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Diócesis francesa sin nuevos sacerdotes
06 - 07 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

En Francia, la Hija Mayor de la Iglesia, 58 diócesis no ordenarán a un solo sacerdotes este año, según informa La Croix. (Fuente: Infovaticana)

En todo el país, el número de nuevos sacerdotes se reduce a 114, de los que seis corresponden a la Comunidad del Emmanuel y cuatro al Camino Neocatecumenal. Burdeos y París son las diócesis con más ordenandos, seis cada una (París ordenó a nueve el año pasado y a once en 2016).

Dos conclusiones puede obtenerse de este panorama desolador de tierras tan marcadas por la civilización cristiana. La primera es que la ‘primavera’ que se nos anunciaba con el presente pontificado y su ‘renovación’ eclesial, como sucedió tras el Concilio Vaticano II, está teniendo exactamente el efecto inverso al deseado, y se parece bastante más al más frío de los inviernos.

Y la segunda es que no hay nada tan novedoso y atractivo como la Tradición. Porque sucede que hasta el 20% de los que se ordenarán en Francia este año pertenecen a alguna congregación, orden o sociedad tradicionalista, algo absolutamente desproporcionado con lo escasas que son y lo abiertamente hostiles que son contra ellas los nuevos aires que llegan de Roma.

Así, se ordenarán tres del Instituto del Buen Pastor, dos de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP) y dos del Instituto de Cristo Rey. La comparación con las incontables parroquias, movimientos y sociedades ‘aggiornados’ ofrece una evidencia clamorosa.

Sería una excelente base para la reflexión en el próximo Sínodo de la Juventud. Hemos leído lo que, supuestamente, ‘preocupa’ a la juventud católica y que, quizá no por casualidad, es lo que ‘preocupaba’ a la juventud… de 1968, es decir, más o menos los mismos que organizan el sínodo.

No es, naturalmente, que estemos acusando a los organizadores de mentir. Es posible y hasta probable que muchos jóvenes ‘católicos’ deseen o digan desear una ‘Iglesia en salida’ o mayor apertura o una relajación de las normas relativas a la moral sexual o una liturgia (aún) más participativa e informal.

Pero sucede aquí como en el mercado, que una cosa es lo que declara una muestra más o menos escogida del público y otra, más real y comprometida, lo que hace cuando cuesta. Y del mismo modo que da igual que una mayoría diga al encuestador que su libro favorito es El Quijote si lo que más se vende es el libro de Belén Esteban, resulta poco relevante que un grupo selecto de jóvenes se decante por lo mismo que sus abuelos sesentayochistas en práctica religiosa si, a la hora de la verdad, no van a comprometer su vida en ello ni van a llenar los templos ‘renovados’.

O, para ir al caso, si no optan por el sacerdocio.

Los seminarios se vacían aún más deprisa que las iglesias, pero no todos ni en igual proporción. Y nos parece una actitud singularmente suicida no solo no animar y cuidar aquellas congregaciones que dan frutos más abundantes sino, por el contrario, cercenarlas como se ha hecho con la Fraternidad de los Santos Apóstoles en Bélgica, simplemente porque han elegido vivir su sacerdocio como lleva viviéndolo la Iglesia desde hace siglos.