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Exorcista Mancuso: nunca hubo tantos poseídos como este año
27 - 12 - 2013 - DESAFIOS - Pastorales

Entre las sorpresas de Francisco hay una que se coloca en los inicios de su todavía breve pontificado, una persona, para ser más exactos, porque así se la considera: el diablo. El diablo para Bergoglio no es un mito sino una persona real que actúa, un protagonista de la Historia, en un cierto sentido.

Lo ha dicho en una de sus primeras homilías matutinas en Santa Marta: no sólo existe la aversión del mundo hacia Jesús y la Iglesia sino el odio del “príncipe de este mundo”. En la Plaza de San Pedro, el domingo de ramos, ha exhortado a los fieles a desconfiar del maligno “que nos dice: no puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, ¡contra tus pecados! ¡No tenemos que habituarnos nunca al mal!”

Una exhortación contra la seducción del demonio, que Bergolio ha relanzado también a través de Twitter, a más de cuatro millones de followers. Al día siguiente de la elección, el jueves 14 de marzo, en la misa 'pro ecclesia' celebrada con los cardenales en la Capilla Sixtina, deteniéndose en los conceptos de “caminar, edificar, confesar”, Bergoglio había dicho: “Cuando no se confiesa Jesucristo, me viene la frase de Leon Bloy: 'Quien no reza al Señor, reza al diablo'. Cuando no se confiesa Jesucristo, se confiese la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio”.

Desde entonces las referencias directas al diablo se han producido 11 veces (el cálculo es aproximado) en los discursos públicos pronunciados por el Papa. Una profusión de referencias que no han sorprendido a Carlos Alberto Mancuso, descendente de italianos, exorcista en activo en la Iglesia argentina. “No, no me ha sorprendido para nada escucharle hablar del diablo, ahora que es Papa. Pablo VI hablaba explícitamente del diablo, Juan Pablo II ha llevado a cabo exorcismos. Benedicto XVI participaba en Congresos de especialistas en demonología; todos ellos reconocen que el papel del diablo en la Historia es real en su cualidad de antagonista de Cristo”.

De los 80 años que tiene a sus espaldas, Carlos Mancuso ha pasado treinta expulsando demonios a cuenta de la Iglesia argentina. Algunos “enviados” por Bergoglio. “No tenía exorcistas en Buenos Aires y es por esto que me llegaban personas en su nombre –algunas veces acompañadas por sacerdotes-- para que las examinase. Otras veces venían directamente familiares de parte del arzobispo de Buenos Aires; querían que viese a su hijo o hija porque tenían comportamientos extraños; venían con el rosario que él, Bergoglio, les había dado para que rezasen”. El exorcista Mancuso recuerda el caso de una chica que le ha dado una bofetada. “Era joven, una chica de buena familia, pero muy cambiada de aspecto antes y después”. En medio, no hace falta preguntarlo, está el demonio. “Ha ido a ver al cardenal Bergoglio que la ha dado un rosario celeste y con éste ha venido a mí. Estábamos en la capilla; me he puesto a rezar. La chica estaba un paso atrás, acompañada por la madre. Se ha dado la vuelta y me ha dado una bofetada violenta que me ha roto las gafas”.

Mancuso tiene un aspecto jovial y alegre que contrasta con su, por decirlo de algún modo, “profesión”. Todos los viernes desde las 17 a las 20, puntual como un empleado de banca, llega a su casa sacerdotal de la Avenida 60, entre el número 27 y 28 de La Plata, a una hora de Buenos Aires. Hay ya una fila delante de la puerta y con santa paciencia se dispone a recibir a todos, a escucharlos, a preguntarles con astucia para discernir los problemas de naturaleza psicológica –muchas histerias-- de los que podrían señalar la presencia del demonio. Los primeros, la mayoría, los manda a los psiquiatras –y los segundos los examina detenidamente en una segunda visita. “De 25-30 personas que examino todas las semanas, una o dos las convoco de nuevo. Pronuncio una oración, y aquí pueden suceder dos cosas: la persona permanece sentada, me mira y no ve la hora de volver a casa, o cae a tierra con un grito, y allí la cosa comienza”. Un interrogatorio cerrado, con preguntas que sirven para “entender dónde, cuándo y por quién ha sido contaminado”.

“Contaminado”, Mancuso repite la palabra como se si tratara de una enfermedad. “El mal contamina, no en el sentido de que es contagioso, pero a menudo se introduce en la persona después de que ésta ha participado a un acto de culto maléfico que la ha dejado vulnerable a la presencia satánica”. En su carrera afirma que ha “tratado” cerca de doscientas personas. Más mujeres que hombres, más jóvenes que adultos; “en ningún caso después de los 60 años, 8 años el endemoniado más joven”.

Es un fenómeno en ascenso”, asegura. “No había habido nunca tanta gente fuera de la puerta, ni tantos poseídos como este año”, unos sesenta precisa. Tiene todo anotado en un cuaderno, fechas, nombres, circunstancias, tratamiento, resultado. No tiene miedo a los encuentros con el demonio. “No tengo miedo, creo que Dios nos de a cada uno las cualidades necesarias para hacer nuestro trabajo”. Ha hecho incluso un exorcismo al teléfono. “Me he dado cuenta que la persona al otro lado del teléfono estaba de verdad poseída. Era una chica argentina, una médico terapeuta que vivía en España. Le he dicho que llamara a un sacerdote. Él ha repetido la fórmula del exorcismo conmigo”. Mancuso usa un ritual del 1615. Ha tenido éxito. (Vatican Insider)