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El curioso belén del Vaticano siembra la polémica
15 - 12 - 2017 - GENERALES -

Como cada año, los habitantes de las sociedades secularizadas, postcristianas, de Occidente nos enfrentamos durante estas fechas a los ya habituales intentos públicos de profanación en forma de celebraciones oficiales que olvidan el origen de la Navidad o, peor, se mofan de él. (Fuente: Infovaticana)

El sencillo belén, la multisecular tradición de adornar casas y lugares públicos con la recreación de la escena central de la Navidad, el pesebre en el que nació el Hijo de Dios, es con frecuencia eje de disputas y polémicas. En la mayoría de los casos es, sin más, ignorado; en muchos, como los que organizan algunos municipios franceses, se prohíben desde instancias superiores, ya no para respetar el carácter laicista del Estado, sino para no ofender a la minoría musulmana.

En nuestro país, lo mejor es casi cuando el ayuntamiento de turno se abstiene de sugerirlo siquiera, porque cuando lo monta es como el que ha puesto Ada Colau en Barcelona, donde los personajes parecen empalados en una escena de tortura laicista.

Pero si en un lugar podemos estar seguros de encontrar un belén sin complejos, un belén ‘de lujo’ (en el mejor sentido del término), es en el centro de la cristiandad católica, la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Tradicionalmente esperado como un despliegue no solo de pierdad, sino también de excelencia artística, este año no ha defraudado en cuanto a lo imponente de la presentación y el mérito de las tallas. La escena es una donación de la Abadía de Montevergine, en la región de la Campania, en el Sur. Las figuras y el escenario, al estilo napolitano del S. XVIII, son obra de un taller local y están inspiradas en las Siete Obras de Misericordia. Contiene veinte tallas de tamaño mayor que el natural en terracota dispuestas en un área de unos 80 metros cuadrados.

Sin embargo, no ha sido del gusto de todos, alegando los críticos, entre otras cosas, que el despliegue eclipsa el Misterio, que parece dejar de ser el centro. Las Obras Corporales de Misericordia, con ser claves para nuestra fe, no son exactamente el motivo de la fiesta.

Otros lamentan que las figuras sufrientes recuerdan a zombis, deformadas de un modo desagradable, y que en lugar de albergarse en la tradicional cueva, la Sagrada Familia se cobija bajo una cúpula en ruinas que según los más suspicaces parece presagiar el derrumbe de la propia Iglesia.

La idea de usar la imaginería para catequizar, especialmente con un tema tan cercano al corazón del Papa Francisco como es la misericordia, está en línea con una antiquísima tradición de la Iglesia, que se ha valido de las artes visuales a modo de ‘libro’ abierto a todos, también a los más sencillos e ignorantes. Pero quizá la ocasión no sea la más adecuada.

Lo que se celebra en Navidad, lo que se trata de representar en cualquier belén en millones de hogares católicos, es una verdad demasiado central a nuestra fe como para que tenga que compartir espacio con otros misterios. Un Niño nos ha nacido, Dios se ha hecho hombre y ha venido al mundo en la soledad y pobreza de un pesebre para ganado. El Milagro es tan grande, la ocasión para la alegría tan evidente, que casi cualquier detalle que nos distraiga de la escena principal, de lo que recogen los Evangelios -con la visita de los pastores y los magos de Oriente- puede resultar innecesario, casi molesto.

No es la misericordia que Dios nos pide que tengamos con nuestros hermanos lo que se celebra en Navidad, sino la misericordia infinita que ha tenido Dios al enviarnos a Su Unigénito.