Recapitulemos brevemente. La asamblea de la Conferencia Episcopal Alemana acordó en su última plenaria un texto, aprobado por abrumador mayoría, en el que se daba libertad a los sacerdotes alemanes, bajo ciertas condiciones, para administrar la comunión a luteranos cónyuges de católicos que lo solicitaran.
Tratamos aquí la cuestión, como informamos luego de la carta que, privadamente, enviaron siete obispos alemanes a la Congregación para la Doctrina de la Fe para que tomara cartas en el asunto y prohibiera tamaña profanación.
Supimos recientemente que el Papa había vetado la propuesta alemana en una carta que, primero, irritó a Su Santidad que se hiciera pública y, a continuación, los obispos alemanes negaron haber recibido. Ya saben, estas ‘cartas de Schrödinger’ que existen y no existen al mismo tiempo empiezan a ser cosa habitual en la jerarquía católica.
El caso es que el Papa convocó al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el Cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de Munich, a conferenciar con él en privado, lo que no resulta difícil al ser el purpurado miembro del consejo privado del Pontífice, el célebre C9.
Y ahora, quién sabe si en consecuencia, tenemos esto de un príncipe de la Iglesia alemana y teólogo de la máxima confianza del Santo Padre. Sostiene Kasper en el texto que católicos y protestantes son miembros de la “misma, única Iglesia de Cristo” aunque, añade en una contradicción lógica, los segundos no están “en plena comunión”.
Alega por otra parte que la intercomunión es legítima en estos casos porque los matrimonios mixtos constituyen “una iglesia doméstica”, una formulación que los aliados teológicos de Kasper, por cierto, aborrecen cuando se aplica de cualquier otra manera a la familia.
Lo que sigue quedando en la nube de la duda es por qué podría tener ‘hambre de eucaristía’ alguien que no cree en la Transubstanciación o por qué, si cree en ella, puede seguir llamándose luterano.