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Infanticidio: es lo próximo que baraja la comunidad científica
06 - 10 - 2017 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Vida

Algunos médicos de EEUU y Reino Unido hablan del aborto tras el nacimiento, un eufemismo como otro cualquiera para evitar un término de resonancias nazis: el infanticidio. La periodista Wendy Murray desmonta los argumentos de quienes quieren cruzar la siniestra raya roja.Si se puede acabar con una vida humana intrauterina de equis meses, ¿qué nos impide acabar con ella después del parto?De hecho, ya se practica, bajo cuerda, caso de la multinacional del aborto, Planned Parenthood, y se cuela –de forma encubierta- en algunas legislaciones, como la de Chile, cuyo Senado impide que se proteja al superviviente de un aborto.(Actuall)

Y tenemos políticos de izquierda, que no tienen el menor empacho en proponer la muerte de bebés recién nacidos.

El debate está sobre la mesa en foros médicos de EEUU y Reino Unido. Y a ello acaba de referirse la periodista Wendy Murray en Patheos, la publicación online sobre temas éticos y religiosos.

La autora se pregunta si la sociedad de Occidente está preparada en el siglo XXI para cruzar la siguiente y tenebrosa frontera ética: el “aborto tras el nacimiento”.

 

Aunque tal término tenga resonancias totalitarias, lo han planteado algunos doctores en publicaciones científicas.

Por ejemplo Alberto Giubilini y Francesca Minerva lo abordaban en el Journal of Medical Ethics.

Y argumentan lo siguiente:

Primero, tanto los fetos como los recién nacidos carecen del mismo estatus moral que las auténticas personas.

Segundo, el hecho de que ambos sean personas en potencia resulta moralmente irrelevante.

Y tercero, la adopción no siempre es la mejor solución.

En conclusión –señalan los autores- “lo que llamamos ‘aborto después del parto’ (matar a un recién nacido) debería permitirse en todos los casos en los que es aborto es legal, incluyendo aquellos en los que el recién nacido no está incapacitado.”

Wendy Murray desmonta así estos argumentos.

¿En qué se basan estas personas reales para sostener que los recién nacidos no poseen el mismo estatus moral que las personas “adultas”?

 

¿En qué punto los recién nacidos pasan de ese estatus ambiguo a gozar de una relevancia que les haga merecedores de vivir? ¿A los cuatro meses? ¿A los seis meses? ¿Dónde se dibuja esa línea?



La periodista explica que en la batalla de la cultura de la muerte, desde que se despenalizó por primera vez el aborto en Inglaterra en 1967, y luego en EEUU, en 1973, con la sentencia del caso Roe vs. Wade, esas líneas se han ido desplazando.

Así, en los años 80, cuando la autora debutaba como periodista, se hablaba de “derechos”.

Pasaron de señalarlo como un conjunto de células a usar lo de “vida frente a vida en potencia”

Wendy recuerda que un periódico local, argumentaba que el aborto no era una cuestión de “derechos de la mujer”, sino de “derechos humanos”.

Por entonces, se decía que el feto era un simple conjunto de células.

Y los provida recordaban un dato empírico: el “latido del corazón”, que aparece aproximadamente 22 días después de la concepción.

Este hecho médico socavó el argumento de la célula-glóbulo.

Pero a los de la cultura de la muerte no les importó. Y pasaron de señalarlo como un conjunto de células a usar lo de “vida frente a vida en potencia”. Como si hubiera dos categorías distintas de vida.

Con el tiempo y a regañadientes, los defensores del aborto hicieron concesiones, reconociendo que el feto no nacido podría de hecho constituir una “vida”. A secas.

Pero entonces su argumento fue que la vida de la madre primaba sobre la vida del feto no nacido.

Esta línea de razonamiento era el punto de apoyo para el movimiento por la igualdad de derechos de la mujer, una corriente que defendió, más bien celebró, la prerrogativa de una madre para destruir a su propio bebé.

Nada hay más antinatural para la mujer que –otro hecho empírico- ha nacido para ser madre, y tiene un receptáculo de madre

A lo que Wendy Murray argumenta: “No puedo pensar en nada más devastador y dañino para el alma de una mujer que destruir la parte más visceral de su ser y su feminidad y llamarlo un acto de “liberación”.

Nada más antinatural para la mujer que –otro hecho empírico- ha nacido para ser madre, y tiene un receptáculo de madre, y un cuerpo diseñado para concebir y alimentar crías del género humano.


Por tanto no es concebible hablar de “derechos de la mujer”. Pero Wendy Murray se encontró con el rechazo y el desprecio de las lumbreras sociales que lo consideraron una afirmación fanática y minoritaria.

Nada importa –sigue argumentando la periodista- que en los últimos años se haya probado con grabaciones que partes del cuerpo de los fetos abortados (piernas, brazos, ojos, cerebro… y así sucesivamente) se han vendido y se siguen vendiendo como mercancías en un floreciente mercado de órganos fetales.

Nada importa que Hillary Clinton dijera en un programa de televisión que “la persona no nacida no tiene derechos constitucionales. ”

Significativamente, se están aprobando ahora leyes en algunos Estados de EEUU que obligan a los médicos a proporcionar anestesia (para el feto) a las mujeres que se practican abortos a las 20 semanas de embarazo o más tarde. ¿Por qué? ¿Qué es para ellos ese feto?.

Si legisladores y médicos no vieron la realidad del latido del corazón tampoco se pararán ante la frontera del infanticidio

Wendy Murray recopila las etapas de ese itinerario cuya próxima estación es el infanticidio:

“En mi vida he pasado del argumento de que es un haz de células, de que es un feto no viable, de que es un feto viable cuya “vida” es menos importante que la de su madre, de que es un “no nacido” sin derechos legales a, como se indica en el citado artículo, que “los intereses de la gente real superan el interés de las personas meramente potenciales para convertirse en personas reales”.

Y eso que los activistas próvida estaban convencidos de que la gente se convencerían de lo que anidaba en el vientre de la madre era una vida con el argumento del “latido del corazón”.

 

Pero no fue así. Ni gobernantes, ni legisladores ni siquiera médicos lo aceptaron y continuaron con el negocio sucio del aborto.

Eso le lleva a pensar a la autora que tampoco ahora se pararán ante la siguiente raya roja que pueden cruzar: el infanticidio.

Y explica: “los árbitros que deciden qué vidas son “personas potenciales” y cuáles “personas reales”, y por lo tanto deciden quien vive y quién muere, no se detendrá con los “abortos tras el nacimiento.”

La eutanasia infantil ya es una realidad en Holanda, con el llamado protocolo de Groningen

Basta con tener una malformación o nacer con espina bífida para merecer, legalmente, la muerte. No es una literatura futurista, sino una realidad en Holanda, donde

Cientos de bebés son asesinados cada año. Desde que en 2005 se aprobará el protocolo de Groningen, los médicos tienen permitido decidir si el sufrimiento de los recién nacidos es demasiado duro para soportarlo.

Desde su legalización en 2002, la práctica de la eutanasia en Holanda provoca unas 2.500 muertes anuales.



El nuevo paso fue extenderlo a los pacientes que no pueden decidir por sí mismos, los recién nacidos. Cerca de 700 bebés han sido eliminados por ese procedimiento.

El infanticidio no es pues un inquietante futurible sino una realidad.