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Francisco en Myanmar. Pero China ha llegado antes que él
27 - 11 - 2017 - PAPADOS - Francisco

El viaje que el Papa Francisco inicia hoy a Myanmar, ex Birmania, y a Bangladesh ha estado precedido por un acuerdo entre los dos países sobre la repatriación de centenares de miles de musulmanes Rohingyas de la región birmana de Rakhine, que han atravesado la frontera en su huída de la fuerte represión militar contra la sublevación de grupos armados yihadistas, último acto de una crisis interna que, desde hace decenios, sacude Myanmar.(Sandro Magister-SC)

La cuestión es tan delicada que el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, le ha pedido al Papa que nunca pronuncie el nombre Rohingya, que es tabú en Myanmar, pues se trata de una población a la que se le ha negado todo derecho de ciudadanía.

Efectivamente, en el programa oficial del viaje no hay indicado ningún encuentro entre Francisco y una representación de los Rohingyas, aunque se sabe que se reunirá con algunos en Bangladesh, junto a exponentes de otras religiones, y tal vez también en Myanmar, pero de forma muy privada.

Tal vez la novedad más significata de esta última fase de la crisis Rohingya es la intervención de China como mediador, una intervención motivada por razones que no son humanitarias, sino de interés económico vistas las ingentes inversiones que ha hecho Pekín precisamente en la región birmana de Rakhine, considerada una zona importante en el ambicioso plan chino de una nueva Ruta de la Seda tanto marítima como terrestre.

Lo que sigue a continuación es un análisis actualizado de la estrategia de China en Myanmar y Bangladesh, escrita por una brillante experta de geopolítica, Sudha Ramachandran, india de Bangalore.

La nota ha salido publicada el 22 de noviembre en la sección "China Brief" de la Fundación Jamestown, centro de investigación política internacional con sede en Washington especializado en Asia. Y fue relanzada dos días después, por concesión de la Fundación, por "Asia News", la agencia online del Pontificio Instituto Misiones Extranjeras.

El texto original de la nota incluyen numerosas referencias a las fuentes:

> Rohingya Crisis: Will China’s Mediation Succeed?

¡Buena lectura!

*

CRISIS ROHINGYA. ¿TENDRÁ ÉXITO LA MEDIACIÓN CHINA?


por Sudha Ramachandran

Durante sus visitas a Dhaka, Bangladesh, y Naypyitaw, Myanmar, el 18 y 19 de noviembre, el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, ha propuesto un plan en tres fases para resolver la crisis Rohingya. Primero, Wang ha pedido un cese de las hostilidades en el devastado estado de Rakhine, Myanmar, centro de la crisis, cuyo fin es restablecer el orden y la estabilidad en la región y detener el flujo de refugiados Rohingyas a Bangladesh. China piensa que esto facilitará el camino a la segunda fase: negociaciones entre Myanmar y Bangladesh para abordar el problema de los refugiados. La tercera y última fase será el desarrollo económico del estado de Rakhine para afrontar las causas subyacentes de la violencia.

Parece ser que el plan de China ha sido aceptado en Naypyitaw y en Dhaka, marcando así el inicio de una nueva fase en la implicación de Pekín en el conflicto Rohingya. Hasta ahora el papel de China había estado limitado a proporcionar ayuda humanitaria a los refugiados Rohingyas y a la protección de Myanmar de la censura internacional. ¿Por qué está adoptando China un papel de mediador en el conflicto? ¿Qué probabilidades tiene de pacificar esta revuelta región?

El conflicto Rohingya

La crisis Rohingya comenzó el 25 de agosto, cuando el gobierno de Myanmar declaró a la Arakan Rohingya Salvation Army (ARSA) organización terrorista, en respuesta a los ataques mortales infligidos contra puestos de policía y ejército en el estado de Rakhine, en Myanmar occidental. También lanzó una represión militar en Rakhine, cuyo objetivo, se afirmó, eran los militantes. Sin embargo, también se desencadenó una terrible violencia contra los civiles Rohingya, incluidos mujeres y niños. Aldeas enteras han sido arrasadas. Se cree que más de 600.000 de los casi 1,1 millones de Rohingyas de Myanmar han huido a Bangladesh. La crisis actual es la más severa de este conflicto, presente en el país desde hace décadas.

Las raíces del conflicto Rohingya (como de los otros conflictos étnicos de Myanmar) se remontan a los tiempos coloniales. Sin embargo, la independencia trajo consigo la discriminación sistemática y seria contra este grupo étnico musulmán, que aunque ha habitado el estado de Rakhine durante siglos, no figura entre los 135 grupos étnicos oficiales del país. Se les niega la ciudadanía desde 1982, haciéndoles apátridas de facto. Además de sufrir a manos del ejército, los Rohingyas se han convertido en el objetivo de grupos armados de budistas de Rakhine. La violencia ha causado olas migratorias de Rohingyas a países fronterizos como Bangladesh, Tailandia, India, Malasia e Indonesia. Despreciados también en estos países, los refugiados Rohingyas han sido rechazados o sobreviven en campos improvisados y atestados.

