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Ratzinger no es herético.Dos le defienden
11 - 01 - 2018 - PAPADOS - Benedicto XVI

El ataque frontal a la teología de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI por parte de Enrico Maria Radaelli y Antonio Livi, de lo cual ha dado noticias a comienzos de año Settimo Cielo, ha originado un debate muy vibrante. Afirman que "con los esquemas conceptuales propios del subjetivismo moderno, desde lo trascendental de Kant al idealismo dialectico de Hegel", Ratzinger "niega las premisas racionales de la fe",con lo que incurre en herejía. Ahora Antonio Caragliu replica defendiendo al Emérito. (Sandro Magister-SC-Redacción)

Radaelli y Livi acusan a Ratzinger de haber reinterpretado la fe cristiana "con los esquemas conceptuales propios del subjetivismo moderno, desde lo trascendental de Kant al idealismo dialectico de Hegel", con el resultado de invalidar precisamente "la noción base del cristianismo, la de la fe en la revelación de los misterios sobrenaturales por parte de Dios". A su juicio, en efecto, en la teología de Ratzinger "esta noción resulta irremediablemente deformada por la adopción del esquema kantiano de la imposibilidad de un conocimiento metafísico de Dios, lo que conlleva la negación de las premisas racionales de la fe".

A esta imputación de herejía sustancial Settimo Cielo ya ha acogido una primera réplica, con la firma de Antonio Caragliu.

Y ahora presentamos una segunda réplica, escrita por un magistrado administrativo de Roma que es también apreciado autor de ensayos de filosofía y teología.

*

NI KANT, NI HEGEL. MEJOR SAN PABLO EN ATENAS


por Francesco Arzillo

Pienso que la parte final del inolvidable discurso de Benedicto XVI en Collège des Bernardins, en Paris, el 12 de setiembre de 2008, puede ofrecer una clave decisiva para comprender sintéticamente – pero también retrospectivamente – el núcleo verdadero del pensamiento del “Papa teólogo”.

Aquí presentamos qué dijo textualmente:

«El esquema fundamental del anuncio cristiano «ad extra» –a los hombres que, con sus preguntas, buscan– se halla en el discurso de san Pablo en el Areópago. Tengamos presente, en ese contexto, que el Areópago no era una especie de academia donde las mentes más ilustradas se reunían para discutir sobre cosas sublimes, sino un tribunal competente en materia de religión y que debía oponerse a la importación de religiones extranjeras. Y precisamente ésta es la acusación contra Pablo: «Parece ser un predicador de divinidades extranjeras» (Hch 17,18). A lo que Pablo replica: «He encontrado entre vosotros un altar en el que está escrito: ‘Al Dios desconocido’. Pues eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo» (cf. 17, 23). Pablo no anuncia dioses desconocidos. Anuncia a Aquel, que los hombres ignoran y, sin embargo, conocen: el Ignoto-Conocido; Aquel que buscan, al que, en lo profundo, conocen y que, sin embargo, es el Ignoto y el Incognoscible. Lo más profundo del pensamiento y del sentimiento humano sabe en cierto modo que Él tiene que existir. Que en el origen de todas las cosas debe estar no la irracionalidad, sino la Razón creativa; no el ciego destino, sino la libertad.

«Sin embargo, pese a que todos los hombres en cierto modo sabemos esto –como Pablo subraya en la Carta a los Romanos (1, 21)– ese saber permanece irreal: Un Dios sólo pensado e inventado no es un Dios. Si Él no se revela, nosotros no llegamos hasta Él. La novedad del anuncio cristiano es la posibilidad de decir ahora a todos los pueblos: Él se ha revelado. Él personalmente. Y ahora está abierto el camino hacia Él. La novedad del anuncio cristiano no consiste en un pensamiento sino en un hecho: Él se ha mostrado. Pero esto no es un hecho ciego, sino un hecho que, en sí mismo, es "Logos" –presencia de la Razón eterna en nuestra carne. "Verbum caro factum est" (Jn 1,14): precisamente así en el hecho ahora está el "Logos", el "Logos" presente en medio de nosotros. El hecho es razonable. Ciertamente hay que contar siempre con la humildad de la razón para poder acogerlo; hay que contar con la humildad del hombre que responde a la humildad de Dios.

