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El Papa ha hablado. Pero las dudas no han desaparecido
13 - 12 - 2017 - VATICANO - Documentos

Tanto una cosa como la otra han sucedido casi en el mismo día. Por un lado, la publicación en los "Acta Apostolicae Sedis" de la que se presenta como la interpretación oficial y definitiva del controvertido capítulo octavo de "Amoris laetitia", a favor de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. Por otro lado, la publicación de un libro con homilías y textos de Carlo Caffarra, uno de los cuatro cardenales que han sometido al papa Francisco sus muy serios "dubia" precisamente sobre ese capítulo.(Sandro Magister-SC)

De la primera de estas dos publicaciones se tuvo noticias en los primeros días de diciembre, con la publicación de la tipografía del nuevo volumen de los "Acta" oficiales de Santa Sede. Pero la decisión de imprimir la carta en la que el Papa aprueba los criterios adoptados por los obispos de la Región de Buenos Aires para la aplicación del capítulo octavo de "Amoris laetitia" se remonta a seis meses antes, al 5 de junio.

Fue ese, efectivamente, el día en el que Francisco dio órdenes al cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, para proceder a la publicación oficial de ambos documentos - la carta del Papa y el texto de los obispos argentinos -, "velut Magisterium authenticum", como magisterio auténtico.
Es lo que se lee, en latín, en la parte inferior de los documentos, en la página 1074 de los "Acta Apostolicae Sedis", An. et vol. CVIII, n. 10:

RESCRIPTUM "EX AUDIENTIA SS.MI"

Summus Pontifex decernit ut duo Documenta quae praecedunt edantur per publicationem in situ electronico Vaticano et in "Actis Apostolicae Sedis", velut Magisterium authenticum.

Ex Aedibus Vaticanis, die V mensis Iunii anno MMXVII

Petrus Card. Parolin
Secretarius Status

Los dos documentos han sido publicados en español, su idioma original, en primer lugar la carta del papa Francisco con el título y la calificación de "Epistula Apostolica", seguida por el texto de los obispos argentinos presentado como "Additum ad Epistulam", es decir, como adjunto a la carta papal.

Con esto pareció entonces que Francisco quiso diluir de una vez por todas las ambigüedades de "Amoris laetitia", eliminando toda duda respecto a su voluntad que en ciertas condiciones los divorciados que se han vuelto a casar puedan acceder a la comunión eucarística, aunque continúen conviviendo "more uxorio". En efecto, escribe en la carta que el texto de los obispos argentinos "explicita cabalmente el sentido del capítulo VIII de 'Amoris laetitia'. No hay otras interpretaciones".

Pero esta última frase plantea algunas dudas. Si la de los obispos de la Región de Buenos Aires es realmente la única interpretación admitida por el Papa, ¿entonces que finalidad tienen las afirmaciones solemnes escritas siempre por el Papa al comienzo de "Amoris laetitia", según las cuales es justo que "subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella", por las que "en cada país o región se pueden buscar soluciones inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales"?

¿Qué finalidad tendrían, por ejemplo, interpretaciones más restrictivas, como la de los obispos polacos o la del arzobispo de Filadelfia (Estados Unidos), Charles Chaput? ¿O, por el contrario, interpretaciones más estimulantes, como la de los obispos alemanes o la del todavía más temerario obispo de San Diego (Estados Unidos), Robert McElroy? ¿Todas deberían circunscribirse a los criterios fijados por los obispos argentinos, porque, justamente, "no hay otras interpretaciones"?

¿Pero también en Argentina, quizás no ha ido mas allá de los criterios prudenciales fijados por sus hermanos obispos de la Región de Buenos Aires el obispo de Reconquista, Ángel José Macín, cuando festejo publica y colectivamente en la catedral el retorno a la comunión de treinta parejas de divorciados que se han vuelto a casar y que siguen conviviendo "more uxorio"?

Y más aún. No es para nada claro ni siquiera el significado de "magisterio auténtico" aplicado tanto a la "carta apostólica" del papa Francisco como a la carta adjunta. Ni se ve cómo puede conciliarse este acto de "magisterio" con el canon 915 del Código de Derecho Canónico, el cual prohíbe la comunión a los que "obstinadamente perseveran en un manifiesto pecado grave". En ambos puntos ha planteado dudas un canonista valioso como el estadounidense Edward Peters.

*

Pero volviendo al 5 de junio, el día en el que Francisco ordenó la publicación de los dos documentos entre las actas oficiales de la Santa Sede, se puede advertir que en esa fecha el Papa tenía desde un mes atrás en su escritorio la cordial carta en la que el cardenal Caffarra le pedía una audiencia junto a los otros cardenales de los "dubia", que volvía a plantear sin modificación alguna.

Come se sabe, ni los "dubia" ni esta carta jamás tuvieron respuesta, ni se puede considerar como completamente tal la publicación en los "Acta Apostolicae Sedis" de esos documentos. El 6 de setiembre falleció Caffarra y también desde entonces el Papa se ha abstenido de cualquier señal de estima por él, ni siquiera el 1 de octubre, cuando fue en visita a Bolonia, la diócesis de la que el desaparecido cardenal fue arzobispo, desde el 2003 al 2015.

