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Buttiglione y Pierantoni en duelo por "Amoris laetitia"
14 - 10 - 2017 - VATICANO - Documentos

Francisco no es ciertamente un Papa filósofo, vista la desenvoltura con la que maltrata el principio de no contradicción y la inconsistencia de los cuatro postulados de los cuales dice que depende su pensamiento. Pero curiosamente ofrece una rica materia de "disputatio" propria de los filósofos. (Sandro Magister-SC)

 Uno de éstos, Rocco Buttiglione, bajó al campo hace pocos días para demoler punto por punto la "Correctio filialis" entregada al Papa el pasado 11 de agosto por 40 eruditos católicos de todo el mundo, también ellos filósofos en su mayoría, con el pedido de corregir siete herejías enclavadas – a juicio suyo – en el capítulo octavo de "Amoris laetitia".

Buttiglione formuló su defensa de la perfecta ortodoxia del Papa en esta entrevista llevada a cabo el 3 de octubre por Andrea Tornielli en Vatican Insider del 3 ottobre:

> “¿La 'correctio'? El método no es correcto: no discuten, condenan”

Y ahora otro filósofo que contrataca, desmontando a su vez las tesis de Buttiglione y criticando de nuevo a "Amoris laetitia".

Lo hace en una entrevista realizada por Diane Montagna en la edición del 10 de octubre de Life Site News, publicada en inglés y en italiano:

> "Amoris Laetitia" uses orthodoxy as "mask" to conceal moral errors: Catholic philosopher

> Filosofo italiano contrattacca le critiche di Buttiglione alla "Correzione filiale"

Se trata del profesor Claudio Pierantoni, quien enseña filosofía medieval en la Universidad de Chile y es uno de los firmantes de la "Correctio".

Ciertamente, la "Correctio" no está exenta de objeciones, tanto por el método como por el contenido, como las formuladas días atrás en Settimo Cielo por otro cultor de la filosofía: Francesco Arzillo.

Pero ni siquiera "Amoris laetitia" es inocente, vista la babel de interpretaciones enfrentadas que ha generado, por parte de episcopados enteros, de obispos en particular, de teólogos y, justamente, de filósofos.

Buttiglione y Pierantoni se conocen muy bien. El primero – renombrado estudioso, entre otros, del pensamiento filosófico de Karol Wojtyla – estuvo en Chile como docente de la Academia Internacional de Filosofía, fundada por el insigne filósofo austríaco Josef Seifert, de la cual fue uno de los docentes más renombrados. Hace diez años Pierantoni fue uno de sus alumnos. Y – qué coincidencia – Seifert fue expulsado recientemente de la sede que su academia tiene en Granada, por orden del arzobispo de esa ciudad, precisamente por haber criticado públicamente, a la luz de la "lógica pura", un pasaje clave de "Amoris laetitia".

El texto íntegro de la entrevista de Pierantoni está disponibile, como dijimos, en Life Site News.

Lo que sigue es un extracto de su parte central.

*

P. – Rocco Buttiglione parece sugerir que los firmantes de la "Correctio" niegan la necesidad de la plena advertencia y del consentimiento deliberado para que un pecado grave sea mortal. ¿Esto es correcto?

R. – Più precisamente, Buttiglione afirma que los críticos de "Amoris laetitia" habrían cambiado de idea sobre este punto. […] Pero esta “marcha atrás” o “retirada”, que Buttiglione nos atribuye, es absoluta imaginación suya. Parece más bien improbable, para no decir francamente absurda, esta suposición suya según la cual decenas de colegas habrían sido atrapados por una amnesia imprevista cuando apareció "Amoris laetitia" y todos juntos habrían olvidado un aspecto tan obvio de la doctrina moral.

Naturalmente, no es así. Todos nosotros ya sabíamos de la existencia de la doctrina que considera esencial, para que haya imputabilidad, la plena advertencia y el consentimiento deliberado. En consecuencia, es obvio que la dimos por sobreentendida. […] El hecho es que, si bien hábilmente entrecruzadas con muchas afirmaciones sobre la responsabilidad subjetiva y la plena advertencia, el capítulo octavo de "Amoris laetitia" contiene algunas afirmaciones clarísimas de “ética de la situación”: […] doctrina enérgicamente condenada por San Juan Pablo II en la encíclica "Veritatis splendor", que, no por casualidad, jamás es citada en "Amoris laetitia". […]

Se resalta con precisión que, por cuanto el texto de "Amoris laetitia" se esfuerza en mezclar la doctrina de los atenuantes – que considerada en sí es ortodoxa – con la ética de la situación – que, por el contrario, es herética – se trata de dos cosas absolutamente distintas.

En efecto, la primera sostiene que aunque una acción en sí misma sea mala, puede haber elementos (por ejemplo, un estado de grave alteración psicológica o la ignorancia) que disminuyen o directamente anulan la culpabilidad subjetiva.

