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Originalidad de Benedicto XVI en la relación de razón y derecho.
31 - 01 - 2014 - PAPADOS - Benedicto XVI

El presidente de la Corte Constitucional y monseñor Gänswein presentaron en el Quirinale el volumen que contiene los discursos de Benedicto XVI en los que reflexiona sobre la razón y el derecho. Un Ratzinger laico y relativista.

Un enfoque laico y no motivado por la fe, alejado de cualquier fundamentalismo. Un explícito aprecio por la tradición democrática liberal y una exaltación de la razón y de un saludable relativismo en el ámbito de las decidiones mundanas. Hay todo esto y mucho más en los discursos del teólogo Joseph Ratzinger, después Papa Benedicto XVI, como se puede comprobar en el libro “La ley del Rey Salomón”, editado por Marta Cartabia (juez constitucional) y Andrea Simoncini . El volumen fue presentado ayer por la tarde en la Biblioteca del Quirinale por el presidente de la Corte Constitucional italiana Gaetano Silvestri, por el Prefecto de la Casa Pontificia Georg Gänswein, y los juristas Franco Viola y Francesco D’Agostino.


El prólogo del libro fue escrito por el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, que recuerda su relación con Ratzinger y las «disposiciones semejantes al diálogo tranquilo, libre y respetuoso» y las «afinidades generacionales» entre sus vidas «inscritas íntegramente en la experiencia histórica del siglo XX». Además del «común e implícito identificarse con los fundamentos de la cultura europea de una política iluminada por la historia y guiada por la razón» que no excluye el factor religioso de la esfera pública. Al leer los diferentes textos que conforman el libro surge la gran cuestión sobre el fundamento del pensamiento jurídico occidental en relación con los de otras tradiciones culturales y antropológicas y las peculiaridades del cristianismo con respecto a las demás religiones: para los cristianos no existe un derecho revelado, un orden jurídico que deriva de una revelación, sino que la naturaleza y la razón son las verdaderas fuentes del derecho.


Como afirmó Benedicto XVI el discurso en la Westminster Hall (septiembre de 2010): « La tradición católica mantiene que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón, prescindiendo del contenido de la revelación. En este sentido, el papel de la religión en el debate político no es tanto proporcionar dichas normas, como si no pudieran conocerlas los no creyentes. Menos aún proponer soluciones políticas concretas, algo que está totalmente fuera de la competencia de la religión. Su papel consiste más bien en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos».

En el libro “Fe, verdad y tolerancia», el entonces cardenal Ratzinger escribió: «Una sociedad liberal es una sociedad relativista, solo por este presupuesto es capaz de permanecer libre y abierta a un camino posterior. En el ámbito político esta concepción tiene ampliamente razón. No existe una opción política que sea la única correcta [...] Pero también en la esfera política con el relativismo total deja de funcionar. Hay injusticia que no puede nunca convertirse en justicia (por ejemplo matar inocentes, negar a individuos o grupos el derecho a la propia dignidad humana y a condiciones correspondientes); hay justicia que no puede nunca convertirse en injusticia».


Ideas redescubiertas y, tal vez en algunos casos, descubiertas por primera vez, puesto que no corresponden con el cliché a partir del cual (gracias, incluso, a muchas simplificaciones mediáticas) se ha seguido interpretando la enseñanza de Papa Ratzinger. Lo subrayó el presidente de la Corte Constitucional al hablar sobre el papel recíproco y «purificador» entre el pensamiento de la Iglesia y el pensamiento laico. Silvestri reflexionó sobre los fundamentos de los valores y recordó que «no es posible fundar los principios sobre la autoridad sino que hay que fundar la autoridad sobre los principios». «Ni siquiera el voto del cien por ciento de los electores haría legítimas hoy las leyes raciales», dijo, retomando las observaciones de Ratzinger sobre la injusticia que no puede nunca convertirse en justicia.


El arzobispo Georg Gänswein explicó que el «alma del pensamiento de Benedicto XVI es una apasionada defensa por el retorno del derecho natural», ese derecho que «en el último medio siglo, debido al positivismo jurídico, ha sido considerado como una doctrina católica», cuando en realidad se trata de un pensamiento compartido que representa la «herencia de Europa». «La razón necesita a la religión –dijo–, pero también la religión necesita el papel aclarador de la razón, para correr el riesgo de acabar en el sectarismo o en el fundamentalismo. El derecho natural, la ley natural es la capacidad de distinguir entre el bien y el mal y el lenguaje de la naturaleza es el lenguaje de la razón, un lenguaje que abre nuestra mirada hacia el Dios creador».


El profesor Franco Viola, filósofo del derecho, habló de los dos «ídolos» del mundo post-cristiano: por una parte el «cientismo, basado en la objetividad inerte de los datos», y por otra, el «subjetivismo, basado en la incuestionable consciencia y en la absoluta subjetividad». Ante estas tendencias, subrayó la originalidad del enfoque de Benedicto XVI sobre la relación entre la razón y el derecho. «La fe cristiana es opción para lo racional –dijo– y el verdadero enemigo del cristiaismo no es el ateísmo (que lleva en sí una semilla positiva en contra de los ídolos y de las creencias demasiado humanas), sino la eliminación de la idea misma de verdad, la negación de la idea misma de cuidar el ser», es decir el nihilismo. Benedicto XVI rechaza «la separación entre la razón crítica y la tradición –explicó Viola–; y hay que insistir en que incluso la razón crítica tiene un vientre que la mantiene en vida, siempre y cuando no corte el cordón umbilical: sola razón no quiere decir razón sola». Papa Ratzinger, concluyó, «no dice que el positivismo jurídico es falso, dice que es parcial».

Al terminar, el profesor D’Agostino, presidente de los Juristas católicos italianos, indicó la importancia y la originalidad de los ensayos publicados en el libro, deteniénsose en el caso particular del texto del musulmán Wael Farouq, que, al comentar los discursos de Ratzinger, propone un derecho natural desde el punto de vista islámico. «Los diferentes enfoques, que a veces no concuerdan, representados en el libro –subrayó D’Agostino– indican la fecundidad del pensamiento de Ratzinger». El profesor, retomando lo dicho por el presidente Silvestrini, habló de «principios fundamentales» que son «absolutos» y, por lo tanto, no pueden ser sujetos a la voluntad de la mayoría: «El derecho lleva consigo una vocación al absoluto».(Andrea Tornielli-Vatican Insider)