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Cardenal denuncia la situación de Siria
12 - 03 - 2018 - INTERRELIGIOSO - Musulmanes

El cardenal, invitado de la Pontificia Universidad Urbaniana, denunció la dramática situación sanitaria en el país, que ya ha entrado al octavo año de guerra consecutivo. (Fuente: Lastampa.it)

Ellos, los niños sirios a los que se han negado incluso el derecho a la infancia, fueron los principales protagonistas del testimonio que el cardenal Mario Zenari quiso ofrecer ayer por la tarde en el Aula Magna de la Pontificia Universidad Urbaniana. Visiblemente conmovido por lo que vive cotidianamente desde hace siete años, recordó principalmente el drama de los niños sirios, pero sin olvidar a las madres y a los padres, ni el proyecto “Hospitales abiertos”, con el que tres hospitales católicos tratan de aliviar a 40 mil pacientes en 3 años (de los cuales 1897 ya han sido curados). Un proyecto al que atribuyó un enorme valor, teniendo en cuenta que en Siria hay más de once millones de personas que no pueden acceder a medicinas o tratamientos, puesto que en estos años el 50% del sistema sanitario sirio no funciona debido a la guerra, y el 75% del personal sanitario ya no está en servicio.

 

El cardenal Mario Zenari llegó a Siria en 2009 y, ante este escenario de devastación, dijo haber recordado a menudo un proverbio africano: «Cuando hay una pelea entre elefantes, quien sufre es la hierba». Y en Siria los elefantes son todos los ejércitos que se luchan entre sí. El escenario en el que los niños sirios mueren o viven su desesperada infancia fue ilustrado con algunas fotografías de la Organización Mundial de la Salud: «Han visto cuánta destrucción: desde que llegué a Siria ha habido una explosión que también me ha afectado a mí. Se verificó ese domingo cuando, en Verona, algunos amigos me dijeron que el Papa me había nombrado entre los nuevos cardenales». Y poco tiempo después decidió que ese birrete habría sido para todos los niños de Siria.

 

Pero no todo en Siria es una montaña de escombros como las que se ven en las fotografías que fueron presentadas, especificó Zenari. Y añadió que hay situaciones mucho peores, como las destrucciones y las plagas que no se ven, empezando por la ruptura del tejido social y de la pérdida del derecho a la infancia. «La situación humanitaria en Siria está fuera de control», insistió, alarmado y adolorido, al recordar que la señora Carla del Ponte, la magistrada suiza que se ha vuelto famosa en todo el mundo por su actividad como procurador del Tribunal Internacional, renunció recientemente a su puesto en la Comisión de investigación instituida por la ONU en Siria porque nunca había visto nada parecido ni durante la guerra en la ex Yugoslavia, ni en Ruanda. Y retomó las palabras del secretario de la ONU, Antonio Gutiérrez, quien se ha referido al infierno para describir la situación siria: «Yo mismo –indicó–, hace algunos años, llamaba a la devastada ciudad de Homs para preguntar cómo era la Pascua en el infierno».

 

Su historia personal, proveniente de una tierra que debido a todas las batallas tan dramáticas y sangrientas que ha vivido creó la Cruz Roja, precisamente para socorrer a los soldados heridos en los campos de batalla de Solferino y en otros lugares regados con sangre, llevó al cardenal a compartir con los presentes otra dramática consideración: «En esa época, las batallas entre ejércitos se llevaban a cabo lejos de los centros habitados, ahora ya no es así, involucran a muchas familias, madres, niños…». Y recordó a todos los muertos y heridos (no solo en los enfrentamientos en los que se han visto involucrada la sociedad civil de muchas ciudades y localidades), a los miles de agentes humanitarios, a miles de socorristas, voluntarios, que han perdido la vida mientras ofrecían sus servicios. Al referirse a las armas que se han utilizado en este conflicto no solamente citó las armas químicas, prohibidas por las convenciones internacionales, sino también el arma de la sed, recordando que una vez tuvo que recibir a una delegación y le preguntó a sus huéspedes si les podía ofrecer algo: «Me dijeron, que solamente un vaso de agua. Y les respondí: “¿Saben cuánto me cuesta? Tengo que mandar al chofer a cincuenta kilómetros para que encuentre agua potable”».

 

Todo esto lo llevó a no distinguir entre las víctimas, entre cristianos o musulmanes, puesto que todos los que sufren son «la carne de Cristo». Sin duda, prosiguió, hay grupos más expuestos y luego están los cristianos, hablando en términos de valor social, «son una ventana hacia el mundo para Siria». Y recordó el cardenal Zenari a los cinco religiosos secuestrados cuyo paradero todavía se desconoce: los dos obispos ortodoxos, el padre Paolo Dall’Oglio y dos jóvenes curas.

 

Frente a la catástrofe siria, el nuncio concluyó su intervención con una nota de aliento: «Cualquier catástrofe se puede transformar en una oportunidad». Y contó cuando, después de la sangrienta batallad e Alepo, fue con la delegación de “Cor Unum” al este de la ciudad, al barrio sunita: vieron a tantas personas en condiciones de extrema necesidad y entre ellos «un hombre de repente se puso a gritar: “¡Dios es grande, los infieles han venido a socorrernos!”. Así es como un desastre se transforma en una oportunidad».