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China, esa mirada común de Benedicto y Francisco
02 - 11 - 2017 - IGLESIA - Asia

Un artículo del padre Lombardi publicado en ’La Civiltà Cattolica’ en el décimo aniversario de la Carta de Papa Ratzinger indica la vía del diálogo y del realismo para una Iglesia “plenamente china y plenamente católica”. (Andrea Tornielli-Vatican Insider)

Existe un camino que recorrer para que la Iglesia católica en China sea “plenamente china y plenamente católica”. Lo indicó hace diez años Benedicto XVI en su Carta a los católicos chinos, en un momento en el que, gracias al paciente trabajo de la Secretaría de Estado, las relaciones con Pekín ofrecían destellos de esperanza. Lo está recorriendo Francisco, que en repetidas ocasiones durante su pontificado ha mandado señales de grande atención hacia el pueblo chino y su gran país. Habla en un análisis en profundidad publicado en el nuevo número de ’La Civiltà Cattolica’ padre Federico Lombardi, ex director de la Sala Stampa vaticana y hoy presidente de la Fundación Ratzinger.

Lombardi observa lo primero que la atención del Papa “ha sido correspondida en China” porque a os ojos de los chinos, “Francisco tiene algunas ventajas respecto a sus predecesores. No es un europeo, por lo tanto no pertenece a aquel continente de pueblos colonizadores que, sobre todo en los siglos XIX y XX, han hecho sentir en China su potencia militar y el peso de sus intereses económicos; y no ha estado directamente relacionado en la confrontación histórica con la ideología comunista y los regímenes que se inspiraban en ella. Es un hijo de emigrantes que viene de otro continente y está profundamente radicado en una realidad popular a la que se refiere continuamente. Es miembro de una familia religiosa que históricamente se ha acercado a China con respeto y una gran capacidad de diálogo fecundo, que representa desde hace siglos el punto más alto de la relación entre el gran país asiático y Occidente”. Como demuestran los nombres de jesuitas como Matteo Ricci, Adam Schall, Ferdinand Verbiest, Giuseppe Castiglione.

El padre Lombardi escribe que “cuando Francisco habla con convicción de la necesidad de construir la paz entre los pueblos, los chinos sienten el eco de un ideal de “armonía” que les es familiar y, dado que ellos no pueden presumir de ningún poder militar o económico, no tienen ningún motivo de dudar de su sinceridad”. Graciastambién a esa “cultura del encuentro” que Bergoglio no sólo propone sino que se “empeña en vivir”.

Hay quien juzga excesivas las palabras de apertura y de simpatía hacia China usadas por el Papa, por ejemplo en la entrevista con Francesco Sisci para el Asia Times, pero la mirada es positiva, la “empatía –otro término muy amado por Francisco-- “se transforma” --explica Lombardi-- justo en el desafío que el interlocutor necesita para dar ese paso hacia adelante que lo lleve más allá del límite que hasta ahora lo encerraba en sí mismo y lo recluía”. Entre los mensajes del Papa que suscitan mayor interés en China está “su insistencia en la solidaridad”, la atención “a los pobres y la denuncia de las formas de explotación”, la “dura condena a cualquier forma de corrupción” y la atención por el cuidado de la “casa común” ejemplificada en la encíclica Laudato si’.

En el artículo publicado por la revista de los jesuitas recuerdan, a propósito de la situación china, las “gravísimas consecuencias de un largo periodo de difusión sistemática de la ideología atea y antireligiosa y de destrucción de los valores sociales y morales de la tradición, a los que se da un impulso hacia el progreso económico, que difunde una mentalidad no menos materialista que la anterior. También el tejido familiar tradicional y el equilibrio demográfico han sido profundamente perturbados y sacudidos por la violenta “política del hijo único”. Ante todo esto, hay un “renacimiento religioso” en China e incluso las autoridades políticas “se dan cuenta de que la dimensión religiosa debe ser reconocida como un componente permanente de la realidad de la vida y como una contribución importante a la armonía y cohesión de la la sociedad”. Aquí está el mensaje de la misericordia que repite Francisco, invitando no solo a los católicos, sino a todo el pueblo chino a “reconciliarse con su historia, incluidas sus luces y sombras, incluidos los errores mismos”.

Respecto a la Iglesia china, Lombardi recuerda la solidaridad “siempre manifestada claramente por los Papas” a los cristianos de ese país. Durante el largo periodo de la “Revolución cultural” (1966-1976), la persecución había reunido a todos los católicos –no sólo a los no adherentes a la Asociación patriótica, sino también a los que se habían unido-- y, además de ellos, a todos los creyentes de cualquier religión. Los mensajes del Papa Bergoglio sobre la misericordia y la reconciliación, que culminaron en el reciente Año Jubilar (que en China ha sido muy seguido, con la apertura de cientos de “puertas de la misericordia” en todo el país), “son –escribe Lombardi--, pertinentes como nunca a la relevante para la comunidad católica china, que ha vivido dentro y sigue viviendo, las divisiones y tensiones resultantes de la persecución y la presión sufridas y las diversas formas de responder o adaptarse”.

’La Civiltà Cattolica’ señala aquí, aparte de las interpretaciones parciales y a menudo engañosas, la “continuidad clara” de Francisco con su predecesor, “cuya Carta colocó la unidad de la Iglesia en primer lugar e indicó el camino para realizarla en comunión, en caridad y en la disponibilidad a actitudes concretas y recíprocas de misericordia y reconciliación a los diversos niveles de la vida eclesial, entre obispos, sacerdotes y fieles”.

