La procreación se está convirtiendo en una cuestión de fabricación, ingeniería, control de calidad y otros accesorios de control industrial. Los bebés ya están hechos por fecundación artificial, y luego clasificados por atributos de salud y neo-eugenésicos, incluido el sexo. Los embriones deseados se implantan en el útero, ya sea el de la madre o el «portador gestacional» alquilado. Los humanos no deseados son descartados como desechos médicos, almacenados en frío o donados para investigación.

Si ciertos bioéticos y biotecnólogos se salen con la suya, la reproducción tecnológica se volverá aún más precisa y deshumanizante. Así lo revela una historia de Yahoo News sobre el trabajo del bioético de Stanford, Hank Greeley:

Hank Greesley

Esto es lo que Greely imagina: un hombre y una mujer entran a una clínica de fertilidad. El hombre deja algo de esperma. La mujer deja algunas células de la piel, que se convierten en huevos y se fertilizan con la esperma del hombre.

A diferencia de la fertilización in vitro actual, que típicamente rinde alrededor de ocho huevos por prueba, el nuevo método podría dar como resultado 100 embriones.

La biblioteca completa de ADN de los embriones sería decodificada y analizada para revelar predisposiciones genéticas, tanto para la enfermedad como para los rasgos personales. El hombre y la mujer obtendrían expedientes sobre los embriones que pasan las pruebas mínimas de idoneidad.

De, digamos, 80 embriones adecuados, la pareja elegiría uno o dos para implantarse.

Las posibilidades no se detienen allí. La tecnología también podría ayudar a abrir la puerta a las parejas homosexuales a tener hijos genéticamente relacionados con ambos, aunque el giro adicional de hacer óvulos de los hombres o el esperma de las mujeres sería un gran desafío biológico.

¿Qué sucede si el «producto» es de alguna manera «defectuoso»? ¿Habrá una garantía? ¿Habrá un derecho de devolución?

Ya somos testigos de la selección de sexo y otras formas de aborto tardío eugenésico. Algunos bioéticos creen que estas acciones de terminación deberían extenderse al infanticidio, a veces llamado «aborto posparto», hasta que un niño se convierta en una «persona», por ejemplo, capaz de ser consciente de sí mismo o valorar la vida.

Tal (llamémoslo) ideología libertaria claramente atrae a algunos. Estas personas creen que las personas no solo tienen derecho a un bebé, sino al bebé que desean.

Pero, ¿qué sucede si tal control de calidad se vuelve obligatorio, al menos en cuanto a la salud? El viejo Movimiento Eugenista muestra en qué podría convertirse la Nueva Eugenia.

Si la visión de Greeley se materializa, será una de las transformaciones más radicales de la sociedad humana en la historia. Y, sin embargo, no hay discusiones democráticas serias sobre la sabiduría de permitir tales prácticas, y el control regulatorio existente es débil.