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Próximo objetivo: la Humanae Vitae
24 - 10 - 2017 - GENERALES -

¿Cuándo es racional y razonable ver una estrategia concertada? ¿Cuántos eventos relevantes deben coincidir para que uno deduzca que estamos ante una campaña bien coordinada para cambiar la doctrina católica sobre familia y vida? (Fuente: Infovaticana)

Uno quiere evitar como la peste la etiqueta de paranoico del que ve conspiraciones por todas partes, pero a veces se hace muy difícil. Si el otro día informábamos del desconcertante -por ser suaves- editorial del órgano oficioso de los católicos británicos, The Tablet, pidiendo a la Iglesia que suavice su posición contra el aborto, hoy tenemos que hacernos eco de un texto en el órgano oficial de los obispos italianos, ‘Avvenire’, que es un verdadero torpedo en la línea de flotación de la doctrina católico sobre la anticoncepción.


’50 años después. La Humanae vitae de Pablo VI: Iglesia, amor y vida, ¿cómo se cambia?’ es el titular del texto en cuestión en el que, si no lo he entendido mal, se abona el campo para una ‘reinterpretación’ de la doctrina católica sobre la anticoncepción, en la misma línea de cesión a los ‘valores dominantes’ que leíamos en el editorial de The Tablet.

Cuenta la imprescindible Nuova Bussola Quotidiana que la ocasión propicia para ir preparando el terreno es un curso en la Pontificia Universidad Gregoriana, y el método podría calificarse de hábil si no lo tuviésemos ya tan visto.

Así, empieza con esta sibilina pregunta: “La defensa a ultranza de los métodos naturales, ¿debe considerarse criterio absoluto e intangible para la regulación de los nacimientos?”. Nadie que conozca un mínimo de las reglas de manipulación verbal puede ignorar que la respuesta a una pregunta así planteada debe ser siempre “no”. Ese “a ultranza” es definitivo, y trae inmediatamente a la mente esa “rigidez” que los católicos de hoy debemos evitar como el diablo.

Después de todo, “quien piense que todo lo que ha escrito Pablo VI en la Humanae Vitae supone para las parejas creyentes una obligación a perpetuar “por los siglos de los siglos” ignora no solo la historia de la Iglesia, sobre todo del último siglo, sino también todo lo que el mismo pontífice dijo para advertir que no debía considerarse los contenidos de la encíclica ni infalible ni irreformable”.

Una frase que, imaginamos, se aplica a la Humanae Vitae -que cumplirá el próximo año medio siglo-, pero que resulta condenable cuando se plantea sobre una exhortación papal reciente como la Amoris Laetitia.

La vertiginosa sensación que uno percibe de la avalancha de declaraciones recientes es la de un presentismo acentuado en contraste con esa ‘doctrina perenne’ que parecía asociarse siempre a las enseñanzas de la Iglesia, tanto más en una cuestión en la que no solo no se ha producido hallazgo que contradiga su criterio u obligue a matizarlo, sino en la que se han cumplido con aterradora precisión las predicciones incluidas en la propia encíclica.

A lo que recuerda, a decir verdad, es a un personaje que partió la Iglesia en dos y que se ha considerado desde entonces hasta fecha reciente como uno de los peores heresiarcas de todos los tiempo, Martin Lutero, cuya reforma también está de aniversario redondo, quinientos años. Y que, por una feliz casualidad, es vindicado discretamente por el órgano italiano de los jesuitas, La Civiltà Catolica. Pero, al fin, el propio secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Galantino, ha declarado que “la Reforma introducida hace medio milenio por Martin Lutero ha sido obra del Espíritu Santo”.

Decir tal cosa -reconocer que hemos pasado medio milenio condenando con denuedo la obra misma del Espíritu Santo- y no colgar los hábitos para unirse a las filas luteranas suena medianamente incoherente para un oído poco entrenado en la sutileza clerical.