Aunque la situación ha mejorado, todavía hay tensiones internas que “en la medida en que pueden entenderse a la luz del pasado --observa el padre Lombardi-- son uno de los principales obstáculos en el camino del impulso creíble, testimonial y apostólico de la comunidad católica, y por eso deben ser “valientemente superadas”. El autor del artículo recuerda la “formidable tradición de compromiso caritativo activo” de la Iglesia china, que también es aquí “un hospital de campo”, como espera el Papa, y “esto favorece una bienvenida muy positiva por parte de la sociedad china”. La perspectiva común entre Benedicto XVI y su sucesor se puede resumir como “en el renacimiento de la evangelización”.

“La comunidad católica nace, crece, trabaja y contribuye a la realidad china --escribe Lombardi-- no por un vínculo externo y extranjero, sino como el fruto de la semilla del Evangelio ... La comunidad católica en China quiere y debe ser completamente china, quier estar por China, ofrecer el evangelio de Jesús sin buscar nada para sí misma, sino solo por el bien de las personas y del pueblo. Pero para ser verdaderamente así y dar sus frutos no debe separarse de la comunidad católica universal porque es de la unión viva con esta, con sus raíces de fe y las riquezas de su tradición y sus experiencias, que atrae su vitalidad y la profundidad de su inspiración y su doctrina. Separados de la comunidad universal, las Iglesias particulares sienten que pierden su dimensión esencial”.

En esta perspectiva encuentra su significado “la cuestión de los contactos y el diálogo de la autoridad que gobierna la Iglesia Católica universal - la Santa Sede - con las autoridades de la República Popular de China” que están en curso y que están destinadas a “garantizar a la comunidad católica en China las condiciones esenciales para poder ser ella misma, vivir y servir lo mejor posible, siendo al mismo tiempo completamente china y completamente católica, introducida entre su gente y participando en la comunidad universal de la Iglesia”.

Lombardi recuerda el “período difícil de las divisiones entre los católicos y en el episcopado”, después de la creación, en 1957, de la Asociación Patriótica y la ordenación de los obispos sin la aprobación del Papa. Mientras que Roma había concedido “facultades especiales” a los obispos que habían permanecido en comunión con Pedro, para permitirles ordenar nuevos obispos autonómamente, por un estado de necesidad. Una etapa que la Santa Sede finalmente percibió como definitivamente superada, dado que el mismo Papa Ratzinger revocó las “facultades especiales”. “Existe- dijo Lombardi - un número creciente de obispos ’ilegítimos’, miembros de la Asociación, que de forma confidencial solicitan y obtienen comunión con el Santo Padre, estando por lo tanto en condiciones de ser reconocidos por ambas partes. En esta situación, descrita incorrectamente como co-existencia de una “Iglesia clandestina” y una “Iglesia Patriótica” en tensión, la Carta de Benedicto XVI tiene el objetivo poner fin con claridad y decisión”, ofreciendo instrucciones para la participación de los fieles en las celebraciones eucarísticas con una “espacio de la evaluación sabia y discernimiento para los interesados” y proponer “como evidente e incuestionable el objetivo de llegar a ser una Conferencia Episcopal unida”.

Y es siempre la Carta de Benedicto XVI que desea “explícitamente la reanudación de un diálogo entre la Santa Sede y las autoridades chinas, reconociendo que en la vida de la Iglesia no debe considerarse normal estar en una situación de ’clandestinidad’”. Un diálogo que “primero debe tener como objetivo resolver las preguntas abiertas sobre el nombramiento de los obispos (es necesario reconocer que el mandato de la ordenación debe provenir del Papa); también puede tener como objetivo facilitar el pleno ejercicio de la fe de los católicos con respeto de una auténtica libertad religiosa y, finalmente, la normalización de las relaciones entre la Santa Sede y el Gobierno de Pekín”.

Después de algunos años de frialdad, este diálogo “se ha retomado sistemáticamente durante el pontificado de Francisco, gracias al nuevo clima que se ha creado”. El “realismo saludable” al que nos invita el Papa “comporta --observa el padre Lombardi-- una mirada cuidadosa a la realidad efectiva, que a menudo no se describe adecuadamente mediante definiciones formales. Estas tienen el riesgo de fragmentación o de trazar límites rígidos entre el “blanco” y el “negro”, que no justifican la complejidad y variedad de situaciones. Por esta razón, el enfoque de Francisco insiste en el “discernimiento”, para que en la aplicación de los principios generales a situaciones específicas, se tengan en cuenta circunstancias y aspectos particulares, con el objetivo de lograr una evaluación general más adecuada de las actitudes y decisiones a tomar”.

La Iglesia en China –concluye el artículo de ’La Civiltà Cattolica’-- “plenamente china, debe participar con renovado ímpetu en la misión de evangelización para contribuir de manera más efectiva al bien del pueblo chino, con su mensaje religioso y moral y con su compromiso caritativo y social: esta es la primera y la mayor urgencia. En este trabajo está acompañada y respaldada por la sincera atención y simpatía del Papa Francisco por el pueblo chino, y por la solidaridad y la unión espiritual con la Iglesia Católica universal. El diálogo de la Santa Sede con las autoridades de la República Popular de China busca exclusivamente poner a la Iglesia Católica China en las mejores