El apoyo de China

Las noticias sobre las atrocidades perpetradas por el ejército de Myanmar sobre los civiles Rohingyas en fuga han suscitado la indignación internacional. Zeid Ra‘ad al-Hussein, jefe del consejo de las Naciones Unidas para los derechos humanos, ha descrito la situación en el estado de Rakhine como “un ejemplo clarísimo de limpieza étnica”. Varios países musulmanes y las potencias occidentales han criticado la brutal represión de Myanmar sobre los Rohingyas.

Sin embargo, China ha alabado públicamente la represión de Myanmar en Rakhine. En septiembre, el embajador chino en el país, Hong Liang, “agradeció vivamente el contraataque de las fuerzas de seguridad de Myanmar contra los extremistas terroristas [Rohingya]” y describió su represión militar como “un asunto interno”. Más tarde ese mismo mes, Hong garantizó al gobierno de Myanmar que China le apoyaría “firmemente” a nivel internacional y que seguiría proporcionándole “la ayuda necesaria” para “mantener la estabilidad interna y el desarrollo”.

En las Naciones Unidas, China ha bloqueado las resoluciones contra Myanmar y ha obligado a atenuar las declaraciones críticas a la brutal represión militar perpetrada contra los Rohingyas. El 6 de noviembre, es un ejemplo, el Consejo de Seguridad de la ONU expresó “gran preocupación por los informes que hablan de violaciones de los derechos humanos y abusos en el estado de Rakhine” e hizo un llamamiento al gobierno de Myanmar “para que garantice que no haya un ulterior uso excesivo de la fuerza militar”. Aunque esta declaración es una firme censura al uso de la fuerza militar de Myanmar contra los Rohingyas, se trata sólo de una declaración -no de una resolución-, cuya aplicación no es obligatoria. China y Rusia forzaron al Consejo de Seguridad de la ONU a emitir una declaración de la presidencia y no una resolución. La declaración denuncia el modo violento con el que Myanmar ha manejado la crisis, pero no ha ido más allá.

El interés de China por el estado de Rakhine

El interés de China por el estado de Rakhine deriva de su ubicación estratégica y sus valiosos recursos. El estado está ubicado en el Golfo de Bengala, que se abre al Océano Índico. Del mismo modo que el puerto pakistaní de Gwadar permite a Pekín el transporte de petróleo, gas y otros recursos de Asia occidental a China occidental, bastante subdesarrollada, a través de una ruta más breve que pasa por Pakistán, la larga costa de Rakhine proporciona al sur de China el acceso al mar y al este de China una ruta más breve al Océano Índico. Los puertos y oleoductos en Rakhine liberan significativamente el comercio de China con África y Asia occidental de su dependencia del congestionado estrecho de Malaca.

Además, el estado de Rakhine es muy rico en recursos naturales. En 2004 se descubrieron grandes reservas de gas a lo largo de sus costas. A inicios de 2008 China compró gas de la zona y, a partir de 2013, empezó a transportarlo desde Kyaukphyu, en la costa de Rakhine, hasta la provincia de Yunnan, en China, a través del gasoducto Myanmar-China. Este gas cubre las necesidades de las provincias chinas de Yunnan, Guizhou y Guangxi, como también de otros países y ciudades. Desde abril de este año, se transporta petróleo desde Rakhine hasta China a través de un oleoducto paralelo al gasoducto.

Se dice que China ha invertido alrededor de 2,5 mil millones de dólares en los proyectos de transporte de petróleo y gas, y que está invirtiendo otros 10 mil millones de dólares en la zona económica especial de Kyaukphyu, que incluye un puerto de alta mar y un parque industrial, cuyo objetivo es transformar a Kyaukphyu en un centro económico marítimo.

Las áreas más afectadas por la actual violencia están situadas en el norte de Rakhine, cerca de la frontera de Myanmar con Bangladesh. Aunque ni Kyaukphyu ni el oleoducto o gasoducto están localizados o pasan por estas zonas conflictivas, el gobierno chino está preocupado. La entrada en acción del Arakan Rohingya Salvation Army y su creciente capacidad de atacar objetivos bien protegidos indica que es sólo cuestión de tiempo que ataque fuera de sus bases. Esto ha aumentado la preocupación de Pekín por la seguridad de las infraestructuras que ha construido y en las que ha invertido en el estado de Rakhine.

Este estado juega un papel muy significativo en la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI sus siglas en inglés) de China. Como el puerto de Gwadar en Pakistán, el puerto de Kyaukphyu y Myanmar serán dos conexiones importantes en el cinturón marítimo y en la ruta de la seda del BRI. Por este motivo, según el analista de asuntos políticos y étnicos U Maung Maung Soe, “la estabilidad de Rakhine” es “importante” para el éxito del BRI. El interés de China en acabar con la crisis Rohingya y volver a llevar la estabilidad a la región está motivado por la preocupación del impacto que pueden tener la violencia y las tensiones de Rakhine sobre el éxito de sus proyectos en Myanmar y el BRI.

