado a dicho asunto haya sido confiada al representante más emblemático del progresismo episcopal, mons. Franz-Josef Bode (Osnabrück), el mismo que, recientemente, proponía la bendición de las parejas del mismo sexo.

Respecto a la vida sacerdotal, no es un secreto para nadie que la Iglesia alemana quiere obtener la posibilidad de ordenar tanto a hombres casados como a mujeres. Esta última reivindicación (la ordenación de mujeres) no es una cuestión planteada por teólogos que están en un segundo plano, sino por personalidades religiosas de primer plano, entre ellas una religiosa responsable de una de las comunidades benedictinas alemanas más grandes (3) y dos obispos (4).

¿Ruptura con Roma?

No es fácil prever cuál será el resultado de este proceso sinodal. ¿Se corre el riesgo, como temen algunos, de que la Iglesia alemana llegue a una ruptura con Roma, a un nuevo “libres de Roma” similar al de Lutero?

Ciertamente, ante la hipótesis de que Roma rechace todas las novedades pedidas por la Iglesia alemana, -la posibilidad de ordenar a hombres casados, de bendecir a las parejas del mismo sexo y de que el clero y los laicos compartan el gobierno de las diócesis y las parroquias-, no hay nada que excluya que dicha Iglesia haga caso omiso y ponga en marcha las reformas deseadas, llevando a cabo la ruptura de forma efectiva. Sin embargo, en este caso extremo, el cisma se duplicaría en otro cisma, esta vez dentro de la Iglesia alemana, porque una minoría de obispos, como también una parte del laicado (5), no estarían dispuestos a unirse a la agenda progresista del cardenal Marx y del Comité central de los católicos alemanes. Este es el caso, sobre todo, de practicantes llegados recientemente de África, Asia y otros países europeos.

Pero el argumento cisma no parece el más probable en el estado actual. Antes los riesgos que este representaría, las dos partes -Roma y la Iglesia alemana- estarán probablemente dispuestas a dar un paso la una hacia la otra. Así Roma podría conceder, con ocasión del sínodo de la Amazonia del próximo octubre, la posibilidad de ordenar a los viri probati, como se intuye en el documento preparatorio de dicho sínodo (6). Del mismo modo, podría, sin cambiar formalmente su enseñanza sobre la homosexualidad, callar ante las probables bendiciones de parejas del mismo sexo (que por otra parte ya se hacen). En lo que respecta a la Iglesia alemana, esta podría renunciar, al menos temporalmente, a sus reivindicaciones más radicales, como la ordenación de mujeres.

Sea como sea, en los próximos meses, la Iglesia alemana deberá ser observada con gran atención, porque en este país que vio nacer la Reforma, la Iglesia universal se juega, tal vez, una parte de su futuro.

Jean Bernard

(1) En 2005, Eugen Drewermann abandonó oficialmente la Iglesia católica.

(2) Los obispos de Ratisbona, Passau, Eichstätt, Augsbourg, Bamberg, Colonia y Görlitz.

(3) “Es totalmente natural que las mujeres sean sacerdotes… Aquí, en Tutzing, tenemos teólogas sumamente cualificadas. Lo único que les falta es la ordenación, nada más”. (Ruth Schönenberger, responsable del priorato benedictino de Tutzing, la casa madre bávara de una de las congregaciones misioneras benedictinas más importantes, que incluye alrededor de 1.300 religiosas presentes en 29 países).

(4) El cardenal Woelki (Colonia), mons. Franz Jung (Wurzbourg) y mons. Gerhard Feige (Magdeburgo) ya han expresado sus dudas sobre ciertas orientaciones del proceso sinodal.

(5) Es el caso, sobre todo, de los fieles agrupados en el seno del Forum Deutscher Katholiken (Foro de los católicos alemanes). Ver también las asociaciones Totus Tuus y Emanuell, así como la Katholische Pfadfinder Europas. Por último, respecto a los medios de comunicación, podemos citar el periódico Tagespost o el sitio internet kath.net.

(6) “Es necesario pensar en nuevos caminos para que el Pueblo de Dios tenga mejor y frecuente acceso a la Eucaristía”.