El reportaje se centra en las peripecias de Luis Rubio, sacerdote de Paredones, a cien kilómetros al sur de Santiago, que encontraba a sus víctimas a través de las redes sociales, enviando mensajes eróticos y fotos de él mismo desnudo. Aunque el propio Rubio ha asegurado que su obispo ignoraba todo el asunto, Goić se ha confesado culpable por negligencia en una rueda de prensa para responder a las acusaciones, que ha admitido en su integridad aunque asegura no haber recibido pruebas hasta este momento.
Y es que una testigo, antigua catequista de la parroquia, asegura haberse reunido con Goić en cuatro ocasiones para denunciar a 17 sacerdotes mancomunados en una infernal ‘confraternidad’ dedicada en exclusiva al abuso sexual.
Quizá lo más novedoso de la confesión pública de Goić, dividida en puntos, sea el segundo, en el que agradece a los medios de comunicación su labor desenterrando este terrible caso. Es un saludable recordatorio de que, a menudo, no son los medios más obsequiosos y halagüeños para los prelados y la jerarquía los que mayor contribución hacen al bien de la Iglesia, sino lo que, contando lo que muchos preferirían que no se supiese, ayudan a que se atajen los abusos y se vuelvan endémicos.
Todos sabemos que el ‘establishment’ -incluyendo la Santa Sede- está empeñado en una feroz cruzada contra las ‘fake news’, igual que todos sabemos que ‘fake news’ es el nombre en clave de cualquier medio ajeno a los grandes grupos tradicionales, muy especialmente los de Internet.
La prueba del nueve es que la persona encargada por Su Santidad para ‘llevar las comunicaciones vaticanas al Siglo XXI’, Monseñor Viganò, se estrenó con la más evidente y descarada de las ‘fake news’ -en su sentido más literal- y hoy sigue dando conferencias sobre las ‘fake news’. Incluso el propio Pontífice ha arremetido contra blogs y publicaciones online críticas con su estilo de gobierno, asegurando que nunca los lee.