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El Papa da a Galantino la ocasión de albergar inmigrantes
27 - 06 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Galantino administrará un patrimonio de 5.000 viviendas, repartidas por roma, que harían las delicias de cualquier ong dedicada a la acogida de inmigrantes. (Fuente: Infovaticana)

Hablábamos ayer mismo de cómo el secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, Monseñor Nunzio Galantino, explicaba por qué lo que el episcopado italiano ha propuesto a sus fieles -que alberguen ‘refugiados’ africanos en sus hogares- no pueden cumplirlo ellos mismos, y hoy, milagro, el propio Papa le ofrece una maravillosa ocasión para superar esas dificultades al nombrarle presidente del APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica), la institución que gestiona los bienes inmobiliarios de la Santa Sede repartidos por toda Roma, así como en Suiza, Londres o París.

“No llevo inmigrantes a mi casa porque sería una presuntuosa irresponsabilidad pensar que el problema de estas personas se pueda resolver así”, declaró Galantino, en respuesta a las innumerables sugerencias de los fieles que, ante la propuesta de los propios obispos, se preguntaban por qué sus pastores no predicaban con el ejemplo.

Bien está lo que responde Galantino, y es cierto que, si bien sería un hermoso gesto abrir los palacios episcopales a los desheredados de la tierra, no bastan para “dar posada” a tanto “peregrino”. Pero ahora sus oraciones han sido respondidas, y tiene en sus manos unas cinco mil propiedades dispersas por toda Roma, algunas alquiladas por rentas meramente simbólicas a personajes de interés para la Santa Sede, como periodistas.

La ocasión la ofrece el Cardenal Domenico Calcagno, que se retira del puesto debido a su avanzada edad. Y el Papa, preocupado, dice, por la falta de ‘claridad’ en la condición y el valor de los inmuebles, ha encargado a Galantino que se ocupe de ellos.

Monseñor Rambo, como le conocen en Savona, se ocupó del APSA, digamos, con esa relajada forma de gestionar que no es extraña en la Curia y que deja todo terriblemente enmarañado. Como se dice por la Curia, “en un país civilizado estaría preso”. Aficionado a las armas y la agricultura, por ejemplo, disponía, para su disfrute personal, de una finca en la Vía Laurentina, propiedad del Vaticano, con 22 hectáreas y más de un millar de olivos -Fundazione San Giuseppe-. La finca, procedente de un legado, estuvo alquilada a la conocida Edil Ars. Ahí solía llevar Calcagno a su amada perra (no es un adjetivo) Diana, para la que había hecho acondicionar su Mercedes, y de ahí salía el abono que luego se usaba en Castelgandolfo.

Pero me distraigo: todo eso es el pasado; el futuro de esas cinco mil propiedades -tirando por lo bajo- está ahora en manos de un hombre que se ha excusado de alojar en su casa a los inmigrantes -como aconseja hacer a los demás- porque eso sería “presuntuoso” por su parte y no “solucionaría el problema”. Ahora, en cambio, tiene a su disposición miles de casas en las que dar albergue a esos cuyo destino hace sufrir a su caritativo corazón de clérigo.

Quizá el gesto que sin duda le impone su caridad sería vetado bajo cualquier otro Pontífice, pero no bajo uno que tantas veces ha demandado con palabras ardientes la acogida de todos estos recién llegados, para quienes se opone a cualquier limitación de llegada o la clasificación en legales e ilegales; que tanto ha clamado contra el poder corruptor de las riquezas y que, en fin, ha hecho de “una Iglesia pobre para los pobres” el principio rector de su renovación eclesial.

Va a ser un duro reproche práctico a la política desalmada del nuevo ministro del Interior, Matteo Salvini, tan unánimemente atacado debido a su negativa a seguir recibiendo inmigrantes, por todo el episcopado italiano y miembros de la Curia vaticana. Ahora ya no hablamos, en fin, de unas cuantas habitaciones desde las que los refugiados, ciertamente, podrían distraer a los purpurados de sus pías oraciones, sino de cientos de miles de metros cuadrados en los que podrían iniciar una nueva vida, tan digna como se desea.

Permanecemos atentos al anuncio de esta medida, tan espectacular como obvia después de los mensajes lanzados reiteradamente.