Con la publicación oficial de la carta del Papa Francisco a los obispos de la región de Buenos Aires, se espera que la dolorosa disputa sobre la Exhortación Apostólica Amoris laetitia termine. La gran mayoría del pueblo de Dios afortunadamente recibió esta carta hasta ahora y ahora puede sentirse confirmado.
Para el purpurado, todo gira en torno al puesto de preeminencia que el Papa Bergoglio ha recuperado para la conciencia. Dicha facultad debe seguir prestando atención “a los mandamientos objetivos de Dios”, sostiene Kasper. Pero la Amoris laetitia reconoce que “los mandamientos objetivos y universalmente válidos… no pueden aplicarse mecánicamente o a través de una deducción puramente lógica a situaciones concretas y a menudo complejas y desconcertantes”. De forma muy similar, ha apostillado el cardenal, a la distinción en la ley criminal entre el homicidio voluntario e involuntario en casos de homicidio.
Y si la decisión sobre volver o no a los sacramentos reside en la conciencia propia, ha sostenido por último el cardenal Kasper, he aquí la razón por la que la Amoris laetitia “no tiene nada que ver con la ética situacional que no conoce ningún mandamiento universal, ni con excepciones al mandamiento, sino más bien con la virtud cardinal de la prudencia“.
Para Kasper, Francisco se encuentra con su énfasis en la importancia de la conciencia del Concilio Vaticano II, que enseñaba que la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, es donde está solo con Dios, cuya voz en sus profundidades se puede escuchar (Constitución Pastoral Gaudium et Spes, 16). Sin lugar a dudas, la Iglesia debe formar la conciencia de los hombres, pero no puede tomar el lugar de la conciencia (Amoris laetitia, 37).