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El relativismo instalado en su sistema democrátio
02 - 02 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

El pasado lunes, S.E.R el cardenal Peter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest y Primado de Hungría, habló sobre «el papel de la religión y las iglesias en un estado secular» en la Universidad de Columbia en Nueva York. (Fuente: Infocatolica)

El cardenal Erdö describió aquella civilización en la que los campos del conocimiento operaban separadamente pero al unísono, cada uno apuntando a la realidad de Dios. «Las leyes, la moral y la religión forman un todo orgánico», dijo, «que es propio de la sociedad occidental hasta el período de la Ilustración».

Pero durante la Ilustración, la sociedad cristiana fue separada de sus raíces católicas, de su conocimiento de la ley natural y, con esto, la Cristiandad empezó a transformarse en «Occidente».

«La caída de Occidente y sus democracias»
Esta brecha, dijo Erdö, condujo al progresivo «debilitamiento de las creencias en el racionalismo del mundo» que ahora se manifiesta en una pérdida masiva de fe en las instituciones democráticas.

Olvidando la fe, desarraigado de la ley natural, Occidente llegó a percibir la verdad como algo relativo, evolutivo, siempre cambiante.

El resultado, observa el cardenal, es que «la idea del relativismo y de la incertidumbre de la ley natural… gana terreno, como también lo hace la separación de la ley de la así llamada moral natural».

En este marco, dijo, la confusión envuelve a la sociedad, y llega a ser «difícil para el Estado decidir qué es bueno para el hombre».

«Incluso la mayoría puede llegar a conclusiones erróneas o dañinas», advirtió Erdö,«especialmente si el concepto del bien común se vuelve incierto porque no hay consenso ni siquiera sobre los fundamentos antropológicos de la ley»

El cardenal señaló los crímenes de Hitler como la manifestación última del abandono de los valores morales absolutos.

«Los juicios de Nuremberg mostraron hasta dónde nos puede conducir la separación entre la ley y la moral», recordó. No fue fácil condenar a gente cuyas acciones estaban basadas en leyes en vigor pero inmorales».

El comunismo también tiene su trágico testamento. El prelado dijo que, durante la era soviética, los estados comunistas del este de Europa suplantaron la moral tradicional por los preceptos marxistas-leninistas.

El colapso de este sistema en 1989 creó «un vacío moral», observó, y en muchas de estas sociedades heridas, incluyendo la suya propia, los líderes están trabajando en restituir los fundamentos morales, llegando al punto de declarar explícitamente la importancia fundamental de la religión en sus constituciones postcomunistas.

Pero más al oeste, el cardenal Erdö advirtió, las naciones que anteriormente eran cristianas están tan saturadas de relativismo que sus fundamentos democráticos, sus instituciones sociales, culturales y gubernamentales están empezando a derrumbarse.

«De acuerdo al discurso democrático tradicional occidental, dijo, los políticos y los partidos presentan y defienden sus programas de forma racional y los ciudadanos maduros y responsables hacen su elección usando argumentos racionales»

Pero cada vez más, esta «imagen de la realidad» está cambiando, dijo Erdö:

«Las personas deben tener mucha confianza en las premisas básicas de un programa político, para que los que sean elegidos, por una mayoría democrática, puedan contar con la confianza de esa sociedad. Parece ser un círculo vicioso. Tenemos que poner nuestra confianza en alguien por anticipado, para permitir que tal decisión en la que confiamos pueda llevarse a efecto.»

Magisterio de San Juan Pablo II
El análisis del cardenal coincide con la visión de la democracia del Papa San Juan Pablo II.

En su encíclica de 1995 «Evangelium Vitae», el Santo Padre relaciona la cultura de la muerte, la meta final del relativismo moral con la desintegración de la democracia.

«Pedir el derecho al aborto, el infanticidio y la eutanasia y reconocer esto legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso y malvado: el de tener un poder absoluto sobre otros y contra otros», declaró. «Esta es la muerte de la verdadera libertad».

Tres años más tarde, en su discurso «a los obispos de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América (California, Nevada, Hawai)» el Papa habló aún con mayor urgencia, «lo que está en juego aquí no es nada más y nada menos que la indivisible verdad sobre la persona humana en la que los Padres Fundadores basaron la petición de independencia de vuestra nación».

«La vida de un país es mucho más que su desarrollo material y su poder en el mundo» recordaba a los prelados de los estados del oeste de los Estados Unidos. «Una nación necesita 'un alma', necesita la sabiduría y el valor para sobreponerse a los males morales y a las tentaciones espirituales inherentes a su marcha a través de la historia.»

También recordó a los católicos las graves responsabilidades morales que conlleva el ejercicio de la vida civil:

«En unión con todos los que están a favor de la 'cultura de la vida' sobre 'la cultura de la muerte', los católicos y especialmente los legisladores católicos, deben continuar haciendo oir sus voces en la formulación de los proyectos legislativos, culturales, económicos y políticos que, 'con respeto por todos y manteniendo los principios democráticos' contribuyan a la construcción de una sociedad en la que la dignidad de cada persona se reconozca y se defienda y mejore la vida de todos».

«La democracia», alertó el Pontífice, «permanece o cae con los valores que personifica y promueve».

El lunes, el cardenal Erdö, un obispo claramente ortodoxo, recordó a los asistentes, que los hombres y las mujeres «no pueden cansarse de los 'valores morales básicos'», para concluir diciendo que a pesar de «la debilidad de nuestra comprensión» de Dios, no podemos «renunciar a nuestra búsqueda de la verdad».