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Argentina: hace un año moría el traductor de la Biblia, palabra por palabra
15 - 10 - 2017 - IGLESIA - América

El 13 de octubre, se cumplió el primer aniversario de la muerte del biblista y teólogo monseñor Armando Levoratti, recordado y reconocido por la obra monumental que legó a la Iglesia con la traducción de la Biblia de los originales hebreo y griego, junto con monseñor Alfredo Trusso, dando nacimiento, así, a la versión rioplatense de la Biblia "El Libro del Pueblo de Dios", un texto utilizado por el Leccionario de Chile, Uruguay, la Argentina y Paraguay. (AICA)

Con motivo del aniversario, el padre Luis Oscar Liberti, de la Congregaci�n del Verbo Divino, docente de Teolog�a Pastoral, director de la Editorial Guadalupe responsable de la �ltima edici�n de La Biblia, el Libro del Pueblo de Dios, envi� a AICA una nota que reproducimos aqu�.

Mons. Armando Jorge Levoratti (1933-2016)

"Que el Pueblo de Dios lea la Biblia, la asimile, la reflexione y saque las consecuencias" (Mons. Levoratti)

Monse�or Armando Levoratti naci� en Tolosa, barrio de la ciudad de La Plata, el 31 de enero de 1933. Su padre era ferroviario. En 1946 ingres� al Seminario de La Plata, donde la mayor parte del tiempo lo dedicaba al estudio del lat�n y del griego y tuvo acceso a la literatura espa�ola.

En 1953 fue enviado a Roma a completar sus estudios de Teolog�a en la Universidad Gregoriana. Cuando termin� los estudios teol�gicos, ingres� al Pontificio Instituto B�blico, donde se dedic� especialmente al estudio de las lenguas orientales: hebreo, arameo, sumerio, ac�dico y ugar�tico. Egres� del Instituto B�blico con medalla de oro. Al regresar a la Argentina profundiz� el hebreo moderno; tambi�n en la Universidad de La Plata curs� semi�tica y antropolog�a estructural. M�s delante prosigui� estudios en el Instituto Oriental de la Universidad de Chicago. Fue una experiencia extraordinaria, ya que tuvo contacto con los gigantes de la asiriolog�a de la �poca: Beno Landsberger, A. Leo Oppenheim e Ignace Gelb.

Desde el 1� de enero de 1960 fue profesor de Sagrada Escritura en el Seminario Mayor de La Plata. Recordaba que antes del Concilio Vaticano II la ense�anza de la Biblia ten�a una orientaci�n m�s bien apolog�tica. Si alguien le�a demasiado las Sagradas Escrituras se hac�a sospechoso de ser proclive al protestantismo. Hac�a alusi�n a que el mismo monse�or Juan Straubinger (a quien llamaba “profesor glorioso” de Ex�gesis del Seminario de La Plata y que hab�a realizado hacia 1950 la primera traducci�n latinoamericana de toda la Biblia), no se libr� por completo de tales sospechas. Este panorama comenz� a cambiar con el Concilio Vaticano II, que pidi� a los obispos favorecer que la Biblia llegue a manos de los fieles y sea el alimento espiritual del Pueblo de Dios.

El padre Levoratti tambi�n ense�� Biblia en la Facultad de Teolog�a del Colegio M�ximo San Jos� de los jesuitas; en el Colegio Apost�lico San Francisco Javier de la Congregaci�n del Verbo Divino en la Argentina y en la Facultad de Teolog�a de la Universidad Cat�lica Argentina (UCA). Anim� Semanas B�blicas en varias di�cesis del pa�s. Fue director de la Revista B�blica Argentina de 1984 a 1998. Recordaba que editar cuatro n�meros al a�o le oblig� a escribir numerosos art�culos (he relevado al menos 31) y una cantidad considerable de recensiones de libros.

Al plantear el Concilio Vaticano II la necesidad de que los textos b�blicos que se proclamaban en lat�n, deb�an leerse en lengua vern�cula, se dio cuenta de que era necesario disponer de traducciones de la Biblia adecuadas a las necesidades de la liturgia y que “sonaran” adecuadamente a los o�dos del pueblo.

Reconoc�a que esta situaci�n era notoria en los pa�ses de habla castellana, ya que las traducciones empleaban un lenguaje m�s bien arcaizante, dificultando la proclamaci�n de la Palabra en las celebraciones lit�rgicas. En vista de la urgencia, asumi� el desaf�o de realizar nuevas traducciones. Comenz� las primeras versiones que tuvieron un car�cter fragmentario, tradujo los textos del antiguo misal romano. Al reformarse el Leccionario y ampliarse considerablemente el n�mero de los textos b�blicos que deb�an usarse en la liturgia, fue necesario abordar una tarea m�s extensa. Lo que deriv� en una traducci�n pastoral del Nuevo Testamento. Fue publicada en 1968 con el t�tulo de El Libro de la Nueva Alianza.

Sigui� la traducci�n del Primer Testamento. Recordaba que le llev� unos 18 a�os m�s o menos. Cuando traduc�a media p�gina por d�a se pod�a declarar contento, pero tuvo la ventaja de no mirar nunca lo que faltaba, sino lo que hac�a cada d�a. Comenz� con el Pentateuco, luego los Salmos y finalmente el resto. El trabajo dur� hasta 1981, en que se public� por primera vez la Biblia completa, con el t�tulo El Libro del Pueblo de Dios. La Biblia.

