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“El problema no es Francisco sino sus predecesores”
10 - 10 - 2017 - PAPADOS - Francisco

“Nuestra comunidad recusa la carta escrita en contra del Papa. Él sigue fielmente a sus predecesores. El problema no es Francisco, sino el Concilio Vaticano II”. Con estas palabras, los seguidores de Georges de Nantes tomaron distancia de la “corrección filial” que acaba de acusar al pontífice argentino de “propagar herejías”. (Vatican Insider)

Una aclaración por demás significativa, tomando en cuenta que ese Abad francés fue el responsable de denunciar por “herejía, cisma y escándalo” primero a Pablo VI, en 1973, y luego a Juan Pablo II, 10 años después. Pero sus sucesores no condenan al actual pontífice, al cual llamaron ya “el dulce y humilde Jorge Mario Bergoglio”.

El padre Jorge de Nantes (1924-2010), como se le conoce en español, es el fundador del movimiento Contrareforma Católica. También de la Orden de los Hermanitos del Sagrado Corazón, iniciada en 1958 bajo la tutela de monseñor Le Couëdic, obispo de Troyes en Francia. Filósofo y teólogo prolífico, es recordado por sus “Liber Accusationis”, tres gruesos libros en los cuales denunció no solo a los mencionados Papas sino también al “autor” del Catecismo de la Iglesia Católica, “catecismo de orgullo, catequesis de impostores”.

Tras la publicación (el 24 de septiembre pasado) de la “correctio filialis”, un documento que atribuye al Papa Francisco la propagación de siete supuestas declaraciones contra la doctrina de la Iglesia, volvieron al recuerdo las múltiples acusaciones de herejía lanzadas contra sus predecesores en diversos momentos. Algunas de ellas fueron incluidas en un artículo del Vatican Insider.

El texto provocó una puntual respuesta. Con una carta en español fray Juan Pablo de Guadalupe, un mexicano miembro de los Hermanitos del Sagrado Corazón, hizo dos precisiones a nombre de la órden. En la primera aclaró que “el padre de Nantes nunca fue sedevacantista” porque, de haberlo sido, “no hubiera considerado necesario acusar a dos Papas”, directamente no los hubiese reconocido como tales.

En segundo término reveló otro detalle: en 1968, a petición del propio Abad, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano revisó todos sus escritos durante un año. Al final de proceso, él “compareció ante tres jueces romanos que lo interrogaron durante doce sesiones”. “Al cabo de esto, el Santo Oficio no encontró ningún error en los escritos de nuestro padre fundador, mas de manera arbitraria se le pidió una sumisión ciega al conjunto del episcopado francés y que retirara todas sus acusaciones contra el soberano pontífice”, indicó el fraile.

Y agregó: “Entiendo que las acusaciones de nuestro fundador lo escandalicen, pero si no hay error en ellas, ¿acaso no es más escandaloso que el Pastor supremo de la Iglesia prediqué cosas contrarias a la fe? Pero si nuestro fundador está en el error, ¿por qué no condenarlo para el bien de las almas? Ese es el dilema que Roma, en contra de su deber, nunca quiso resolver”.

Empero, y aquí lo interesante, al mismo tiempo Juan Pablo de Guadalupe quiso destacar con énfasis la “gran diferencia” entre el Abad de Nantes, quien “dijo las cosas claras” y tuvo “el valor de pedir que sea Roma la que juzgue donde está la verdad”, y “un artículo -aún firmado difundido por el mundo entero en que se juzga que el Papa es herético, sin siquiera haber presentado su recurso ante la Congregación por la Doctrina de la Fe”.

Estas últimas palabras fueron dirigidas a la forma y el contenido de la “correctio filialis” contra Francisco, firmada -hasta ahora- por 235 personas, la mayoría de ellos estudiosos, sacerdotes o simples fieles. Con ellas, de manera indirecta, el fraile evidenció las lagunas canónicas tanto en el método como en el fondo de la corrección.

Más adelante, en la misma carta, agregó otro detalle de interés: consignó la mirada que tiene el sucesor del Abad de Nantes y actual superior de los Hermanitos del Sagrado Corazón, fray Bruno Bonnet-Eymard, sobre el pontífice argentino. Dejó constancia de “la benevolencia filial con que él ha seguido la mayoría de las homilías tan católicas de Francisco”.

Esa benevolencia, insistió, es “la razón por la cual nuestra comunidad recusa la carta escrita en contra del Papa, porque éste no hace más que seguir filialmente lo que han hecho sus predecesores. El problema no es el Papa Francisco sino sus predecesores y el Concilio Vaticano II”.

Un aprecio por Bergoglio entre los seguidores del abad francés se manifestó ya el 18 de abril de 20l3 en boca del propio superior, fray Bruno de Jesús María, durante una conferencia en París que llevó un título elocuente: “El santo que Dios nos ha dado”.

Unos 10 años antes, el mismo fraile había hablado del entonces arzobispo de Buenos Aires en un largo artículo publicado en el número 6 de la revista “¡Resucitó!” (enero 2003). Bajo la sugestiva cabeza “Dulce y humilde anticipación: ¿Hacia un nuevo San Pío X?”, el autor citó casi por completo otra nota, publicada en la revista italiana “L’Espresso” en su número 49 del 28 de noviembre de 2002.

Todavía faltaban tres años para la muerte de Juan Pablo II y el Cónclave en el cual fue elegido Benedicto XVI, en el cual Bergoglio fue protagonista. Pero ya entonces, el vaticanista Sandro Magister (citado por fray Bruno) escribió: “A mitad de noviembre lo querían elegir presidente de los obispos de Argentina. Pero rechazó. Pero si hubiese un Cónclave, le sería dificilísimo rechazar la elección como Papa. Porque es a él a quienes los cardenales votarían en cascada, si fuesen llamados a elegir de hoy para mañana al sucesor de Juan Pablo II. Él es Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires”.

El superior reforzó su punto citando una entrevista del propio Magister al diario argentino La Nación del 4 de diciembre de 2002. En ella, el periodista italiano destacaba que “Bergoglio no es Karol Wojtyla” y remarcaba el deseo de los cardenales de entonces por marcar una diferencia con el largo pontificado de Juan Pablo II con la elección de su sucesor.

Así lo resumió: “Piden uno que no sea desmedidamente mediático, uno con un estilo más sobrio, más interior. El Colegio Cardenalicio no es propenso a pedir al Papa que sea un gran actor; lo que sale del discurso en el Sínodo del año 2001, dedicado a la figura del obispo. Ahí son relevantes los desafíos de la Iglesia futura, y cómo deberá ser el próximo Papa: un Papa que predicará la cruz y volverá a lo esencial del evangelio. Es evidente que Bergoglio expresa exactamente esta exigencia de regreso al evangelio, de sobriedad con la cual la Iglesia debe afrontar sus luchas mostrando su profundo ser”.