Por el contrario, la ética de la situación afirma que de ninguna manera existen acciones intrínsecamente malas y que, en algunas situaciones, lo que normalmente es malo puede ser la decisión correcta, es decir, puede ser objetivamente una buena acción. Citaré un pasaje clarísimo en tal sentido, el parágrafo 303 de "Amoris laetitia", en el que se afirma textualmente:

“Ciertamente, que hay que alentar la maduración de una conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor, y proponer una confianza cada vez mayor en la gracia. Pero esa conciencia puede reconocer no sólo que una situación no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio. También puede reconocer con sinceridad y honestidad aquello que, por ahora, es la respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios, y descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo".

P. – ¿Por qué este pasaje es particularmente significativo?

R. – Como ha explicado el profesor Seifert en un artículo ya famoso, que recientemente le ha costado la pérdida de la cátedra en Granada (y como he intentado aclarar después también yo en un artículo posterior en defensa del mismo Seifert), es evidente la gravedad de una afirmación según la cual, a propósito de una situación “que no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio” (se alude a la prohibición de adulterio: adviértase que el texto italiano traduce como “propuesta”, pero que no corresponde al texto latino “mandatum”, mandato), se podría “descubrir con una cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites”.

Va de suyo que el texto ya contiene una seria deformación, al llamar “ideal” a lo que, por el contrario, es un mandamiento que hay que cumplir estrictamente. Pero hay más: en realidad, aquí se dice que “que no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio” sería “lo que Dios mismo está reclamando”. Esto quiere decir que no existen los mandamientos absolutos, precisamente lo mismo que sostiene la ética de la situación. Adviértase que aquí no se habla en absoluto de una disminución de la culpa ni de ignorancia, sino que se dice precisamente que el sujeto descubre, en base a una “conciencia iluminada, formada y acompañada por el discernimiento responsable y serio del pastor”, que se trata de una buena acción: se trata, ni más ni menos, de “lo que Dios está reclamando”.

Ahora bien, con una hábil maniobra Buttiglione intenta salvar este texto verdaderamente indefendible, pero para hacerlo está obligado a introducir un elemento que no aparece en absoluto. En efecto, afirma Buttiglione: “El Papa no dice que Dios está contento porque los divorciados que se han vuelto a casar sigan teniendo relaciones sexuales entre sí. La conciencia reconoce que no está alineada a la ley. Pero la conciencia también sabe que ha comenzado un camino de conversión. Uno va a la cama con una mujer que no es su esposa, pero ha dejado de drogarse y de ir con prostitutas, ha encontrado un trabajo y cuida a sus hijos. Tiene el derecho de pensar que Dios está contento de él, por lo menos en parte”.

Según Buttiglione, entonces, Dios estaría contento con el sujeto en cuestión, no por la situación que no se corresponde con el mandato evangélico (la situación de adulterio), sino por otras cosas buenas. Y verdaderamente, si "Amoris laetitia" dijera esto, no habría nada que objetar. Pero lamentablemente este texto no lo dice, dado que no hace ninguna referencia a otros aspectos, más bien dice clara y rotundamente, para citarlo una vez más, que “una situación que no responde objetivamente a la propuesta general del Evangelio” – entonces precisamente esa situación, no otra – es justamente “lo que Dios mismo está reclamando”. En consecuencia, "Amoris laetitia" n. 303 dice algo totalmente distinto de lo que querría hacerle decir el profesor Buttiglione. Y después seríamos nosotros los que hacemos decir al Papa lo que no dice.

P. – Pareciera que Rocco Buttiglione afirma que un sacerdote puede aconsejar a un penitente que reciba la Comunión, aunque sea un adúltero impenitente, en caso que carezca de plena advertencia y consentimiento deliberado. ¿Pero el sacerdote no estaría más que nada obligado a formar la conciencia del penitente de tal modo que tenga precisamente plena advertencia y consentimiento deliberado?

R. – Aquí llegamos justamente a la contradicción más evidente del texto en cuestión. En efecto, además de todo lo que ya hemos ejemplificado sobre la presencia de la “ética de la situación”, también el recurrir al tema de la conciencia disminuida o de la ignorancia contradice directamente, en el contexto del capítulo octavo de "Amoris laetitia", justamente el tema principal que propone el título: “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”.

En todo este proceso de acompañamiento y discernimiento, que debería culminar en el confesionario, es lógico esperar que la persona sea llevada justamente a conocer la verdad de su situación. Entonces será posible darle la absolución sacramental solamente al que haya tomado conciencia de su situación pecaminosa, si se arrepiente. No se puede pensar que justamente en un proceso de discernimiento sobre una situación de adulterio el penitente confiese sólo los otros pecados, de los cuales “sería consciente”, mientras que no sería consciente del adulterio que, por el contrario, es precisametne el tema sobre el cual está recibiendo un acompañamiento y realizando un discernimiento.

En general, esta contradicción hace que la misma doctrina de los atenuantes no sea usada correctamente en el documento. En efecto, si el tema principal del texto es “acompañar y discernir”, es decir, ayudar a tomar conciencia, no tiene sentido invocar después, en este mismo contexto, la falta de conciencia. […] En efecto, es directamente contradictorio pretender que “se discierna”, pero “sin advertencia”. [...] A partir de esta observación se entiende que la doctrina de los atenuantes es utilizada aquí sólo como una máscara para disimular la ética de la situación.