La traducci�n, adem�s de ser fiel a las fuentes b�blicas y al principio de la equivalencia din�mica, es impecable desde el punto de vista literario. Exquisitamente cuidada, ofrece un texto que, sin perder la hondura teol�gica y est�tica de los originales o de otras versiones en lengua espa�ola, es f�cilmente legible y asequible para el lector medio. Esta versi�n castellana de las Sagradas P�ginas se utiliza en el Leccionario para la Argentina, el Uruguay, el Paraguay y Chile.

El padre Levoratti contaba que la traducci�n que realiz� junto con el padre Alfredo Trusso y otros colaboradores, "el Instituto B�blico de Roma la recibi� con mucho entusiasmo, porque dec�an: 'En la Argentina se hizo una Biblia m�s legible que la Biblia de Jerusal�n (en su traducci�n espa�ola)'. Y por eso me nombraron miembro de la Pontificia Comisi�n B�blica (PCB)”. En esta Comisi�n contribuy� a la preparaci�n del documento sobre "La interpretaci�n de la Biblia en la Iglesia" (1993), cuya resonancia fue ampliamente conocida, con un trabajo sobre las relaciones de la ex�gesis b�blica con la Teolog�a Dogm�tica.

Monse�or Levoratti dict� conferencias en Espa�a, Italia, Estados Unidos y en casi todos los pa�ses de Hispanoam�rica. Particip� en numerosos talleres de ciencias b�blicas, organizados por las Sociedades B�blicas Unidas, especialmente en Cuba. Era miembro honorario de las Sociedades B�blicas. Con esta instituci�n trabaj� (en el �ltimo tercio del siglo XX) en un proyecto que denominaba “un tr�mite complejo”. Fue invitado a colaborar en la traducci�n de una “Biblia de estudio”, a�adiendo al texto de la Sagrada Escritura introducciones y notas explicativas. Algo in�dito en la vida de las Sociedades B�blicas Unidas.

Una tarde de 1994 lo visit� en La Plata el doctor William R. Farmer, para invitarlo a redactar un comentario cat�lico (universal) y ecum�nico a la Biblia. Colabor� en esa versi�n y tuvo a su cargo la edici�n en castellano del Comentario B�blico Internacional (Verbo Divino, 1999), y luego fue el director principal del Comentario B�blico Latinoamericano I-III (Verbo Divino, 2003/2005). Esta obra, escrita con la colaboraci�n de ex�getas de todos los pa�ses hispanohablantes, ofrece una visi�n cient�fica, ecum�nica y pastoral del conjunto de la Biblia.

Tras ello y hasta fines de 2014 revis� la traducci�n de El Libro del Pueblo de Dios, renov� las introducciones y la coment� toda con profusas notas al pie de p�gina. Para el Antiguo Testamento lo hizo con algunos colaboradores, el Nuevo Testamento lo expuso personalmente. Lleva por nombre: La Biblia. Libro del Pueblo de Dios (Verbo Divino, Estella, 2015).

El 11 de julio de 1986 el papa San Juan Pablo II lo incorpor� a la Familia Pontificia d�ndole el t�tulo de Prelado de Honor de Su Santidad y el tratamiento de Monse�or. Fue integrante de la Comisi�n Fe y Cultura de la Conferencia Episcopal Argentina y socio fundador de la Sociedad Argentina de Teolog�a. Luego de una breve enfermedad, falleci� en el Seminario Mayor San Jos� de La Plata, el 13 de octubre de 2016, con 83 a�os de vida y casi 60 de sacerdocio (fue ordenado el 3 de marzo de 1957 en Roma).

Con gratitud lo recordamos y reconocemos la “obra monumental” que leg� a la Iglesia con la traducci�n de La Biblia. La �ltima vez que hablamos en el Hospital Italiano de La Plata, me dec�a sobre la Biblia: “la traduje palabra por palabra”. Fue biblista y te�logo destacado, nunca busc� “aparecer”, su modestia fue singular. Su sabidur�a admirable, al igual que su capacidad para ense�ar Biblia a muy diversos agentes de pastoral.

Se fue en silencio, seguramente rumiando la Palabra de Dios, ‒“palabra por palabra”‒, la que hizo amable, gustosa, sencilla al tono “argentino” en la catequesis, la liturgia y la pastoral en general. Al decir del biblista presb�tero Jos� Luis Gergolet, “En El Libro del Pueblo de Dios, Dios me habl� en la siempre dulce lengua materna”.

Agradecemos al padre Armando Levoratti por el ejemplo de su vida apasionada y anclada en la Palabra de Dios.

En una entrevista le ped� al padre Levoratti una opini�n sobre el acceso de la Biblia a todo el Pueblo de Dios y respondi�: “Creo que la salida tiene que estar por la lectura popular de la Biblia. Por eso suprim� los comentarios que en la anterior edici�n del Libro del Pueblo de Dios se intercalan entre los textos de la Biblia. Los baj� todos al pie de p�gina, para que la gente lea la Biblia con sencillez, bajo la luz del Esp�ritu Santo y saque lo que encuentre en ella. Por ese mismo motivo no quise hacer una introducci�n a la Sagrada Escritura, para no decir lo que ya est� dicho infinitas veces en infinitos libros. Tambi�n por eso puse como pr�logo una gu�a para la lectura orante de la Biblia, la Lectio Divina. No digo que haya que eliminar pura y simplemente la informaci�n de tipo cient�fico. Me parece que es importante tenerla en cuenta, pero lo que hoy hace falta es que el pueblo lea la Biblia, que la asimile como pueda, que la reflexione y que saque las consecuencias”.

P. Levoratti: Descanse en la paz de los justos.+ (Luis O. Liberti svd)