«Nuestra situación actual, bajo muchos aspectos, es distinta de la que Pablo encontró en Atenas, pero, pese a la diferencia, sin embargo, en muchas cosas es también bastante análoga. Nuestras ciudades ya no están llenas de altares e imágenes de múltiples divinidades. Para muchos, Dios se ha convertido realmente en el gran Desconocido. Pero como entonces tras las numerosas imágenes de los dioses estaba escondida y presente la pregunta acerca del Dios desconocido, también hoy la actual ausencia de Dios está tácitamente inquieta por la pregunta sobre Él. "Quaerere Deum" –buscar a Dios y dejarse encontrar por Él: esto hoy no es menos necesario que en tiempos pasados. Una cultura meramente positivista que circunscribiera al campo subjetivo como no científica la pregunta sobre Dios, sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves. Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura».

En estos densos pasajes de ese discurso de Benedicto XVI, los amantes de la filosofía y de la teología pueden encontrar los mil hilos complejos de la cuestión de la Revelación, tal como se plantea hoy en la mente de los que quieren ser fieles a la riqueza del dato revelado y de la comprensión elaborada por el magisterio de la Iglesia, sobre todo en los dos concilios vaticanos.

Estos concilios vaticanos son leídos, como enseñaba Leo Scheffczyk, según un criterio de estrecha continuidad – yo diría de reciprocidad –, de lo cual se puede deducir que:

- por un lado, también en el Concilio Vaticano I se encuentra el concepto de la auto revelación de Dios (DH 3004), el cual no es una novedad del Concilio Vaticano II y que – tomado en sí mismo – es más antiguo que la reanudación que luego hizo el idealismo filosófico en un contexto distinto de pensamiento: en efecto, se encuentra una referencia en San Buenaventura;

- por otro lado, el Vaticano II es entendido en el sentido que “las palabas y las acciones realizadas por Dios comunican también la verdad y pueden ser aceptadas con razonabilidad en su sentido solo como verdad” (cfr. L. Scheffczyck, "Fondamenti del dogma. Introduzione alla dogmatica", Roma, Editorial de la Universidad de Letrán, 2010, pp. 82-83).

En el discurso parisino de Benedicto XVI, muy bueno, pero también muy concreto, se encuentra "in nuce" verdaderamente todo. Hay una comprensión realista de los "preambula fidei". Está la cuestión de la salvación. Está la razón humana en sus diversas formas y está el Logos/Acontecimiento. Está la historia humana entrecruzada con la historia de la salvación.

Pero no se encuentra en ese discurso ninguna barrera preliminar de tipo kantiano o en cualquier caso de matriz irracionalista, pragmática o antimetafísica.

Respecto a esto último es oportuno advertir que en el discurso “La fe y la teología de nuestros días”, pronunciado en Guadalajara (México) en mayo de 1996, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe Joseph Ratzinger no se limitó a criticar algunas formas de racionalismo neo-escolástico, citando como “más fundamentada histórica y objetivamente la posición de Josef Pieper” (que de todos modos era un pensador de matriz tomista), sino sobre todo - al criticar las teorías relativistas de Hick, Knitter y de otros teólogos -, puso en evidencia precisamente el hecho que esas teorías se fundan, en última instancia, “en un racionalismo que, a la manera de Kant, considera que la razón no puede conocer lo que es metafísico”; mientras que, por el contrario, “el hombre posee una dimensión más amplia de cuanto Kant y las diversas filosofías postkantianas le habían atribuido”.

Además, coherentemente con estas premisas, en el discurso en el congreso internacional sobre la ley natural promovido por la Pontificia Universidad Lateranense el 12 de febrero de 2007, el Papa recordó “otro peligro menos visible, pero no menos inquietante: el método que nos permite conocer cada vez más a fondo las estructuras racionales de la materia nos hace cada vez menos capaces de ver la fuente de esta racionalidad, la Razón creadora. La capacidad de ver las leyes del ser material nos hace incapaces de ver el mensaje ético contenido en el ser, mensaje llamado por la tradición 'lex naturalis', ley moral natural. Una palabra, ésta, para mucho hoy casi incomprensible a causa de un concepto de naturaleza ya no más metafísico, sino solamente empírico”.

No por casualidad, además, el pensamiento de Ratzinger ha sido objeto más bien – y yo diría prevalentemente – de una crítica de signo progresista. Por ejemplo, Klaus Müller, en una serena y densa lectura de la obra del Papa teólogo, al volver a recorrer la cuestión del “platonismo” y de la “helenización del cristianismo”, subrayó cómo “Ratzinger jamás había desarrollado una relación positiva y creadora con el pensamiento moderno” y, en primer lugar, con la gran estación del idealismo alemán (K. Müller, "Il teologo papa", en Suplemento a "Il Regno - Documenti" n. 3, 1 de febrero de 2013).

Me parece que estas pocas menciones pueden contribuir a considerar la “cuestión Ratzinger” en la pista correcta.