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El sínodo de los jóvenes amenaza con ser un caos
03 - 10 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Desde la elección de miembros a un Instrumentum laboris sospechoso de estar manipulado, pasando por la nueva constitución apostólica Episcopalis communio y el desconocimiento, a estas alturas, del procedimiento de voto, hacen temer un Sínodo de los Jóvenes que aporte más confusión que claridad. (Fuente: Infovaticana)

Hasta ahora, un sínodo no tenía necesariamente que ser un modelo de claridad o utilidad porque, antes de la aprobación de la constitución apostólica Episcopalis communio aprobada recientemente por el Papa Francisco era solo una reunión cuyas conclusiones tenían un carácter meramente consultivo. Pero ahora, al decir del citado documento papal, lo que salga de cada sínodo, una vez aprobado por Su Santidad, pasa a ser magisterio ordinario, es decir, algo que el común de los fieles debe tomar como doctrina de la Iglesia.

Del sínodo que empieza el miércoles ya hemos hablado en otras ocasiones. Comentamos la innovadura estructura ‘dialogante’ con que se presentaba, con un ‘presínodo’ matenido con grupos de jóvenes de todo el mundo , receptores de la reunión de obispos de los que, se decía, la Iglesia también quiere ‘aprender’.

Vimos el método forzado en la selección de dichos jóvenes participantes, seleccionados por las conferencias episcopales que, a su vez, sabía perfectamente el tipo de mensaje que Roma quería escuchar de ellos. Fuimos testigos del intento de abrir y ampliar ese elenco con foros cerrados online cuyas consultas y preocupaciones en principio iban a recogerse en el documento de trabajo y que muchos participantes denunciaron como trucado, al ver ninguna de sus propuestas recogidas en el texto. Asistimos a la selección de clérigos participantes, algunos ‘tocados’ por el escándalo McCarrick, preferentemente ‘renovadores’ y con especial ‘sensibilidado’ hacia el lobby LGTBI. Contemplamos con creciente alarma el lenguaje del propio Instrumentum laboris -con términos nunca aceptados por la Iglesia, como las citadas siglas LGTBI-, la renuncia a asistir de uno de los obispos seleccionados de Holanda y la petición del Arzobispo de Filadelfia, Monseñor Charles Chaput de que se pospusiera el sínodo.

Y, ahora, denuncia Edward Pentin en el National Catholic Register, nos enteramos de que ni siquiera se sabe aún, a un día de su inicio, si contendrá proposiciones que se votarán separadamente -exigiendo cada una para su aprobación una mayoría de dos tercios- o si, por el contrario, se votará tan solo, en bloque, el documento final -que, recordemos, se convertirá en magisterio ordinario- por igual mayoría.

El asunto no es baladí. En el Sínodo de la Familia de 2015 ya se intentó eliminar las proposiciones separadas que exigieran ser votadas cada una de ellas a favor de un voto total al documento, a lo que se opusieron en una carta al Papa trece cardenales, con la consecuencia de que se mantuvo el procedimiento habitual.

“La ausencia de proposiciones y sus debates y votaciones correspondientes parece disuadir la discusión abierta y confinarla a pequeños grupos”, se lee en la carta enviada en 2915 por estos trece cardnales. “Por tanto, nos parece urgente que se reestablezca la elaboración de proposiciones que deban ser votadas por el sínodo en su cojunto”, alegando que votar un texto íntegro final impide una revisión pausada y completa, así como la introducción de ajustes y revisiones.

Si bien el Papa no logró en este caso que se impusiera su idea original de votar el texto global, sí se sirvió de su autoridad para que se incluyera en el texto final proposiciones que, de hecho, no habían logrado la mayoría necesaria, como alguna relativa a la acogida eclesial a los homosexuales, con lo que pasaron al documento inicial del sínodo que con la misma temática se celebro el año siguiente.

Todas estas circunstancias, sumadas a la crisis que vive la Iglesia en relación al encubrimiento de casos de pederastia clerical en varios puntos del planeta, hacen temer a muchos que el Sínodo de los Jóvenes tenga un guión prefijado que se está haciendo todo lo posible para imponer, pese a la imagen de apertura y diálogo.