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El C9, un "gobierno" plagado de miembros problemáticos
15 - 05 - 2018 - IGLESIA - Europa

A Francisco no le gusta cómo se gobierna la Iglesia. No es el único, que la reforma de la Curia es una vieja reivindicación de grupos muy variopintos, e incluso enfrentados, dentro de la Iglesia. Pero hasta ahora las estructuras han aguantado bastante bien todos los intentos de remozarla de arriba abajo, quedando todo, la mayor parte de las veces, en retoques o cambios cosméticos. (Fuente: Infovaticana)

Y entonces llegó Francisco. El ‘Papa revolucionario’ -como le gusta que le llamen, según Scalfari- no podía dejar de hacer suya esta ya vieja necesidad de cambio, y a apenas un mes de su aceptación anunció la prometida reforma, incluyendo la revisión la Constitución apostólica Pastor Bonus, de la que se encargaría auxiliado por un consejo privado de carácter permanente formado por nueve cardenales, que inmediatamente recibió el nombre en medios de C9.

Cinco años después, el resultado del consejo en cuestión, en lo que se refiere a su misión expresa, es nulo. Nada ha cambiado ni hay nada en el horizonte inmediato. Ni siquiera los asuntos presentados como más urgentes en su momento, como poner cierto orden en las finanzas vaticanas, siempre tan proclives al escándalo, se han solucionado o siquiera encarado con algún realismo.

Pero sería precipitado decir que el C9 es un organismo decorativo e inútil, lejos de ello: es, simplemente, que su misión no es tanto crear nuevas estructuras oficiales de gobierno de la Iglesia como servir a modo de sustituto oficioso. Las congregacions y dicasterios funcionan como suelen, con la estructura de siempre, pero el verdadero poder está en el C9.

Son los íntimos del Papa, sus hombres de confianza, quienes tienen el oído de este pontífice tan dado a bruscos giros de timón, que compatibiliza la insistente llamada a la descentralización, a una ‘Iglesia sinodal’, con órdenes súbitas, inexplicadas e inapelables.

Eso es lo que hace tan crucial este órgano consultivo, cumpla o no la misión para la que nació explícitamente, y tan preocupante observar el destino de algunos de sus miembros más conspicuos. Veámoslo.

– Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa. Es el coordinador del grupo, es decir, el que manda después del Papa, quien no solo le ha confiado el peso de la reforma curial, sino que es también ‘su hombre’ para su América Latina natal.

Decir que Maradiaga está envuelto en escándalos es quedarse cortos. A finales del año pasado volvía al Vaticano el enviado especial cargado con un informe plagado de testimonios y documentos sobre corrupción financiera, inversiones millonarias desaparecidas y tejemanejes de todo tipo en los mercados de valores que, si llamarían la atención en cualquier arzobispo primado, causan mayor indignación en uno de los países más pobres del mundo, y el que sufre mayor desigualdad económica de Hispanoamérica.

El informe también apuntaba a su ‘número dos’, el obispo auxiliar Juan José Pineda que, además de haber sido acusado de mantener a su amante (un hombre) con los fondos de la diócesis, es objeto de denuncias por abusos sexuales por parte de varios seminaristas.

Su Santidad, una vez se conocieron los cargos, llamó a Maradiaga para decirle que sabía lo que estaba pasando y asegurándole que sabía que nada de todo eso era otra cosa que ‘calumnias’. Lo que, naturalmente, dio carpetazo al asunto en lo que se refiere al Vaticano, aunque el escándalo sigue abierto para los medios de comunicación.

– Marcello Semeraro. El obispo de Albano, secretario del C9, mantiene un perfil bajo y discreto, aunque, hombre considerado ‘progresista’ en círculos eclesiales, fue el encargado de redactar la declaración oficial en los dos sínodos de la familia que prepararon el terreno a Amoris Laetitia.

En un libro posterior escrito por Semeraro, ‘Il sinodo della famiglia raccontato alla mia Chiesa’, el obispo concluía que la novedad fundamental del sínodo fue “el paso de la moral de la ley a la moral de la persona”, un tema muy querido por el Santo Padre.

– Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo Emérito de Santiago de Chile, está en estos momentos en el ojo del huracán por el fiasco con las víctimas de abusos sexuales clericales a niños por el que el Papa tuvo que pedir humildemente perdón después de acusar de ‘calumniadores’ a las víctimas del Padre Karadima.

El Papa acaba precisamente de convocar a Roma a los obispos chilenos, incluido Errázuriz que, si bien dijo inicialmente que no asistiría a la reunión, ha tenido que desdecirse y presentarse.

Como antiguo presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, Errázuriz sería el último responsable del affaire Barros, que hizo del último viaje del Papa a Chile su mayor fracaso, al menos a efectos de recibimiento.

Chile se vio hace algunos años sacudido por un escándalo de abusos a niños protagonizado por un carismático sacerdote, el Padre Karadima, y el nombramiento por Francisco de uno de sus ‘protegidos’, Juan Barros, como obispo de Osorno sentó como un tiro a las víctimas, algunas de las cuales acusan a Barros de haber asistido pasivamente a los desmanes de Karadima.

Con la información oficialmente obtenida de Errázuri, aunque oficiosamente de su amigo y también jesuita Germán Arana, el Papa se negó a creer a las víctimas y rechazó por tres veces la renuncia de Barros.