Los fuertes vínculos de China con Bangladesh

China ha invertido mucho también en Bangladesh para modernizar y construir infraestructuras portuarias, carreteras, puentes y líneas ferroviarias. Es también su primer socio comercial: Bangladesh ofrece un amplio mercado a los productos chinos. También son fuertes las relaciones en el ámbito de la defensa. Después de Pakistán, Bangladesh es el segundo importador de armas de China: el 82 por ciento de las armas compradas por Bangladesh entre 2009 y 2013 son chinas.
China, además, desea proteger sus fuertes y crecientes intereses y vínculos con Bangladesh. Hay mucha preocupación en Bangladesh por la campaña militar de Myanmar contra los Rohingyas, pues es responsable directo de la ola de refugiados que ha llegado a Bangladesh y que ha dejado a Dhaka con la responsabilidad de proporcionar refugio y asistencia a los refugiados Rohingyas. La estrategia militar de Myanmar no sólo ha contribuido al éxodo de los refugiados, sino que también ha provocado la insurgencia armada Rohingya. Para Bangladesh, que ya tiene que lidiar con una serie de grupos yihadistas, la entrada en acción del Arakan Rohingya Salvation Army y el adiestramiento de sus cuadros en lugares-santuario de Bangladesh, es una amenaza ulterior a su seguridad. El aval de China a la estrategia de Myanmar en relación a la cuestión de los Rohingyas ha causado, comprensiblemente, “una gran decepción” en Dhaka.

Para aligerar la carga de Dhaka en la atención a los refugiados, China está ofreciendo ayudas, incluidas tiendas y mantas, a los prófugos Rohingyas en Bangladesh. Los líderes chinos están preocupados por los intentos de Bangladesh de atraer a potencias extra-regionales para resolver la crisis, lo que está acelerando los esfuerzos de Pekín para llevar a Myanmar y Bangladesh a la mesa de negociaciones con el fin de acabar con el problema de los refugiados.

¿Funcionará la mediación de China?

En el pasado China había evitado tener un papel de mediador en los conflictos fuera de sus fronteras, justificándose con el hecho que iba contra sus principios de no interferencia en los asuntos internos de naciones soberanas. Sin embargo, en los últimos años ha mostrado una creciente voluntad de mediar para hacer que cesen algunos conflictos. Por ejemplo, se ha implicado en los esfuerzos para llevar al gobierno afgano y a los talibanes a la mesa de negociación. Más recientemente, ha llevado a cabo una diplomacia activa entre Afganistán y Pakistán para detener las crecientes tensiones entre los dos países. China parece querer asumir un papel de mediador en regiones donde tiene fuertes intereses económicos o de otro tipo, y éste es el motivo principal que empuja a su gobierno a mediar en la crisis Rohingya.

Es posible que el conflicto en la crisis Rohingya empeore precisamente a causa del interés de China en promover un enfoque militar-económico. El desarrollo de una región en guerra, por obra de actores externos, raramente beneficia a los locales, como se ha podido comprobar en la provincia pakistaní de Baluchistan. El desarrollo chino del puerto de Gwadar en esa región ha empujado a los militantes armados a atacar a quien venía de fuera. Los proyectos en el estado de Rakhine seguramente favorecerán a los inversores extranjeros, a los budistas de Rakhine y a la mayoría Bamar, pero no a los marginados Rohingyas. Un desarrollo que no conlleve la inclusión económica de los Rohingyas agudizará las divisiones ya existentes y generará nuevos conflictos.

Para resolver el conflicto, es importante que Myanmar se enfrente a las raíces del problema, que son fundamentalmente políticas: negación de la ciudadanía y derechos de los Rohingyas y políticas discriminatorias. Es muy improbable que China apoye a Myanmar en la cuestión de la ciudadanía. Además, el ejército de Myanmar es muy susceptible respecto a la soberanía del estado y no es probable que responda positivamente a las presiones chinas sobre esta cuestión.

China tal vez tenga influencia política y económica en Bangladesh y Myanmar, pero le faltan otras cualidades necesarias para que un mediador tenga éxito en resolver el conflicto Rohingya. En particular, Bangladesh cree que China es parcial en lo que respecta a Myanmar, y se espera que los grandes intereses económicos y de otro tipo del gobierno chino en Rakhine alimenten las sospechas de Myanmar sobre las intenciones y acciones de China.

Conclusión

Es muy improbable que la mediación china resuelva el conflicto Rohingya. Como máximo, su intervención controlará la violencia desencadenada por el ejército de Myanmar en el estado de Rakhine, lo que podría llevar algo de estabilidad a Rakhine, pero no la paz. Se puede esperar que en el futuro China ofrezca su mediación en conflictos dentro de un país y entre países en los que tenga intereses importantes; sobre todo países que formen parte de la Iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda.