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Advertencias sobre las "escandalosas intercomuniones"
16 - 05 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

En su libro La restauración de la cultura cristiana, Senior alerta sobre la posibilidad de que los sacerdotes distribuyan deliberadamente la comunión a no católicos como una forma de tratar de alcanzar la unidad. (Fuente: Infovaticana)

En los últimos meses, se ha intensificado el debate sobre la llamada “intercomunión”, planteado por las directrices de los obispos alemanes partidarios de que se admita a la comunión a los cónyuges protestantes de los católicos, y contra las que se han alineado siete obispos alemanes.

Una cuestión sobre la que ya advertía hace más de 30 años el intelectual estadounidense John Senior, que en su libro La restauración de la cultura cristiana señala que “distribuir la Sagrada Comunión a quienes están fuera de la Iglesia puede ser una malicia muy eficaz si, ya sin la excusa de la ignorancia invencible, los no católicos reciben el Cuerpo y Sangre de Cristo para su propia condenación”.

A continuación, puede leer el fragmento del libro de John Senior que aborda la cuestión de la distribución de la comunión a no católicos:

“La superstición, aquello que se afirma aunque nadie sabe por qué, es precisamente lo opuesto a la “comprensión”. Y hoy, para una gran cantidad de católicos, no solamente la teología sino la misma fe se han convertido en una superstición. Asentimos sin creer, porque creer implica cierto grado de comprensión. La fe, como la ciencia, sin inteligencia, es magia. Muchos –la mayoría–, durante la misa actual, tienen muy poca comprensión del más grande de los actos del universo, ante el cual los ángeles doblan sus rodillas. Con la pérdida de la cultura y la ayuda de los liturgistas, la mayoría de los católicos ven a la Misa como un modo de compartir la presencia de Cristo con los demás, especialmente a través de la parodia del beso benedictino de la paz. Luego de hacerse cargo de una nueva parroquia, un buen sacerdote que conozco examinó a los niños y adolescentes que ya habían hecho su catecismo. Les hizo una sola pregunta y les propuso tres respuestas posibles: “¿Dónde está Cristo de un modo más perfecto y plenamente presente: en el sagrario, en el crucifijo o en nosotros mismos?” La gran mayoría respondió: “En nosotros mismos”. Y algunos de ellos dijeron luego que las respuestas deberían haber incluido el libro de lecturas de la Misa, que el sacerdote eleva durante la celebración como si fuera la hostia. Sólo dos o tres del grupo, que reunía a más de sesenta niños, habían escuchado hablar de la presencia real de Cristo en la eucaristía.

Para tomar otro ejemplo, citaré las escandalosas “intercomuniones” –así se las llama– en las que los sacerdotes distribuyen deliberadamente la comunión a no católicos. Dado que la eucaristía es el sacramento de la unidad cristiana, explican, si utilizamos el signo podremos alcanzar la unidad. Lo que hacen es invertir la causa y el efecto, que es exactamente lo propio de la operación mágica. Sabemos que un sacramento es un signo que produce lo que significa: ellos poseen su eficacia por la acción de Dios. La magia obra por la manipulación ilícita de los signos separados de su causa. En la magia no hay causa de ningún tipo sino ilusión, lo cual no significa que no haya efectos que correspondan a otras causas: los magos del faraón hacían casi los mismos milagros que Moisés. Distribuir la Sagrada Comunión a quienes están fuera de la Iglesia puede ser una malicia muy eficaz si, ya sin la excusa de la ignorancia invencible, los no católicos reciben el Cuerpo y Sangre de Cristo para su propia condenación.”