Tanto más golpea, entonces, que el 7 de diciembre, día de la publicación de libro con las homilías y los textos de Caffarra, haya aparecido en "L'Osservatore Romano" un sincero y conmovedor retrato del cardenal, con el título: "La suave luz de la verdad".

En el que se lee, entre otras cosas:

"Fue muy probado en estos últimos años por el malentendido del que fueron objeto algunas de sus posturas teológicas. Sufrió, pero en paz. El 21 de diciembre de 2016 escribió: 'estoy muy sereno. El único sufrimiento verdadero es el constatar cuánto espíritu cortesano hay en la Iglesia, y cuánto rechazo a hacer uso de la luz del intelecto'".

La autora del artículo, Emanuela Ghini, es una monja carmelita descalza, muy apreciada por sus escritos sobre Sagrada Escritura y espiritualidad. Hace pocos meses se publicó de ella en las librerías un interesantísimo intercambio epistolar, en un lapso de medio siglo, con el teólogo y luego cardenal Giacomo Biffi (1928-2015), predecesor de Caffarra como arzobispo de Boloña.

El prólogo al epistolario entre Biffi y Emanuela Ghini es del mismo Caffarra, gran amigo de ambos.

He aquí otro libro imperdible, junto al que salió publicado en estos días con las homilías y los textos del cardenal. Del cual se reproduce aquí a continuación una página. Actualísima.

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LAS CINCO TRAMPAS PARA LA IGLESIA DE HOY


por Carlo Caffarra

La alternativa a una Iglesia sin doctrina no es una Iglesia pastoral, sino una Iglesia arbitraria y esclava del espíritu del tiempo: "praxis sine theoria coecus in via" [la praxis sin la teoría es ciega en el camino], decían los medievales. Esta trampa es grave, y si no la vence causa graves daños a la Iglesia. Al menos por dos motivos. El primero es que, al ser la "Sacra Doctrina" nada más que la Revelación divina del proyecto divino sobre el hombre, si la misión de la Iglesia no se arraiga en ella, ¿qué le dice la Iglesia al hombre? El segundo motivo es que cuando la Iglesia no se cuida de esta trampa, corre el riesgo de respirar el dogma central del relativismo: en orden al culto que debemos a Dios y al cuidado que debemos al hombre, es indiferente lo que pienso de Dios y del hombre. La "quaestio de veritate" se convierte en una cuestión secundaria.
La segunda trampa es olvidar que la clave interpretativa de la realidad en su conjunto y en particular de la historia humana no está dentro de la historia misma. Es la fe. San Máximo el Confesor considera que el verdadero discípulo de Jesús piensa cada cosa por medio de Jesucristo y a Jesucristo por medio de cada cosa. Pongo un ejemplo muy actual. El ennoblecimiento de la homosexualidad al que asistimos en Occidente no se interpreta y juzga tomando como criterio la corriente principal de nuestras sociedades; o bien el valor moral del respeto que se debe a cada persona, el que es "metabasis eis allo genos", es decir, pasaje a otro género, dirían los lógicos. El criterio es la "Sacra Doctrina" respecto a la sexualidad, el matrimonio, el dimorfismo sexual. La lectura de los signos de los tiempos es un acto teologal y teológico.
La tercera trampa es el primado de la praxis. Me refiero al primado fundante. El fundamento de la salvación del hombre es la fe del hombre, no su obrar. Lo que debe preocupar a la Iglesia no es "in primis" la cooperación con el mundo en grandes procesos operativos, para alcanzar objetivos comunes. La preocupación que desvela a la Iglesia es que el mundo crea en Aquel que el Padre ha enviado para salvar al mundo. El primado de la praxis conduce a lo que un gran pensador del siglo pasado llamaba la dislocación de las Personas Divinas: la segunda Persona no es el Verbo, sino el Espíritu Santo.
La cuarta trampa, muy ligada a la anterior, es la reducción de la propuesta cristiana a exhortación moral. Es la trampa pelagiana, que san Agustín llamaba el horrendo veneno del cristianismo. Esta reducción tiene el efecto de hacer a la propuesta cristiana muy aburrida y muy repetitiva. Dios es el único que en su obrar es siempre imprevisible. Y, en efecto, en el centro del cristianismo no está el obrar del hombre, sino la Acción de Dios.
La quinta trampa es el silencio respecto al juicio de Dios, mediante una predicación de la misericordia divina hecha de tal modo que corre el riesgo de hacer desaparecer de la conciencia del hombre que escucha la verdad que Dios juzga al hombre.

*

Dos notas al margen.

La primera se refiere al "gran pensador del siglo pasado” al que alude Caffarra. Es el filósofo suizo Romano Amerio (1905-1997), autor de "Iota Unum", poderosa apología de la tradición contra las " variaciones de la Iglesia Católica en el siglo XX".

La segunda se refiere al cardenal Biffi. De él se publicó en forma póstuma este año, además del epistolario con Emanuela Ghini, otro libro precioso, "Cose nuove e cose antiche", editado por Cantagalli, que recoge sus textos pastorales entre 1967 y 1975, cuando fue párroco en Legnano y en Milán.