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El Papa emérito cumple 91 años
16 - 04 - 2018 - PAPADOS - Benedicto XVI

El Papa Emérito, Benedicto XVI, cumple 91 años, y en estos días ha recibido algunas visitas en su retiro vaticano. (Fuente: Infovaticana)

Lo ha visitado, por ejemplo, el Cardenal Leonardo Sandri; lo ha visitado Maximilian Heim, abad cisterciense de Heiligenkreuz, en Austria, con algunos de sus monjes. Y, naturalmente, por Pascua lo visitó su sucesor, el Santo Padre.

La novedad es que, de estas visitas, todos los visitantes sacan fotos y las publican en alguna parte, orgullosos y felices de la ocasión. En cambio, de la reciente visita de Francisco, por otra parte tan abierto al pequeño reportaje gráfico, en foto o vídeo, de sus visitas sorpresa a centros varios, no tenemos nada. Una escueta nota de prensa y nada más. Ni siquiera comentario alguno de la conversación.

El cumpleaños de Benedicto es una ocasión tan buena como cualquier otra para reflexionar sobre esta figura para la que no hay precedente ni, hasta ahora, una explicación unánime por parte de los expertos en eclesiología: el Papa emérito.

Cinco años llevamos ya con este incómodo enigma, con esta situación imposible, con esta coexistencia inexplicable. Hay absoluto consenso en que el Papa es solo uno y solo puede ser uno en cualquier momento de la vida de la Iglesia, y ese es, indudablemente, Francisco, elegido por un cónclave válido y aceptado como tal por los fieles.

Pero, entonces, ¿qué hace Benedicto en el Vaticano, en Mater Eclessiae? ¿Por qué lleva el título, inventado por él mismo, de ‘Papa emérito’? ¿Qué es un Papa emérito, qué retiene de Papa esa sorprendente? ¿Cómo encaja en la estructura divina o humana de la Iglesia?

No hay precedentes, como sí los había, aunque realmente escasos, de una abdicación papal. Pero en los dos casos citados cuando se produjo el sorprendente anuncio, ambos pontífices, tras su renuncia, volvieron a su situación previa, de monje y cardenal, respectivamente.

No ha sido así con Ratzinger, que no tantas prerrogativas papales retiene, desde el propio nombre -Benedicto, en lugar de Joseph- hasta el tratamiento de Su Santidad, el hábito blanco pontificio o la ‘hospitalidad’ vaticana.

¿No exigiría un misterio tan evidente una mayor atención, pronunciamientos magisteriales, explicaciones por parte de voces autorizadas de la teología, la eclesiología o el derecho canónico? ¿Cómo hemos podido aceptar con tanta naturalidad algo que no solo no había ocurrido nunca en dos mil años de Iglesia, sino que ni siquiera se ha tratado de aclarar satisfactoriamente?

El propio interesado ha sido notoriamente evasivo ante las preguntas de los medios, incluso recurriendo a la ironía cuando se le preguntó por qué seguía vistiendo de blanco. Pero ni él ni nadie en la cúpula de la Iglesia ha ofrecido una respuesta convincente a la sustancia de este asunto.

En los días posteriores a su renuncia se especuló acaloradamente con las posibles razones de tan extraño paso, y las referencias del propio Benedicto a sus menguadas fuerzas permitían pensar en gravísimas razones de salud que llevarían, por el curso natural, a una rápida conclusión de la desoncertante ‘cohabitación’. Pero, cinco años después y gracias a Dios, Benedicto sigue en pie y, por lo que sabemos, tan lúcido como de costumbre.

Este lunes cumple 91 años una figura que, desde su silencio apenas turbado en Mater Eclesiae, sigue siendo un misterio viviente.