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Un nuevo indicador de la soledad
28 - 02 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Rumania se ha convertido en su capital global. Es un negocio multimillonario, poco regulado y opaco en el que resulta difícil obtener cifras. (Fuente: Forumlibertas)

Con el porno clásico en declive, las productoras buscan otras fórmulas como el porno chat —con sus estriptis y espectáculos a demanda— que ganan terreno. Y Rumania se ha convertido en su capital global. Es un negocio multimillonario, poco regulado y opaco en el que resulta difícil obtener cifras, pero solo en LiveJasmin, una de mayores comunidades de camgirls, el antiguo satélite comunista es el segundo país de procedencia, según datos de la empresa. El primer país del ranquin, afirma un portavoz, es información clasificada, según una información que publica el diario El País. En esta web para adultos, que paga a las mujeres entre un 30% y un 70% de lo que invierten los espectadores y que tiene un volumen de negocio de unos 400 millones de dólares, cuenta con dos millones de modelos registradas —50.000 activas—. En el top 10 hay mujeres de Estados Unidos, Rusia, Colombia, Filipinas, Polonia, Sudáfrica… Las rumanas son un 12%; una cifra oceánica para un país de menos de 20 millones de ciudadanos.

En Rumania, el salario mínimo apenas supera los 300 euros mensuales. Y el medio no llega a los 500. Estas chicas están ganando 6.000 euros, 5.000 después de impuestos.

Esta situación responde a un nuevo tipo de fenómeno, el de la soledad en nuestras sociedades modernas. Especialmente la de hombres que se relacionan con chicas a través de videochats porque es fácil, porque les garantiza el contacto y porque saben que va a ser satisfactorio como clientes que son.

El negocio del porno-chat no está regulado como tal en Rumania. Para la Administración es como si no existiera. Los estudios que cumplen pagan un 21% de impuestos como cualquier otra pequeña o mediana empresa. Y las modelos, que son autónomas, pagan sus tasas con el estatuto de artistas (entre un 22% y un 32%). Además, en este país, a diferencia de sus vecinos, si sólo hay una persona dentro de la habitación no se considera pornografía. Esto y el vacío legal han contribuido al auge del sector en el país balcánico.

 “Se llame como se llame legalmente es pornografía. No hay contacto sexual directo, pero cosifica al máximo a la mujer; por no hablar de que es inseguro. La falta de normativa y el carácter de la actividad promueven los abusos. Cómo saber de veras si alguien está trabajando voluntariamente o si recibe sus ingresos. Además, ha habido casos en los que ciertos estudios eran una tapadera para la prostitución”, plantea la activista feminista Karin Iacob. “Hay que imponer controles”, reclama. En el país balcánico no han trascendido casos de explotación, pero sí en otros lugares como Filipinas, lo que llevó a varias plataformas a vetar a sus modelos.

Las chicas explican que tienen seguidores habituales, que suelen conectarse cada semana, o incluso cada día, para hablar con ella y que invierten miles de dólares en tiempo a solas en una habitación digital. A los 3,99 dólares por minuto regulares (hay tarifas más bajas, pero escasas) se suman otros dos si el cliente quiere que la modelo escuche su voz.

“No se trata de porno o estriptis, la parte erótica es esencial pero en realidad se hace dinero hablando, haciendo psicología con el cliente y logrando que pase un tiempo de calidad. Hay que dejar tus problemas fuera de la habitación, mostrarte cercana, sonreír. Quizá lo parezca, pero tener éxito en este trabajo no es fácil” sostiene Andreea Iorda, ex camgirl y ahora una de las directoras de Gloria Agency.

La era de la soledad ha llegado y la pornografía sabe sacar partido de ello.