Según informa hoy la prensa chilena, fue una carta colectiva de sacerdotes de Osorno lo que desencadenó todo el asunto. En la carta, dirigida al provincial de la Compañía de Jesús en Chile, los sacerdotes cuestionan la esquinada intervención de Germán Arana en el nombramiento de Barros.

La actualidad está poniendo a Errázuriz cara de encubridor, como poco, y si no fuera por la conocida renuencia de Su Santidad a que los medios le obliguen a cesar a quien él mismo ha elegido y su probada lealtad hacia sus hombres, diríamos que sería el perfecto chivo expiatorio de todo este desgraciado asunto.

– Seán Patrick O’Malley, obispo de Boston. Cuando Francisco anunció su política de ‘tolerancia cero’ con los abusos sexuales de los clérigos, al mismo tiempo dispuso la creación de una Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, de la que hizo presidente a O’Malley.

Desgraciadamente, la dicha comisión no ha tenido mucho trabajo desde su creación, y su presidente sí ha tenido un desgraciado encontronazo con el Sumo Pontífice por su causa.

Tras declarar Francisco, a la vuelta de su viaje a Chile, que ninguna víctima se había dirigido a él para contar su versión de la historia, una de ellas apareció en los medios asegurando que había enviado una misiva a la comisión detallando su desafortunado caso -con el ahora obispo Barros como testigo pasivo de los abusos- y que su presidente, O’Malley, le aseguró que se la había hecho llegar al Papa, entregándosela en mano.

El Papa negó haberla recibido, y todo quedó aquí. Pero haber insinuado que el Papa miente no debe hacer fáciles las reuniones del C9 para O’Malley.

– Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. La Iglesia alemana es un verdadero quebradero de cabeza para la universal, imponiendo como más urgentes y perentorios sus problemas de comunidad rica del progresista primer mundo.

La Alemania de Marx es casi el perfecto opuesto de esas ‘periferias pobres’ a las que Francisco quiere dar especial importancia, y nos tememos que, por ahora, el país germano gana al Tercer Mundo por goleada en atención eclesial.

Es tanto lo que podemos decir de Marx que tendremos que resumir implacablemente: como presidente de la CEA, es el responsable de toda la escandalosa disputa sobre la intercomunión, fue pieza esencial de los sínodos de la familia que empezaron a insinuar la ‘moral situacional’ en la doctrina, ha alabado a su tocayo Karl como inspirador de la doctrina social de la Iglesia y recientemente declaró que el principal reto que tiene hoy Europa -una Europa en descristianización acelerada- es el Cambio Climático.

Al anunciar la creación del C9, Francisco presumió de que en él figuraban cardenales de los cinco continentes, lo que nos lleva a sospechar maliciosamente que los dos siguientes de la lista, a saber,

– Laurent Monsengwo Pasinya, Arzobispo de Kinshasa; y

– Oswald Gracias, Arzobispo de Bombay,

tienen un aire a cuota. Probablemente estemos totalmente equivocados, y pediremos humildemente perdón cuando el tiempo quite la razón a un comentario vagamente ofensivo como este. Hasta entonces, seguimos con

– George Pell. Prefecto de la Secretaría de Economía y ex Arzobispo de Sidney. Es difícil considerar a Pell miembro en activo del C9, aunque Francisco no ha dado indicaciones de querer cesarlo. Sí está en suspenso, en cambio, como ‘ministro’ de Economía, en cuyo desempeño ven muchos en la Curia el origen de sus desdichas.

Y es que Pell está acusado de haber cometido hace décadas abusos a niños, y está en pleno juicio por las autoridades australianas. Antes de eso, como responsable de las finanzas vaticanas, denunció malversaciones de cientos de millones de euros que, se le aseguró desde la Secretaría de Estado, eran simplemente cantidades fuera de balance. Pero aquello sentó como un tiro en el entorno del Pontífice.

Así las cosas, no es probable que haya una gran expectación sobre su regreso al erario vaticano en el futuro cercano.

– Pietro Parolin sucedió al Cardenal Tarcisio Bertone al frente de la poderosa Secretaría de Estado del Vaticano. Su papel más criticado ha sido la negociación con el gobierno chino, que implica unas condiciones por parte de Pekín juzgadas inadmisibles por muchos observadores, especialmente por el Obispo Emérito de Hong Kong, Cardenal Zen, que ha acusado a Roma de ‘traicionar’ a los fieles chinos.

El acuerdo pasaría por un reconocimiento canónico de la cismática Iglesia Patriótica China, creada por el Partido Comunista en el poder para provocar la división de la Iglesia nacional, e incluye el cese de obispos fieles, que han sufrido persecución y, en algún caso, cárcel y torturas, por sus homólogos cismáticos.

Parolin ha agravado una postura que para muchos resulta incomprensible pidiendo a los chinos fieles que “no se quejen” y acepten lo que él mismo considera un bien superior, el restablecimiento de la unidad. Que acuse de ‘quejicas’ a quienes arrostran una vida de perpetuo miedo y discriminación por fidelidad a Roma resulta, cuando menos, poco oportuno.

– Giuseppe Bertello es el gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano, algo así como el primer ministro de ese diminuto país. Discreto, parece ser el burócrata eficiente dentro de este extraño elenco.

Llama, pues, la atención, de que de un número tan reducido de hombres elegidos a dedo y para responsabilidades tan altas en la Iglesia haya una proporción tan relativamente alta de personajes marcados por el escándalo y la polémica.