El arzobispo Paul Richard Gallagher lanzó un llamado a los Estados miembro de la ONU para que haya mayor empeño en liberar al mundo de la pesadilla atómica, en ocasión del encuentro organizado en las Naciones Unidas para celebrar la Jornada Internacional para la Eliminación de las Armas Nucleares.

"No debemos resignarnos -dijo el responsable de Exteriores del Vaticano- ante de la idea de que las armas nucleares están aquí para quedarse. No debemos dar crédito a la idea de que las amenazas actuales a la paz internacional y a la seguridad no permiten el desarme nuclear".

"El mundo no es más seguro con las armas nucleares, es más peligroso", recordó el representante de la Santa Sede, apuntando contra las políticas nucleares que están "en contradicción con el espíritu y el objetivo de las Naciones Unidas", porque "la paz y la estabilidad internacional no pueden fundarse en la destrucción mutuamente asegurada o la amenaza de aniquilación total".

Monseñor Gallagher solicitó a los países que adhieran -como ya hizo la Santa Sede- al Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares, aprobado en diciembre de 2017, hasta ahora firmado por 61 Estados y ratificado por 14.

También recomendó la entrada en vigencia del Tratado para la Prohibición Total de Experimentos Nucleares (CTBT) con el objetivo de frenar el desarrollo de armas aun más letales, en el marco del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (NTP) y en vista de su prohibición total.

El jefe de la delegación vaticana no ocultó su preocupación por la intención declarada por algunos Estados de desarrollar su capacidad nuclear, minando el clima de confianza recíproca indispensable para el progreso de las negociaciones para liberar al mundo de las armas atómicas.

Entre los otros grandes desafíos para la humanidad, monseñor Gallagher indicó -en otra reunión dedicada a las migraciones- la urgencia de dar una respuesta global al fenómeno, que asumió proporciones tales como para requerir soluciones sustentables en interés de las personas en movimiento y para los países de asilo y acogida.

"Estos enfoques -subrayó- deben responder tanto al derecho a la emigración como al derecho soberano de los Estados de proteger sus fronteras y establecer una política migratoria, siempre en el pleno respeto a los derechos humanos de los migrantes, independientemente de su status migratorio".

De allí el aliento a mirar con confianza la próxima cita fijada por la ONU en Marrakesh, Marruecos, en diciembre, para la adopción del Pacto Global para una Migración Segura, Ordenada y Regular.

Un acuerdo -subrayó monseñor Gallagher- que "ayudará a todos, los Estados, la sociedad civil o cualquiera de nosotros, a ser conscientes de los desafíos que las personas en movimiento deben afrontar, para que puedan encontrar nuestra responsabilidad compartida hacia ellos", que el Papa Francisco resume en cuatro verbos: "Acoger, proteger, promover e integrar".